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El Pasaje De La Luna
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por Antonio Ruiz Vega
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Si Pamplona es la ciudad natal de Ostiz y por tanto su principal escenario narrativo, aquí encontramos la única incursión que nuestro autor hace en lo que podríamos llamar "Novela histórica", por cuanto está ambientada en tiempos pretéritos, en una época de anteguerra que podríamos situar entre los años veinte y treinta.
Las cronologías nunca son muy precisas ni muy importantes para este autor. Por ejemplo, una novela como "La Gran Ilusión", ambientada en los años 60/70, podría estarlo perfectamente en los 30/40: no hay en ella apenas referencias posteriores ni nada en los personajes o ambientes nos permiten datarlos como posteriores.
Esta intemporalidad -relativa- aletea sobre sus primeras novelas, y desaparece en las que vienen después de "Las Pirañas" donde se da un corte bastante evidente en cuanto estilo y temática. Por volver a "Las Pirañas", hay cierto hermanamiento entre esta y "El Pasaje De La Luna".
Ambas se ambientan en Pamplona (son las dos únicas novelas totalmente ambientadas allí) y vienen a narrar, en el fondo, algo bien parecido: una juerga nocturna, una "andada". Pero mientras que los ambientes de "Las Pirañas", contemporáneos, son casi insufribles en su sordidez, "El Pasaje De La Luna" pertenece a una época en la que Ostiz todavía parecía tener alguna fe en el género humano.
Estamos ante su obra más preciosista, más "literaria", donde todavía queda un espacio para la evocación, para la pura creación/invención de personajes y ambientes, por más que puedan ser perfectamente históricos.
Hay por estas páginas, todavía, un halo neblinoso (aquí la niebla tiene un papel principal) que nos llega a recordar a un Cunqueiro o un Torrente Ballester. Hay, también, un humor distante y amable. El autor parece observar a los personajes desde arriba y divertirse con sus andanzas. |
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