|
| Las Intermitencias De La Muerte
|
| por Silvia Rodríguez
|
|
“Las Intermitencias De La Muerte”... o de cómo puede influir un hecho tan determinante y tan natural en el proceso de la vida de todo tipo de seres, animales, vegetales y humanos; una paradoja cuando el mismo acto biológico se sataniza o se convierte en tema tabú. En una sociedad de la comodidad, del materialismo del ocio, del disfrute rápido y en jóvenes facultades, que vende potingues contra la flaccidez facial, para acabar con la celulitis, que recomienda productos milagros para retrasar un envejecimiento externo que no es atractivo ni útil, que no vende, que no interesa....
En esta, nuestra sociedad actual, desde el siglo pasado y ya entrado el XXI, es donde se está desarrollando la prolífica obra del genial José Saramago, escritor tardío, viejito observador, solidario hasta la médula, al que no se le pasan por alto los temas que más nos preocupan en la realidad; como si de una carrera a contrarreloj se tratase, el escritor luso no deja de sorprendernos con cada “hijo literario” que gesta con bastante mimo y que da a luz en el momento más adecuado, ya sea a nivel personal de cada uno, o a nivel planetario. Y nos sorprende cada vez con una mejor prosa, con temas más comprometidos, con situaciones más al límite, y con un interés inusitado por comunicar su desasosiego antes de que, quizás, por ley de vida, le sorprenda pronto la Parca al borde de su lecho.
Por lo menos tendrá los deberes hechos, el corazón pletórico, la conciencia limpia...
“Ensayo Sobre La Ceguera”, ”Ensayo Sobre La Lucidez”, “La Caverna”... y ahora, “Las Intermitencias De La Muerte”. Títulos que invitan a la reflexión, en los que sitúa al ser humano al límite del sufrimientos e incomprensión de sus circunstancias vitales, desnudo ante el “sistema”, desprotegido ante el “Big Brother" orweliano. Situaciones “in estremis” del que sale victorioso, con mucho esfuerzo y aturdimiento.
En esta obra se plantea la hipotética situación de que un día la Muerte se decida a no actuar, es decir, que los ancianos moribundos, los enfermos terminales, los accidentados por catástrofes naturales y demás situaciones que puedan acabar con nuestra frágil vida no mueran. Pero incluso ésta se va a convertir en mercancía valiosa porque, ¿quién puede soportar el sufrimiento de un ser querido sin desearle el descanso eterno? Sin embargo, se acabará descubriendo que más allá de las fronteras del país en donde ocurre tal extraño hecho, sí se puede morir; sólo dar un paso, y se llega a la tranquilidad para moribundos y familiares. Pero pronto se prohibirá el traslado macabro hasta que las fuerzas estatales den con la causa de tal fenómeno, contando con que cualquiera con alguien enfermo a su cargo, aunque no grave, pueda cometer un homicidio con total impunidad...
Es así como surgen las mafias que realizan esta tarea morbosa, con encargos cuantiosos, y así un “tira y afloja” entre el gobierno y tales organizaciones; la trama se va desarrollando entre la incertidumbre y el debate moral entre los ciudadanos. Hasta que llega el momento en que la gente vuelve a morir de nuevo... ¿Broma cósmica? ¿Juego del que nos contempla supuestamente desde arriba? Este punto lleva a muchas interpretaciones que el lector sabrá dilucidar.
Lo cierto es al final de la trama que el ambiente se torna sobrenatural y “La Muerte” y ”La Guadaña” terminan personificadas en busca de nuevas víctimas con nombres y apellidos, marcadas, localizadas...
En resumen, una inteligente muestra del buen hacer de uno de los escritores más lúcidos y comprometidos del panorama narrativo actual.
Para incondicionales del autor. |
|
