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Deudas Y Dolores
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por Irene Gil
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Roth es uno de los mejores escritores que en la actualidad tiene EE. UU. Obtuvo el Pulitzer de Literatura en 1997, en plena madurez como escritor. Desde entonces sus éxitos editoriales se cuentan por libros publicados.
Deudas Y Dolores es una novela antigua, si se puede hablar así. Vio la luz en 1961 para ser retocada al año siguiente; pero en los años 89 y 90 la renovó por completo, recreando a su país en la década de los cincuenta. Mondadori la ha editado en España en 2007.
El autor posee un poderío narrativo poco común –de ahí sus éxitos–, que atrapa al lector desde un principio. Esta última frase suena a lugar común, pero ¡son tantos los escritores a los que les cuesta despegar, entreteniéndose en la presentación de personajes y esquemas argumentales! Son como un viejo avión al que le cuesta tomar altura. Poderío narrativo, repito. Y esto por diversas cualidades: primero, quizá, porque sólo le hacen falta unas pocas líneas para retratar a sus personajes, y no con un relato en tercera persona, sino aprovechando un momento narrativo o un simple diálogo. Es un maestro. Diálogo, acabo de decir; efectivamente, es un virtuoso en esa manera de expresión literaria. Envuelve al lector con su dinamismo, tensión e ironía. Quizá por esto último se pueda decir que se diferencia de autores como Faulkner o Steimbeck, que cultivaron una novela más dramática, sin concesiones a la bonhomía, reflejando los caracteres más crudos de los seres humanos.
No es que Roth sea un escritor con humor. La ironía es cosa bien distinta de él: es un arma que puede servir para criticar con más eficacia; que puede servir también para entretener al lector, pues siempre al ser humano le ha gustado divertirse a costa de los pesares ajenos. Triste es decirlo, pero opino que es así.
Tampoco podemos dejar de mencionar la capacidad de fabulación que, unida a la belleza formal, nos presenta una novela excepcional.
El futuro lector puede amilanarse ante el excesivo número de páginas, pero si tomamos en consideración que es un gran monumento a la belleza...
Quizá pueda molestar a más de uno si se tiene en cuenta la floja o nula defensa del matrimonio, el egoísmo desaforado de algunos personajes, la poca valoración de la familia y algunas situaciones procaces. En definitiva, un marco que puede desorientar por ser algo desgraciadamente corriente. Para público adulto y un poco culto.
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