comentarios de libros agapea.com
ir a la home
ir al listado de comentarios
ir al listado de entrevistas
ir al listado de articulos
ir a contacto
ir a ganadores sorteos
ir a articulos de enigmas pendientes
ir a articulos de psicologia
ir a articulos de literatura
  
portada El Amor, La Inocencia Y Otros Excesos
Ficha del Libro:

Título: El Amor, La Inocencia Y Otros Excesos    comprar
Autor: Luciano G. Egido
Editorial: Tusquets
I.S.B.N.-10: 8483101106
I.S.B.N.-13: 9788483101100
Nº P´gs: 288


El Amor, La Inocencia Y Otros Excesos
por Antonio Ruiz Vega

  Tercera novela de este autor salmantino, que supone una ruptura relativa con sus otras novelas anteriores. En efecto, esta transcurre en una época contemporánea y además sus escenarios son variados (Málaga, San Sebastián, Madrid, la propia Salamanca) y no exclusivamente salmantinos, como hasta ahora. No obstante podemos encontrar concomitancias con otra novela, "El Corazón Inmóvil", pues como aquella estamos ante una novela de trama detectivesca donde llega a usarse el mismo método en una ocasión, me refiero al cianuro que si bien en "El Corazón Inmóvil" era de uso digamos que cotidiano en los tiempos de "El Amor, La Inocencia Y Otros Excesos", parece ya un poco anacrónico.

Hay otro paralelismo con El corazón inmóvil y es que el motivo de estos asesinatos (cuatro) termina por ser idéntico al que había provocado la muerte en la Salamanca a principios del siglo XX. De nuevo un pecado contra el amor se castiga con la muerte. Algo que entonces podía contemplarse con cierta comprensión (los ecos del Romanticismo no estaban tan lejanos) pero que en nuestros días –que son los de "El Amor, La Inocencia Y Otros Excesos"– ya no lo es, y la prueba es que el comisario o detective (que poco tiene que ver con el patán lujurioso de la primera novela), confiesa no entenderle y hasta le acusa de fascista, sin duda por arrogarse el derecho a disponer de la vida humana en nombre de ideales.

El protagonista es aquí ese detective que llega en sus pesquisas a descubrir el nexo de unión entre cuatro asesinatos aparentemente dispares y producidos en lugares lejanos entre sí y con grandes lapsos de tiempo entre uno y otro. El primero, en la costa malagueña, a arma blanca, en la persona de un jubilado con pujos de pintor o dibujante de quien se van contando cosas en párrafos que terminan en una especie de coda musical, de lo más estructuralista:

"– Pero a nadie se le mata por dibujar mal

– A nadie se le degüella de esa manera por echar una cana al aire.

– Pero el gusto por la soledad y una incivil misantropía no parecen motivos suficientes para merecer el asesinato.

– A nadie se le condena a muerte por establecer una relación tan estrecha entre la política y la cama".

Este hombre, en suma, tras una vida más bien anodina, se había retirado junto a su mujer a una urbanización malagueña donde pasaba su último tramo vital. Persona desagradable –en eso coincidían hasta los amigos– promiscuo e infiel, había militado vagamente en el entorno del PCE a comienzos de la transición, pero siempre con el norte del ligoteo militante, tan en boga en aquellos años (dicen).

El segundo asesinato, sin relación aparente con el primero salvo la falta de cualquier móvil evidente, transcurre en Salamanca, en un convento de frailes y en la persona de uno de ellos, grotescamente ahorcado en su celda, aunque luego se sabe que previamente se le había machucado el cerebelo. El monje, psicólogo practicante, rijoso y maloliente, tampoco era un dechado de virtudes.

El tercer asesinato, en Madrid, es el que provoca una ingestión generosa de cianuro en el café con leche y sucede en un edificio universitario donde el finado impartía sus conocimientos. La víctima, a quien se tilda de neonazi (o nazi a secas) era cordialmente execrado por todos sus conocidos y parecía merecer, como los anteriores, la muerte por diversos conceptos.

El último caso es la muerte de otro orondo candidato nada menos que en el paseo de la Concha de San Sebastián, cierto que a hora crepuscular, pero a la vista de todo el mundo y mediante el uso generoso de una pistola automática. Llegó a suponerse un atentado terrorista y puede que por eso mismo nadie detuvo al asesino que se alejó parsimoniosamente del escenario tras arrojar al mar el arma homicida.

Un sexto sentido advierte al investigador de que algo une esos cuatro asesinatos, amén de su común impunidad y misterio. La encuesta sobre los cuatro le llevarán muy lejos.

Como suele suceder en toda investigación lo fundamental es hallar el móvil, que en este caso parecía faltar.

"El problema estaba en descubrir el motivo del crimen, porque los crímenes perfectos son los que no tienen motivos conocidos. Si un hombre, por ejemplo, llega a una ciudad, donde nunca ha estado, mata a su víctima sin testigos y sin que nadie sepa su relación con el asesinado, y después desaparece sin dejar huellas, es imposible encontrar al autor del crimen".

