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| En El Culo Del Mundo
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| por Antonio Ruiz Vega
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Los capítulos de este libro van de la A la Z atravesando todo el abecedario, y son una sucesión trepidante de vivencias, escrita con un barroquismo que en los primeros retazos llega prácticamente al surrealismo, y que luego se va coloquializando, a medida que la trepidante acción va tirando de ellos hacia delante, en una sucesión jazzistica que hace pensar en los nombres de Dizzy Gillespie, Coltrane o Parker mucho antes de que, efectivamente, surjan en la narración.
El protagonista es un joven oficial médico que es movilizado y ha de servir en Angola durante los largos veintitantos meses del servicio militar obligatorio portugués.
La guerra de Angola fue el Vietnam de los portugueses, una guerra notoriamente anacrónica que, como lúcidamente apunta varias veces el autor, acabó por provocar la caída del fascismo caetanista del Novo Estado. Anacronía porque un país pobrísimo como era el Portugal de los sesenta-setenta, no podía permitirse el lujo de una guerra colonial ni probablemente el mantener unas colonias que eran dudosamente rentables Piénsese que imperios como el inglés o el francés habían perdido casi todas sus colonias a finales de los cincuenta y que en el 56 ambos daban su canto de cisne intervencionista con la crisis de Suez.
Un "imperio", por tanto en declive indescriptible que no ahorraba crueldades para con los nativos (los nativos, por lo visto, eran también finos) ni podía impedir el desangramiento inane de la juventud portuguesa.
Contraste casi insoportable el de la retórica patriotera de la metrópoli con la realidad miserable de una guerra olvidada y cuya realidad se pretendía ocultar a toda costa.
En este contexto se produce esta novela, que está ritualizada en un monólogo ebrio y autoconmiserativo entre el narrador-protagonista que va desgranando su melopea retrospectiva y una dama anónima que sólo conocemos por las referencias de su "partenaire", que increíblemente aguanta sus desvaríos y hasta termina por irse a la cama con él, aunque, a juzgar por lo que lleva ingerido, en nada sorprende que haga un pésimo papel...
Esta guerra tropical, amenizada por el paludismo, es el contexto donde este oficial médico tiene que ir zurciendo los cuerpos de sus compañeros de generación, caídos en las emboscadas del MPLA, mientras sufre las rutinas carceleras y la intromisión de la ubicua PIDE que, como detectan en seguida los nativos, "manda más que el ejército".
En este escenario costroso los jóvenes portugueses tratan, como es lógico, de "buscarse la vida" y si es posible conseguir la vuelta a la metrópoli aunque sea a costa de fingir una enfermedad inexistente o en exagerar adecuadamente una real.
Visitas exóticas y "solidarias" como la de los aviadores surafricanos, orgullosos de su arianidad y que miran por encima del hombro a los soldados portugueses, en los que veían, como dice Lobo Antunes, poco más que a unos mulatos tolerables, y que de paso se pasaban por la piedra a las pocas mujeres sexualmente atractivas que había en el mercado.
Evidentemente el autor no pasa por estas experiencias sin ir dejándose por el camino jirones de sensible humanidad. Su matrimonio fracasa y terminará en divorcio, un fugaz amor nativo, Sofía, es detenido por la PIDE y, cuando se interesa por su suerte, el policía le confirma que ha sido enviada a Luanda, para ser fusilada, pero que antes todo el puesto la ha violado colectivamente.
Esta presencia, la de la negra Sofía es quizá la más luminosa del libro, la que arroja un rayo de esperanza en un libro que por lo demás es una crónica terrible y oscura, aunque brillante en su sordidez. Es la eterna presencia femenina, la dulzura, la calidez, una relación apenas intelectualizada, más allá de los roles que cada uno asumía (ella, por ejemplo, debía ser comisaría del MPLA, sin embargo amó sinceramente al soldado del ejército invasor, etc.)
Tiempo después se vengará de la PIDE, cuando un agente acude a su consulta porque se ha rajado el trasero de arriba abajo con una taza de water astillada. Catorce puntos a lo vivo ("lo siento, se me ha terminado la anestesia") deberá soportar el policía.
Otras visitas inesperadas. La de un hombre rubio que llegó al cuartel y anunció en castellano:
"Soy vasco y amigo íntimo del cabrón de Francisco Franco".
Dice el autor que en la cara de una vieja angoleña apergaminada e insensible a todo acontecer él vio su "Guernika", la guernika –o él Guernika– portugués y que también llegó a volverse también "vasco y amigo del cabrón de Francisco Franco".
Cuando vuelve a la península, tras un periodo de cuarentena y una revisión médica en profundidad, no puede creer que esté sano, que no lleve en sus venas ninguna enfermedad, ninguna contaminación. Ha sido tan terrible lo que ha vivido que se siente íntimamente sucio y se admira que le dejen regresar a un mundo relativamente limpio como es la Lisboa que recuerda. Aquellos veintitantos meses que le han vuelto del revés para siempre e irrevocablemente nada significan, no obstante, para su círculo familiar. Como si nada hubiera pasado en el interin su tía le dice:
– Estás más delgado. Siempre confié que volverías del ejército hecho un hombre, pero contigo no hay nada que hacer. |
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