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La Conjura Contra América
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por Juan Carlos Eizaguirre
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Quizá sea Roth uno de los mejores escritores norteamericanos del momento. Tiene un sello inconfundible que consiste en arrollar al lector con un argumento demoledor y convincente, dirigido con un pulso narrativo brillante, vigoroso, claro. Y es que verdaderamente se luce –y hace disfrutar al lector– con su filigrana de secuencias cronológicas que van más allá de un simple flash back. Además, en esta novela, que es una narración sobre su vida entre los siete y nueve años –pero inventada– se sirve, al contar los hechos en primera persona, de la técnica del monólogo interior, y lo hace admirablemente. En verdad arrasa con su poderío narrativo y argumenta. El único pero en este sentido, a mi juicio, es el abuso de la frase larga que, pienso, desorienta un poco –se ve obligado a abrir paréntesis, guiones...–, e incluso obliga a releer un determinado fragmento.
En esta ocasión el argumento es muy arriesgado. Roth imagina una América entre 1939 y 1942, en la que Charles Lindbergh, el famoso aviador, gana las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos. Quizá la causa de fondo que provoca esta situación irreal sea poco convincente, pero como el lector no conoce esa causa hasta el final... Si admito que a más de uno le pueda defraudar ese hecho. En fin, siguiendo con el argumento: todo se disloca en América. Y es contado por una persona –el propio autor– que por aquellos años era un niño judío de arrabal.
Son aleccionadoras (podríamos hablar de la moraleja de Philip Roth) la presentaciones de las cronologías verdaderas y pequeñas biografías de las personas reales que son personajes de la novela. Incluyendo un demoledor discurso de Lindbergh antes del bombardeo de Pearl Harbour. Crudeza y dos frases que yo calificaría de mal gusto.
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