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Manual De Inquisidores
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por Antonio Ruiz Vega
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"Manual De Inquisidores" se publicó en Portugal en 1996 y salió aquí en el 99, así que es una obra relativamente reciente.
Comienza con el protagonista (¿) Joâo, acudiendo al tribunal de justicia, en Lisboa, para tramitar su divorcio. Pronto vamos sabiendo cómo ha llegado a esta situación. Es el hijo del Doctor, a quien otros llaman Ministro, por haberlo sido del dictador Salazar y todavía más, su consejero. Joâo, un fin de estirpe, sin la presencia de ánimo de su padre ni su vocación de poder, se casó con una dama de la buena sociedad lisboeta en un matrimonio extraño, sin demasiado fundamento, que enseguida hizo aguas. Mientras la familia de Joâo era de terratenientes, "ancién régime", de la derecha coriácea, los familiares de Sofía, su mujer, son más avanzados, especuladores, bancarios, capitanes de empresa. A Joâo, a quien su suegra no dejaba de decir (y Antunes lo repite todo el tiempo) "¿usted es tonto o se lo hace?", le colocan en un banco, con ciertos poderes, pero él los delega en ejecutivos poco escrupulosos que, con su firma mediante, drenan a modo los recursos de la familia.
El Doctor, el Ministro, un tipo duro, vivía en su finca de Palmela, rodeado de abundante servicio femenino a quien se calzaba sistemáticamente allá donde las pillaba, siempre con esta frase en la boca:
"Hago todo lo que ellas quieren pero nunca me quito el sombrero para que se sepa quién es el patrón".
Frase que Joâo repite, aunque no venga muy a cuento, etc.
Cuando se ven ante el juez ya ha pasado todo (que va saliendo en "flash backs"). La revolución ha dejado en bolas al Ministro, que, gagá, malvive en un asilo donde Joâo lo internó. Palmela es una ruina. La familia de Sofía, pese al agujero del que es culpable Joâo, han sabido muy bien recuperarse de la revolución, pese a lo cual, para resarcirse de Joâo intentan y consiguen despojarle de Palmela, donde piensan edificar una urbanización de narices.
Los sucesivos capítulos, divididos en cinco RELATOS a su vez subdivididos en "relatos" menores y "comentarios" por donde van apareciendo los diversos personajes que, con un recurso que Antunes ha empleado en otros libros suyos, van describiendo las mismas situaciones desde su punto de vista, a veces contradictorio, a veces complementario. Por ejemplo, Sofía, la dama de alta alcurnia, quien tenía su propio pobre particular, hasta que se le murió de tisis, y le buscaron otro más garrido, (le solía dar diez escudos con el consejo de que no se los gastara en aguardiente, a lo que el perillán le contestaba que claro que no, que iba a ir inmediatamente al concesionario Alfa Romeo a elegir automóvil...).
Habla luego el hermano de Sofía, el ejecutivo de éxito, el que trajinó resarcirse de la gestión de Joâo edificando Palmela ("y si recuperamos mucho más de lo que Joâo nos robó se debe a un trabajo constante y a una gestión cuidadosa"), que demuestra una ambición sin límites y un cinismo a la par, que supo torear a la Revolución desde el primer momento y, aprovechándose del barullo, hacerse con el control de la fortuna familiar. Quitarse de en medio al padre, sometiéndole a chantajes sentimentales, acostándose con su querida, a la que sonsacaba y, finalmente, una vez apartado del poder, pasaportarlo al otro mundo mediante una operación quirúrgica de altísimo riesgo que emprendió contra todo consejo un matasanos al que no dudó en sobornar con la promesa de una clínica.
Que, cuando el médico le explica que sería mejor que lo operaran en Los Ángeles, le dice:
"- Hay que dar ejemplo desde arriba. Si todos nuestros enfermos son operados en Los Ángeles, nunca aprenderemos y dígame cómo van a aprender nuestros cirujanos.
Y sigue meditando.
Cómo es posible que mi voto valga lo mismo que el de un energúmeno para quien la felicidad es un Mercedes amarillo y elogia llamando muñecas a las muchachas.".
Medita el Gran Demócrata.
Cree que la democracia es imposible y que Salazar se equivocó al provocar el florecimiento de cierta clase media que al final fue la que hizo inviable la dictadura (aunque, habría que decir, también la revolución).
Una de las amantes ocasionales del Doctor, la cocinera, tiene derecho a su propio capítulo. El Ministro la requería a la voz de "Tu ahí", tras lo que la inclinaba contra la mesa de la cocina y la accedía, añadiendo, "Tú quieta". Y ella estaba segura de que el señor la prefería a doña Titina, su mujer. La cocinera quedó un día encinta y el Doctor al verla a punto de parir mandó llamar al veterinario. Llegó el hombre, a deshoras, y se puso a buscar la vaca que estaba a punto de dar a luz. Y el Docto le dice, señalando a la cocinera, la becerra es esta.