Esta es precisamente la hipótesis de Thomas de Quincey, autor del excelente "El Asesinato Considerado Como Una De Las Bellas Artes", y al que no en vano se cita en la segunda línea del primer capítulo. En efecto, si alguien cometiera un crimen sin motivo alguno, sino el de la Obra Bien Hecha, la impunidad estaría prácticamente asegurada. Pero como no parece que De Quincey tenga tan fieles seguidores, al final suele haber siempre algún móvil, y por el hilo, se devana el ovillo.

En los cuatro casos el asesino, antes de matar, se habrá acercado a la víctima, habrá intimado hasta cierto punto, para conocer a la persona, conocer sus motivaciones, juzgarle antes de ejecutarle.

El capítulo 3 está iniciado por una cita de la amante de Picasso Fernande Olivier quien confiesa haberse entregado por completo y haber cometido tonterías. En él veremos cómo un nuevo personaje, Daniela, hizo lo propio, hasta las heces.

Ella se compara con la Odette de Proust. Pero ella, cree, no es igual que Odette, una mujer con amplio pasado y con numerosos amantes, estigmatizada por la sociedad de su época. Daniela confiesa haberse entregado a varios hombres por miedo a la soledad, por aburrimiento, etc. Y haber tenido muy mala suerte.

"¿Por qué me han de tocar siempre los cobardes? Ni por equivocación me tocó un hombre digno y valiente. Todos eran sucios, mezquinos y aprovechados".

(Pág. 183).

Cuando Daniela se separa de su marido, casi deportivamente, cree que todo un mundo se abre ante ella:

"A mis casi cuarenta años, la vida estaba verdaderamente por venir, por inventar. Todo empezaría conmigo y descubriría nuevos sabores que nadie hasta entonces habría gozado y para los que todavía el diccionario no tenía nombres.

Pero, ahora me sucedía todo lo contrario. En siete años el mundo había empalidecido Los troncos de los árboles no eran el recuerdo de otras primaveras, sino arrugas costrificadas por el tiempo
".

El error de abandonar una relación que era noble, la dignificaba y la gratificaba, ella lo atribuye al espíritu de los tiempos, y trae a colación una cita de Passolini.

 

"Viniste al mundo, que era grande y, sin embargo, tan sencillo,

y en él hallaste a quien se reía de la tradición,

y tú tomaste al pie de la letra esa ironía finamente traviesa,

erigiendo barreras juveniles contra la clase dominante del pasado.

La juventud pasa pronto. Generación infortunada...

y comprenderás que serviste al mundo

contra el que "llevaste adelante la lucha":

era él quien quería arrojar descrédito sobre la historia –la suya-

era él quien quería hacer tabla rasa del pasado –el suyo-;

generación infortunada, y tú obedeciste desobedeciendo
".

 

El origen de este temperamento, de esta actitud ante la vida, ella lo descubre en su pasada militancia cristiana, que desembocó, como en tantos casos, en su afiliación a partidos de izquierda:

"La solidaridad cristiana fue integrada en la solidaridad obrera y las oraciones del devocionario fueron sustituidas por las consignas del deber ciudadano".

Cuando ella le es infiel, estúpidamente, él le pide el divorcio rápidamente.

"La maldición última de mi marido, cuando nos separamos, de que nadie me querría nunca, me ha perseguido durante muchos años, como si la estuviera oyendo. No he dejado de intentar demostrarme que él no tenía razón; pero no lo he conseguido.

(...)

Había sido víctima del entusiasmo político, la literatura sin digerir y las secuelas de mi mala educación religiosa".

Finalmente conoce a su último (o anteúltimo) amante y en quien reconoce a una persona "moral".

"Al año siguiente apareciste tú. Por primera vez, después de mi marido, conocí a un hombre moral".

La novela está lograda, sobre todo en las descripciones de los personajes, los ambientes (los olores, siempre la preocupación de Egido por los olores, generalmente malos), las pulsiones de los personajes, la frustración climatérica de Daniela, la extraña personalidad del anciano que pasaporta a los otro cuatro al otro mundo, extraño Quijote, poco propio de estos tiempos y en esta "España hirsuta y mesetaria de la informática y el pensamiento único".

La tesis, todo lo discutible que se quiera, se encierra en la cita de Nietzsche que principia el capítulo 2: "Todo lo que se hace por amor, se hace siempre más allá del bien y del mal". (¡Aplausos¡).
Imprimir comentario  /  Enviar por email
Otros Comentarios Del Mismo Autor/a
1 - La Piel Del Tiempo
2 - La Fatiga Del Sol
3 - El Cuarzo Rojo De Salamanca
4 - El Corazón Inmóvil
5 - Cuentos Del Lejano Oeste

Este libro aún no tiene votos.
¡¡Identificate y sé el primero en votarlo!!

Aún no hay comentarios.