|
Las Pirañas
|
por Antonio Ruiz Vega
|
|
Escrita (o al menos publicada) entre "La Gran Ilusión" (1989) y "Un Infierno En El Jardín" (1995) es la obra más extensa de Ostiz y quizá la más profunda y valiosa. No guarda mucho parecido con el resto de su obra, puede que algo de su espíritu –lo de ir "de andada"– estuviera en "Pasaje De La Luna", y comparte con ella el marco geográfico, estrictamente pamplonés, pero aquella está ambientada en los años 20 o 30 y ésta es contemporánea a su publicación, o inmediatamente anterior.
Desde el principio se da uno cuenta de que esta obra constituye un cambio total en la manera de narrar de Ostiz. No sólo porque el estilo ha cambiado completamente, es que no tiene nada que ver, sino además porque la temática está tratada de un modo distinto, etc. Dividida en "Jornadas" (cuatro en total) y con el pie forzado que le sirve de hilo conductor de estar narrada, como desde arriba, por unos diablillos o fantasmas que lo ven todo y lo huronean todo (algo así como diablos cojuelos que destapan los tejados, etc.), narra la historia de un abogadillo de provincias en el que es fácil encontrar rastros biográficos del propio Ostiz.
Estamos ante una travesía de la ciudad ("Umbría": Pamplona) vista desde el punto de vista de las tabernas, los garitos, los lupanares, etc. Circuitos siempre diferentes y siempre iguales que nuestro hombre recorre impertérrito en una inacabable "andada" prácticamente sin solución de continuidad, con apenas ligeros altos en el camino para pernoctar en una casa desolada: la suya.
El abogado frustrado, que viene, como casi todos los personajes de Ostiz, de una familia asfixiante, católica y tradicionalista, llegado a la cuarentena, muertos ya los padres, separado de Matilde, su "ex" (que luego muere), se enfrenta al vacío existencial más inmisericorde y en estos cuatro días que narran las "jornadas" deambula de mal en peor por un itinerario urbano mefítico que viene a ser el mismo por donde ha andado los últimos 15 o veinte años, intentando siempre huir del "kilómetro cuadrado" pero sin conseguirlo.
Todas las ilusiones de juventud han pasado, no queda nada por lo que vivir y nuestro hombre, de débil salud mental, es además presa fácil de la sorna y la crueldad de sus semejantes, incluso de sus supuestos amigos. Estas son las "pirañas" (estamos seguros que el autor hubiera preferido llamarlas "sardinas bravas", según la cita genial que encabeza esta obra) que le van devorando, hasta la pasión y muerte final.
Destruido por los excesos gastronómicos, alcohólicos, y por el abuso de la cocaína, nuestro hombre se va despeñando sin prisa ni pausa hacia la muerte. En este itinerario recorre todas las estaciones posibles del dolor y de la humillación, sin que nada le sea ahorrado ni él trate de hurtarse a nada, avanzando sin poder evitarlo, magnetizado, hacia la muerte que le espera al final del camino.
El léxico se hace aquí totalmente coloquial, los giros y palabras de argot, propios de la noche pamplonesa campan por sus respetos. Ostíz se ha metido de lleno en un ambiente que sin duda conoce personalmente. Los personajes, picarescos, esperpénticos, pululan entre dos luces arrastrando sus taras.
La sintaxis está forzada hasta el paroxismo. Páginas enteras sin otra puntuación que las comas, pero la propia musicalidad del narrar le hace inteligible, uno llega a compadrearse con el autor, a entender, a cogerle el tranquillo, a meterse también uno en el estanque de las pirañas y a gozar (poco) y a sufrir con el personaje.
Después de dicho esto, de explicar que aquí se ahorra toda piedad, que no se retrocede ante la descripción del horror, chocará el decir que es una novela muy divertida, siempre que se tenga un sentido del humor especial, algo negro, claro está.
No es difícil darse cuenta de que esta novela surge en medio de una crisis narrativa y suponemos que existencial del autor. Es la única obra novelística que aparece en seis años. Pero, también hay que decirlo, su exorcismo funciona. La obra siguiente: "Un Infierno En El Jardín", pese a que narra más o menos los mismos ambientes que "Las Pirañas" y que repite, incluso, muchos de los personajes, tiene ya un humor que dentro de ser sardónico y cruel es más abierto ("Un Infierno En El Jardín" es, literalmente, una obra desternillante) y se encamina hacia la serena madurez de "No Existe Tal Lugar".
"Las Pirañas" es una obra dolorosa, insoportable en ocasiones. Claustrofóbica, con momentos de verdadero espanto, donde se toca la maldad en estado puro.
Hay episodios donde el drama se alía con el sainete dando lugar a una mezcla explosiva. Así cuando su "ex", Matilde, se suicida, y él decide ir al entierro. El cómo entretiene la espera atizándose varios carajillos, una ración de callos, patitas de cerdo, etc. Luego cuando es descubierto por los familiares de la difunta y corrido a cantazos entre las tumbas. O cuando se queda sólo en el cementerio y le espeta a su "ex" una diatriba de 3 o 4 páginas tremebunda, inmisericorde, llegando a las descripciones más humillantes.
Episodios hilarantes "malgre lui" son también el de su visita a la boutique de un amigo mariquita, cuando se queda dormido fumando un porro entre un montón informe de muebles, o cuando pasa revista a varias toneladas de pornografía y objetos eróticos que guardaba en la trastienda.
Levanta el vello, por el contrario, la descripción de los últimos momentos del protagonista, ya totalmente desesperado, cuando decide acudir a una iglesia y esboza unos rezos confusos donde mezcla todas las oraciones que recuerda de la infancia y trata de reencontrar el camino de la religión, de un modo desgarrador en su autenticidad.
La muerte, absurda, ridícula, atroz, es ya un indigno colofón a una vida sin sentido, sin salida, desperdiciada.
Queda un poso terrible, un mal gusto de boca, a la vez que una conmiseración inevitable con el sufrimiento humano.
"Las Pirañas" es una novela de la que puede firmarse y rubricarse, por una vez y sin que sirva de precedente, lo que se dice en la contracubierta, tanto que sea la novela de plenitud de su autor, que lo es, como que sea (y esta vez no es prosa encomiástica), "una de las obras más ambiciosas y exigentes de la narrativa española actual". Y es más que eso, es un "tour de force", un "do de pecho", un esfuerzo sobrehumano que impresiona y estremece. Hay un Ostiz de antes de "Las Pirañas" y hay otro de después. |
|