|
Dos Años De Vacaciones
|
por José Mª Figueira
|
|
Recibí aquel regalo de cumpleaños de manos de mi profesora como algo extraño. En aquella época no era muy normal que una profesora te regalara algo. Yo tenía entonces unos nueve años. Me quedé mirando el paquete: era rectangular, no muy grande... por la apariencia me imaginé que era un libro. El papel era bonito.
"Ábrelo" -me dijo-. Así lo hice sin dudar. Ante mi apareció un libro: el titulo “Dos Años De Vacaciones”; el autor un tal Julio Verne; en la portada unos jóvenes parecían náufragos. Miré dentro. Me parecieron muchas letras y pocos dibujos, por no decir casi ninguno.
El libro permaneció en mi estantería sin abrir hasta que cumplí los doce años.
Era verano y estaba aburrido. Sólo se me ocurrió coger aquel libro que tenía guardado hacia tres años y abrirlo; empecé a leerlo, y ya no pude dejarlo. Ante mi aparecían las imágenes que el libro contaba. Allí estaba yo, formando parte de aquello. Durante algunos veranos siempre cogía ese libro y lo volvía a leer; descubrí a Julio Verne, uno de mis autores favoritos. Y años después, gracias a otro autor, mas bien tendría que decir gracias a mi escritor favorito J.J. Benítez, redescubrí a Julio Verne.
Cómo no dejar volar la imaginación, y no formar parte de la tripulación del Sloughi, y de aquel grupo de jóvenes (unos adolescentes casi, y otros aun niños). Quince muchachos, catorce estudiantes y el grumete naufragarían en una isla desierta, y tendrían que hacerse valer durante dos años; aventuras y el espíritu humano siempre presente con sus aciertos y errores. Un pequeño universo con sus pequeños personajes, de diferentes naciones. Un libro donde los niños se hacen adolescentes y estos tienen que hacerse adultos ante la necesidad; todos aportan algo y al final incluso los mas rivales reconocen sus errores y se hacen amigos. ¿No nos estará hablando Julio de la sociedad? Un microcosmos reflejo del mundo, donde al fin y al cabo cuando llegue el momento incluso nuestros mayores enemigos y nosotros mismos nos daremos cuenta de que todos estamos en un mismo barco y somos lo mismo.
¡Ah! Una cosa no le perdono a Julio Verne. No poner ningún personaje español en sus novelas. Aunque a decir verdad a Julio se le perdona eso. Quien sabe si ahora un “nuevo” Julio Verne no lo haría, o quizá ya lo esté haciendo. Quizá solo hay que “saber” buscarlo.
|
|