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Jesús Ávila Granados
 por Francisco J. Vázquez

portada Ávila Granados
¿Qué representa este libro para usted?
Después de escribir una obra dedicada a los personajes más oscuros de nuestro pasado (LIBRO NEGRO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA), comprendí que era necesario llevar al lector a visitar aquellos enclaves que, por diferentes circunstancias, han quedado olvidados de nuestra geografía hispana "tanto peninsular como insular", en un viaje a través del tiempo, el espacio y la Historia que obliga, primero al lector y luego al visitante, a ir con los cinco sentidos. Esta obra es la que hace el número 63 de mi producción literaria, y en la que he puesto una parte importante de mi experiencia en el tema de los lugares que más motivan al viajero (que no al turista) a descubrir, siguiendo un orden alfabético de conceptos, desde los bosques a las ciudades, comarcas, construcciones, culturas, enclaves, la España cátara, las huellas del Temple, las raíces del Cristianismo, leyendas sobrecogedoras, lugares malditos, montañas sagradas... para terminar en la ruta del terror.


¿Qué es eso de la comarca del terror?
La comarca del Matarraña, al NE de la provincia de Teruel, entre los Puertos de Beceite, el Mediterráneo y el interior de Aragón, ha sido un territorio encerrado en sus valles que, por un cierto alejamiento con los grandes centros urbanos, ha obligado a mantener en las entrañas de sus Ayuntamientos, espacios de presidio de alta seguridad. No fueron cárceles medievales, sino mazmorras del Antiguo Régimen, creadas a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, y en las cuales, sin ningún respeto al preso, éste era condenado a olvidarse del mundo, después de padecer terribles agonías y toda clase de tormentos, hasta el punto de pedir la muerte a gritos. Las cárceles de La Fresneda, Ráfales, Mazaleón, Peñarroya de Tastavins, y otras poblaciones de esa comarca, producen escalofríos todavía al visitarlas; en sus paredes hay grabados graffitis que transmiten la soledad y el miedo de los desdichados que allí vieron el final de sus vidas. También hubo cárceles eclesiásticas, porque ni los monjes se libraron de las iras de la Inquisición.


¿Por qué españa?
Nuestro país, fruto de una larga secuencia histórica de pueblos y civilizaciones, es el heredero de la cultura de Occidente. Por ello, al arañar en nuestras tradiciones, en el inmenso legado socio-cultural que gravita en nuestra cosmología antropológica, es fácil quedar asombrado de todo cuanto nos queda por saber. Este libro intenta ayudar a quienes desean saber más de nuestras raíces, de los enclaves sagrados, de los mitos y leyendas que subyacen en los pueblos y gentes de la piel hispana, y, a través de las páginas de la obra, he querido transmitir estas riquezas que van mucho más allá de lo físico. Hemos sido siempre una tierra de acogida, con la particularidad de que, al poco tiempo, esa cultura invasora, por muy sólida que fuere, ha asimilado nuestra esencia, para defenderla con todas sus fuerzas.


¿El libro hace referencia a bosques de leyenda?
El bosque fue para los antiguos celtas el centro del mundo, el lugar sagrado por excelencia, en cuyo corazón establecer el aula de conocimiento, dentro del cual, los druidas, ataviados de túnica blanca, impartían las clases a un noviciado vestido de túnica amarilla, que aprendía de memoria las lecciones sobre los saberes del Cosmos, el hombre y la naturaleza. La península Ibérica fue un territorio de celtas, en gran parte de su geografía; estos singulares bosques, a pesar de los 2.500 años transcurridos, siguen inmersos en su atmósfera de esoterismo, magia y poder; Cataluña, Navarra, Aragón, Euskadi, Cantabria, Asturias, conservan algunos de aquellos bosques sagrados, que el lector va a descubrir en las páginas de este libro, para después, en la primera oportunidad, ir a visitarlos personalmente.


