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El Orden Natural De Las Cosas
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por Antonio Ruiz Vega
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Escrita en 1992, la primera edición española es de 1996. "El Orden Natural De Las Cosas" forma parte de una trilogía junto a "Tratado De Las Pasiones" y "La Muerte De Carlos Gardel", anterior, por lo tanto, a "Exhortación A Los Cocodrilos" (publicada en Portugal en 1999 y aquí en 2000), "Esplendor De Portugal" (1997 en Portugal y 1999 en España), o sus todavía más recientes "En El Culo Del Mundo" o el último, por ahora, "Libro De crónicas" (1998 en Portugal, 2001 aquí).
Su estilo parece más convencional, por así decirlo, que otros posteriores, donde la desestructuración (y el consiguiente barullo para el lector) son mayores, hasta llegar hasta el caos total que representa "En El Culo Del Mundo" (el órden alfabético, puramente convencional, los ritmos jazzísticos, etc.). También "Esplendor De Portugal" que apunta ya al mundo de "En El Culo Del Mundo", y no tanto en "Exhortación A Los Cocodrilos", donde hay todavía una estructura narrativa coherente e inteligible.
En "El Orden Natural De Las Cosas" hay que comenzar por anotar el sarcasmo del propio título (tendencia que continuará, sobre todo, con "Esplendor de Portugal", que comienza con una estrofa de himno nacional portugués...).
Las obsesiones de Lobo Antunes están aquí presentes, como son la descripción morosa de enfermedades y achaques (deformación profesional, suponemos), la insistencia en lo decadente plasmado a menudo en paisajes urbanos costrosos, la inanidad y el sinsentido de la vida, ejemplificada en las peripecias de personajes grotescos que se limitan a vegetar sin apenas tomar decisión alguna sobre su devenir, etc.
El libro se subdivide a su vez en otros cinco ("Dulces Olores, Dulces Muertos", "Los Argonautas", "El Viaje A China", "La Vida Contigo" y "La Representación Alucinatoria Del Deseo") y vemos a los personajes de un libro volver a aparecer en otro, alcanzando así la obra un carácter coral. Son paisajes urbanos, Lisboa, Coimbra, aunque la presencia de África, de las colonias, está siempre en un segundo plano.
Un escritor, se supone que el propio autor, encarga a un ex–policía que frisa ya la setentena (ex–PIDE) que vigile a un funcionario del Estado, casi cincuentón (los años de Lobo Antunes cuando escribió la novela) que vive en extraño concubinato con una joven diabética (Lolanda). Son esos los "dulces olores", los que despide la adolescente (a crisantemos, un hedor dulzón, de diabética), quien se traslada a la vivienda del hombre maduro, donde conviven en una relación que no incluye el sexo y sí numerosos desprecios para el funcionario. El policía, que se encuentra varias veces con el escritor para darle novedades y exigirle pagos a cuenta, es todo un personaje. Expulsado de la policía política por el nuevo régimen revolucionario, vende cursos de hipnotismo por correspondencia entre otros trabajos de ocasión. De ciento al viento se cepilla a una mulata estrábica (Lucilia) que hace la calle y con la que está a punto de independizarse, hasta que aparece el macró, caboverdiano de pésimo carácter...
Este policía, que no habla como un policía, desde luego, se abisma en sus monólogos con el escritor (esta parte me recuerda mucho a Marsé, esos diálogos donde sólo habla una parte, que publicaba en POR FAVOR, entre un chorizo algo chivato y el comisario al que daba el parte, aunque aquí es el ex–policía el chota), en la decadencia de Lisboa, que está motivada, entre otras razones, por la presencia del Tajo...
"No existe allí, ya lo habrá notado, restaurante donde no se escuche el murmullo del río, donde las vitrinas no ondulen según el humor de las mareas, donde los establecimientos no restallen batidos por las corrientes del Bugio, donde las vidrieras no se encarnicen con pulsaciones de faro. Lisboa es una ciudad sumergida, señor, el agua se cierra sobre nuestras cabezas...".
Entre unas cosas y otras el ex–policía le cuenta su vida. Cuando se le "murió un demócrata durante un interrogatorio". El enfermero que lo atendió le aconseja solícito que "la próxima vez no los dejes marcados, mételes unas pequeñas descargas en la boca que se notan menos que los golpes". Y el director Adjunto le abroncó: "Con franqueza, hombre, use un poco el cerebro, si termina con todos ellos nos quedamos sin empleo, ¿se da cuenta?". Luego un socialista se le tiró por la ventana y acabaron desterrándolo a Ericeira...
Con esta experiencia no le coge de sorpresa que el macarra de Lucília la tunde de vez en cuando ("para marcar posición y en eso lo comprendo").
El ex–PIDE (Ernesto da Conceiçâo Portas, señor Portas) desbarra y a veces llega a sospechar de las intenciones del escritor, no entiende el interés por el funcionario gris que convive con Lolanda, la diabética. Para sacarle más dinero, explica al escritor que por atender a sus gestiones tiene olvidado su negocio de hipnotismo y que a lo mejor alguno de sus estudiantes se queda en medio del trance.