Luego vendrá el testimonio del veterinario.
Cuando llega Caetano al poder, ya las cosas no son iguales para el Ministro, al que sólo le ofrece serlo de Defensa o de Asuntos Exteriores (él quería de Hacienda) y que lo expulsa de Palmela poco menos que a cajas destempladas. Luego él y otros "duros" conspirarían contra Caetano, pero no sería la suya la conspiración triunfante, sino todo lo contrario, como es sabido.
En la página 181 hay una de esas escasas referencias al propio autor, que ya habíamos visto en El orden natural de las cosas. Un personaje dice de pronto:
" (...) si cuando termine este libro le apetece escribir una novela de abogados traiga el magnetófono, vamos a un sitio tranquilo, un hostal pequeño en el norte, yo le dicto en un fin de semana del primero al último capítulo...".
La hija de la cocinera la daría, recién nacida, el Ministro, en adopción a una maestra que escogió y años después la visitaría en ocasiones, hasta llegó a presentársela, ya de adultos, a Joâo, que hasta entonces se creía hijo único. La vida de esta hija sería muy complicada puesto que aunque el padre no la veía mucho, velaba por ella, a su manera. Cuando le salía un novio enseguida la policía política le visitaba y lo ponía en su sitio, así que muchos la huían como de la tormenta. También le sorprendió, cuando llegó a mujer, que el carnicero no le cobrara, que el casero le dejara vivir gratis o que en el trabajo le pagaran prácticamente por no hacer nada:
" (...) con el jefe que me ofrecía días libres con cualquier pretexto, que ponía un almohadón de plumas en mi silla, que colgaba un retrato del profesor Salazar en cada sala, que me cambiaba la cinta de la máquina de escribir todos los días, que me proponía cada diez minutos:
- Si se siente cansada no venga mañana, señorita Paula".
Y Paula, harta de todo, que va a visitar a su padre al ministerio y lo encuentra "todo feo, todo deteriorado, todo torpe (...) la pintura con manchas, el revoque desconchado, una mesa de chamarilero que se desgastaba cada vez más en un rincón, y yo en medio de la ruina de las paredes, de la ruina de los muebles, pensaba divertida.
- Y a esto le tiene miedo César, a esto le tiene miedo la nieta, a esto le tiene miedo la pescadería, la tienda de ultramarinos, la carnicería".
(El episodio de Paula, la hija del poderoso y el miedo de los demás, parece de García Márquez, "100 Años De Soledad" puro, pero en los sesenta...).
Por cierto que todo esto cambió de la noche al día cuando llegó la Revolución, todos los aduladores se volvieron despreciativos, etc. y Paula pasó a ser una apestada social. Trató entonces de obtener la ayuda de su padre pero al regresar a Palmela se la encontró en ruinas. Busca entonces un abogado que le consiga algo de la herencia del padre, pero la única manera es que el padre firme un reconocimiento de paternidad, cosa que no hace.
La "madrina" de Paula, Alice, es una mujer que quedó estéril por enfermedades tropicales tras vivir en Luanda (de donde no salió muy contenta: "como si morirse de hambre donde somos los negros fuese mejor que morirse de hambre donde los negros son los otros, como si hallase placer en ser maltratada y humillada y golpeada, como si Portugal fuese un país,", el subrayado es mío) , y fue escogida por el Doctor/Ministro como "madrina" de Paula.
Paula quedará preñada de César, uno de sus novios, pero que ya no quiere saber nada de ella. Quizá por las palizas que en su día le metieron los PIDE, claro.
En resumen, una galería de personajes con algo de esperpento, cada uno según su lógica interna, según sus obsesiones, que son sacudidos por el fenómeno social de la revolución. No se puede decir, con Lampedusa, que todo cambia para que nada cambie, porque algunas cosas sí cambiaron. La muestra, los padres de Sofía y Joâo, víctimas del cambio de paradigma que trae la Revolución, aunque debemos notar que lo único que hace esta es acelerar un proceso ya inevitable, el de cambio de modos de explotación y especulación. Aquí podría explicarlo casi todo un economista de manual marxólogo (que para eso sí funciona el marxismo), el cómo la oligarquía agropecuaria se ve superada por el nuevo capitalismo más especulativo de los constructores y jugadores de bolsa. La Revolución sólo rompe los huevos para hacer mejor la tortilla, no va más allá.
Tras el barullo los personajes se reordenan y muchos de ellos, como en el juego de las Sillas Musicales, descubren que se han quedado sin sitio donde sentarse... |
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