¿Si tuviese que elegir una comarca, por cual se decantaría?
España es rica en tierras de leyendas. Cada comarca condensa un patrimonio que supera los límites de lo físico, y en muchos de estos lugares, además, se ha mantenido el espíritu de unas tradiciones, conservadas generacionalmente. Me resulta un poco difícil decantarme por una en concreto, pero podríamos elegir el Valle del Ambroz, en la Alta Extremadura, donde la cultura judía se mantuvo hasta bien tarde; como lo confirma la villa de Hervás, capital de la citada comarca, cuya judería, acurrucada en el seno del sector más septentrional de la población, ha mantenido el nombre de sus calles, y el edificio de la sinagoga; en un puente de piedra está grabada la leyenda de un templario y los amoríos prohibidos de una cristiana con un judío... arriba, en el monte, el mayor castañar de España, relacionado con un acuerdo histórico no menos sorprendente.


¿Hubo pueblos malditos en españa?
Por supuesto. A este tema dedico la Ruta V del libro (Culturas Malditas), donde paso revista a esos colectivos humanos que, en diferentes momentos históricos, fueron víctimas de la sinrazón de los poderes fácticos de su tiempo. Uno de estos pueblos eran los agotes; cuya área geográfica estuvo en tierras de Navarra y el norte de Aragón. Poco se sabe sobre este grupo de personas, que vivieron en los siglos de la Baja Edad Media y el Renacimiento; eran cristianos, porque iban a la iglesia, pero que las autoridades eclesiásticas les prohibió el acceso a los templos, abriéndoles otras puertas, y creándoles otras pilas bautismales, para no "contaminar" al resto de los feligreses; incluso la ropa tenían que lavarla en lugares apartados de la colectividad, porque el sudor de las telas llevaba -según la Inquisición- el veneno del pecado...


¿Y los enclaves de energía?
Es el lugar, la tierra, y no el edificio, lo que es sagrado. Y lo sagrado se corresponde con enclave de energía. Estos espacios energéticos, para los pueblos de la Edad del Bronce y luego celtas, eran consecuencia del nacimiento del tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción, es decir, las capas tectónicas del manto subterráneo de la tierra, al igual que los magmas del núcleo terráqueo. Por lo tanto, para las creencias de los druidas -sacerdotes de la espiritualidad celta- estas energías serían la manifestación misma de la vida sobre la tierra y el origen de su fertilidad. Pero también los enclaves de energía están relacionados con el agua, el líquido elemento que, en forma de nacederos subterráneos fertilizaba la tierra; el contacto con el agua implica siempre regeneración... El agua confiere un "nuevo nacimiento" por un ritual iniciático; por un ritual mágico, cura; por rituales funerarios, garantiza el renacimiento "post mortem" al incorporar en sí todas las virtualidades, el agua se convierte en símbolo de vida... La geografía española está preñada de estos enclaves de energía, entre los cuales destacan San Andrés de Teixido, San Martín de la Val de Onsera, el Monasterio de Piedra, el Cabo de Creus, Conquezuela, Boal, etc.


"España es rica en tierras de leyendas, cada comarca condensa un patrimonio que supera los límites de lo físico, y en muchos de estos lugares, además, se ha mantenido el espíritu de unas tradiciones, conservadas generacionalmente"



¿Y una población, si tuviese que elegir?
Para la temática del libro, han sido once las poblaciones, seleccionadas escrupulosamente, para que el lector-viajero se sumerja en sus mitos y leyendas; localidades de Andalucía, Aragón, Castilla y León, Baleares, Extremadura, Galicia... confirmando que la mayor parte de nuestra geografía tiene mucho duende, que debemos desvelar para conocer y descubrir con los sentidos bien despiertos. El barrio del Albayzín, el corazón morisco de la ciudad de Granada, sigue inmerso en una atmósfera de misterio, donde la historia se confunde con las leyendas; en la Casa Castril, sede del Museo Arqueológico de Granada, situada al borde de la Carrera del Darro y frente a la iglesia de San Pedro, tiene un balcón cerrado, con una frase lapidaria: "esperándola del cielo", en relación a un crimen que se cometió en aquella estancia, que hizo tapiar la estancia, a la espera de la justicia divina.