"(...) y ahora, imagínese qué responsabilidad, suponga que un estudiante insensato pone a su madre a flotar en la sala y no consigue bajarla, la señora, hecha una furia..."
Y más adelante, sospechando:
·Me pregunté a mí mismo qué lo lleva a interesarse a usted, un escritor, un hombre que vende novelas, que aparece en la televisión, cuyo nombre sale en las revistas, por un don nadie como ése que vive en un edificio cutre de la Rua Oito, minado por los vapores del río, y por el olor de las alcantarillas que acecha desde los huecos de las paredes como un animal sin destino. Un pajar de la Rua Oito, francamente, qué idea la tuya, tío, un cuchitril de jubilados sirvientitas con el revoque que clama miseria...".
El PIDE, filosofa, monologa delante del escritor. Se fija en una mastina en celo a la que sigue una tropilla de perros de diverso pelaje.
"Nosotros dos, amigo escritor, tú y yo, no tenemos remedio, somos como los mastines de la perra meneando el culo por Lisboa, con la diferencia de que a mí, coño al menos es una mujer, buena o mala, la que me apasiona, mientras que en tu caso te machacas para conocer a un tipo que no vale nada, que nunca valdrá nada, y que el noventa por ciento de las personas pagaría por ignorar quién es, un cincuentón sombrío que vive en la cutrez de la Quinta do Jacinto, amancebado con una chica diabética que se inyecta insulina, que podría ser su nieta y que lo detesta..."
Y sigue el PIDE en sus desbarres, que le llevan a darse cuenta, lúcidamente que:
"(...) que no hay tórtolas, que no existe Lucília, que no existe el Residencial de la Praça da Alegría, que no existe el chulo negro, que no existe la Pide, que no hubo comunistas, que no existió mi pasado (...) que tampoco existe usted, amigo escritor, y que nos encontramos ambos, óigame, no en el Campo de Santana, que jamás existió, con sus pavos reales, sus mendigos y sus locos, sino suspendidos en una especie de limbo, conversando sobre nada, rodeados de tejados y árboles y gente sin substancia, en una Lisboa imaginaria que baja hacia el río a lo largo de una confusa precipitación de callejones inventados".
En el libro segundo, "Los Argonautas", aparece el padre de Lolanda la diabética, que fue minero en Johanesburgo y que anda completamente pirado, deseando encontrarse de nuevo a 300 metros bajo tierra y que en cuanto le dejan tira de pico y se pone a fabricarse una mina. Es de ese mundo de locura y de pobreza del que ha huido Lolanda, para caer en manos del funcionario cincuentón al que ni le deja tocarla, aunque duerman en la misma cama. El funcionario que va espiritándose de amor por la diabética y a la vez que termina arruinándose y viviendo en casa del minero loco, va dando en ángel y al final, asqueado de todo y hasta de Lolanda, hay una escena en la que echa a volar, con alitas y todo, y Lolanda se arrepiente y se da cuenta de que le quiere, pero es demasiado tarde. Además el minero de Johanesburgo y otro majara le disparan y no se sabe si le matan o se va al cielo por sus propios medios...
El libro tercero, "Viaje A China", es la confusa historia de Jorge, un mayor del ejército portugués que conspira contra la dictadura, en los cincuenta. Se le detiene, se le tortura, se le extraen confesiones, va a parar a la cárcel. Pero todo dentro de una gran confusión porque, como en la novela 1984, en realidad no ha habido conspiración, ni hay verdadera oposición La trama en la que participó, las reuniones, los proyectos de sedición, tan sólo eran una estrategia de la propia policía política para detectar y eliminar demócratas. Además, él mismo no sabe qué ha confesado, le achacan la caída de numerosos compañeros, pero, por otra parte, muchos de ellos son los "provocadores". No consigue enterarse de qué ha pasado, por una parte es un traidor, hasta teme por su vida en la cárcel, pues podrían atentar contra él por chivato, por otra parte es incapaz de discernir si en todo aquel montaje había algo de real, etc.
El libro cuarto, "Mi Vida Contigo", es el testimonio, el punto de vista, de Lolanda, la diabética, y habla de su padre el minero, del funcionario al que llama "el que duerme conmigo", al que conoció en una pastelería y que se le declaró en seguida y la pidió en matrimonio. "Un sujeto calvo, bajito y feo, de la edad de mi padre". Y al final, como hemos dicho, se fue volando...
"(...) y yo a él No te vayas, dado que me había habituado a su silencio, dado que me había habituado a tenerlo, a que le gustara, en el banco del nogal, dado que acaso me gustaba, Ana, pese a que le impedía que me acariciase".
En una entrevista el autor explica que esta novela la escribió debido a una enfermedad de su tía (que en realidad fue su verdadera madre). "Tenía un cáncer y para disminuir el sufrimiento tenía necesidad de escribir y terminé escribiendo este libro que tiene una trama casi policiaca, como si así conjuntase y aliviase su sufrimiento". |
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