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| Libro De Crónicas
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| por Antonio Ruiz Vega
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Aunque en la contratapa se dice que esta serie de artículos periodísticos (unos cuarenta) fueron publicados en un periódico ("O Público") parece ser que, tal y cómo escribe el propio autor en este libro, se trata de un suplemento semanal donde, además, él escribía cada quince días. Esto significa, sobre todo, que no son crónicas de actualidad, ni de tendencias, diario de lecturas ni nada parecido, sino pequeños relatos, ensayos de autor, misceláneas, etc.
Para entendernos, que no es como la columna de Reverte o Marías, que cuentan su vida, sino pura literatura, creación. Y así merece la pena ser leído.
Si creemos al autor, este parto bisemanal le costaba esfuerzos indecibles o, en todo caso, desproporcionado y que además rompía su ritmo como escritor de novelas. Esta es una de las razones por las que dejó de escribir para "O Público".
"Al cabo de cinco años colaborando con el Público, y con la certeza constante de que me hacen falta doscientos para las novelas que pretendo hacer, es el momento de abandonar estas pequeñas prosas".
La experiencia, no obstante, resultó muy gratificante.
"La basura que algunos periódicos ven en mí y en mis libros me deja indiferente, y siento un desprecio absoluto por la mayoría de las entidades oficiales y metaoficiales de mi país, gobernantes, políticos, universitarios, asociaciones de literatos, críticos, etc. Curiosamente encuentro en el extranjero una comprensión y una calidez inteligente que no recibo en mi propia tierra".
Sin embargo, a través de estos artículos, pudo entrar en contacto con la masa de sus lectores, que solían escribirle al periódico.
"No pertenezco a ningún partido, a ninguna escuela, a ningún bando: soy libre.
Los grupos existen porque existen debilidades individuales. No tengo nada contra aquellos que se juntan, siempre que no me pidan que me junte a ellos".
Muchos artículos son memorialísticos, sobre todo, como es lógico, acerca de su infancia. De la Lisboa ya desaparecida, etc. Aquella con rótulos de establecimientos con títulos increíbles, o campañas publicitarias tan alucinantes como las de la funeraria "A Treze De Maio" (¿Para qué insiste usted en vivir si por cien escudos puede tener un bonito funeral?").
Futbolistas míticos, de su infancia, como el Gran Barrigana, a quien llegó a conocer personalmente.
Generalmente le preocupan vivencias cotidianas, como los pedigueños de los semáforos, o la angustia de los domingos, tema al que dedica dos artículos impagables. En uno habla de los ritos de consumo a los que se libran las familias lusas los fines de semana, vestidos de chándal (ellas con tacones), en las Grandes Superficies. Todos vestidos iguales, con coches idénticos (SEAT IBIZA, por cierto) donde llevan los mismos adornos y los mismos adhesivos Hasta el punto de que fantasea, lo mismo que hacía Quim Monzó en un cuento suyo, acerca del día en el que se equivoca alguien y se mete en otro coche, en otra familia, que no es la suya, pero perfectamente intercambiable...
Vuelve sobre el tema en "Teoría Y Práctica De Los Domingos", donde se interroga, a través de un alter-ego (Alfredo) "¿por qué son tan largos los domingos, Filomena?".
Ese malestar, esa angustia indefinible. Y Alfredo se interroga cosa por cosa, si le gusta su mujer, Filomena, si el barrio también le gusta la casa, etc., "¿por qué son tan largos los domingos, Filomena?".
Y no digamos cuando van a casa del hermano, y les enseña el microondas nuevo, etc.
Llega a la conclusión de que, en fin, sólo hay un domingo por semana...
Algunos son desternillantes y demuestran que aunque en las novelas brille por su ausencia, Lobo Antunes tiene un peculiar sentido del humor
En "Retrato Del Artista Cachorro" explica que de pequeño ya quería ser escritor, pero pensaba que su físico no daba el papel, quería ser como Sandokán, tener algún rasgo exótico, del que carecía. Si por lo menos hubiera sido mulato... Llegó a tiznarse de arriba abajo con betún. La bronca fue monumental y puesto que "poseía un físico difícil para el drama, la poesía, el cuento, y me preparaba para cambiar de carrera y ser jubilado, mártir o rehén".
" [...] (las tres carreras alternativas que me había propuesto seguir de adulto si las artes me fallaran)".
Y amores de infancia, idealizados en la distancia, como "Añoranza De Ireneia", cuando uno desearía que nada hubiera cambiado y se niega a reconocer la verdad, que Ireneia está gorda y que vive en un sótano casada con un empleado de teléfonos.
Y de vez en cuando, frases lapidarias, geniales:
"Estuve en la guerra, fui militante de izquierdas, me encantan los bares: es decir, pasé la existencia oyendo tonterías".
También hay cortes dramáticos, como "Se Acabó Lo Que Era Dulce". De nuevo la experiencia de un enfermo de cáncer, mejor dicho, de una enferma, porque muchos de estos sueltos son protagonizados por mujeres. Cosa que a este autor se le da bien y hasta diría que es más frecuente que use la voz femenina que la masculina. Como en "Exhortación A Los Cocodrilos", donde sólo hablan las mujeres.
En conjunto resulta una prosa más luminosa y amena que las de sus novelas, que en ocasiones son fúnebres, terribles y, porqué no decirlo, algo enrevesadas... |
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