¿Hubo cátaros en españa?
Fue a partir de la caída de la fortaleza de Montségur -calificada como "sinagoga del diablo" por la Iglesia católica- en 1244, cuando innumerables colectivos occitanos decidieron emprender la huida de su tierra natal, atravesando los Pirineos en maltrechas condiciones, para librarse de las llamas que la Inquisición no cesaban de prender en los pueblos y ciudades, a las que arrojaron a miles de personas, por el hecho de ser calificados de herejes. Estos colectivos humanos -bien en familias enteras, o en individuos solitarios- alcanzaron el interior del antiguo Reino de Aragón, por tierras catalanas, en su afanosa búsqueda del Maestrazgo, que se convirtió en la tierra de promisión. Muchos de estos grupos dejaron testimonio en las comarcas de las Tierras del Ebro, como es la iglesia de Siurana, en el Priorat, donde podemos apreciar un Cristo, sin cruz, en actitud de triunfo, y no de dolor; porque para los cátaros la cruz era el símbolo de la victoria de Satán. En el Matarraña han perdurado innumerables testimonios de la fe cátara; entre los cuales, las estelas discoidales de Fuentespalda, Ráfales, Valderrobres, etc.


¿Qué leyenda elegiría vd. de las que cita en el libro?
A lo largo del tiempo que he dedico a la elaboración de esta obra, al recorrer todos los rincones de nuestra geografía, he podido conocer numerosas, y cada una con sus mensajes. Podría elegir la de Sant Mateu, en la comarca del Maestrazgo (Castellón), en cuya terrorífica mazmorra fue encerrado un extraño personaje que, la tarde anterior no había dejado de importunar los sermones que San Vicente Ferrer daba a las gentes del pueblo, en la Plaza Mayor; la sorpresa fue que, a la mañana siguiente, cuando entró en la lóbrega estancia el santo valenciano, para jactarse de su triunfo sobre ese "miserable", lo que encontró en la mazmorra no fue lo que esperaba encontrar...


Cómo experto en el tema del temple, veo que también hace referencia a estos caballeros en la obra...
¡Claro; cómo iba a dejarme en el tintero a los más singulares caballeros que haya dado el mundo medieval! La historia de la Edad Media no sería la misma sin la presencia del Temple. Los caballeros de la cruz paté tuvieron un papel decisivo en el desarrollo de nuestra Historia, creando, aportando, inventando, desarrollando, protegiendo... ellos fueron los creadores de la primera letra de cambio; nos trajeron la variedad arbequina; fundaron el primer bono de viaje; redactaron testamentos para los viajeros y peregrinos y cimentaron las claves del conocimiento moderno; entre otras muchas cosas. La huella del Temple sigue viva en numerosos lugares de nuestra geografía, incluso en enclaves de Andalucía. En el Cañón del Río Lobos, en Soria, a mediados del siglo XIII, los templarios fijaron el centro neurálgico de la península Ibérica, equidistante entre los cabos de Creus y Touriñán, en Cataluña y Galicia, respectivamente. En las páginas de este capítulo, siguiendo las huellas dejadas por el Temple, el lector podrá comprender algunas de las numerosas claves de nuestra historia.


¿Y las montañas sagradas?
La montaña fue para los pueblos de la Antigüedad como una antena tendida hacia el cielo, para conectar la tierra con las fuerzas más profundas de la espiritualidad superior. Pero no todas las montañas tuvieron este privilegio. La montaña sagrada debía tener un aspecto desde la lejanía como un altar gigantesco de oración, para estar más cerca de las divinidades astrales. Una de estas montañas es Montserrat, en el corazón geográfico de Cataluña, en cuyas entrañas se cree hay un lago de profundas y cristalinas aguas; en esta montaña se rinde culto a la "Moreneta", la virgen negra, patrona de los catalanes, pero también a San Miguel Arcángel, con lo cual llegamos a los templarios de nuevo. No es una casualidad la cantidad de cruces patés que hay en esta montaña, en la cual flota una energía muy poderosa, que no deja a nadie indiferente. Algo parecido sucede en Covadonga, el Moncayo, el Pedraforca, el monte de Santa Águeda, en Menorca, la colina de Santa Bárbara, en La Fresneda (Matarraña), Sant Llorenç del Munt, o Tentudía, al sur de Badajoz.






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