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Pedro Palao
 por Bibiana Ripol

portada Palao
¿Se acerca el fin del mundo?
Lo que está claro es que nuestra forma de civilización, tal y como la tenemos organizada hasta ahora, va hacia el cambio político, social, religioso y económico. Un cambio que será apocalíptico o no, en función de la capacidad que tenga la humanidad de enfrentarse a las nuevas situaciones. Si hablamos de fin del mundo tenemos que contemplar la “lotería cósmica” o si lo prefieres, aquellos hechos que pueden suceder de una forma natural como el gran terremoto que todavía no se ha producido y que se prevé sea de intensidad 10 u 11 (a escala 12 partiría la Tierra); el gran tsunami que puede producirse en el Atlántico y que dejaría en marejadilla lo ocurrido en Asia, etc.


Hace 65 millones de años un meteorito acabó con los dinosaurios, ¿podría ocurrir de nuevo un acontecimiento de envergadura similar?
Sí, el cielo cae diariamente sobre nuestras cabezas, otra cosa es que lo haga en partículas que son inofensivas. El gran objeto que impactó contra la Tierra y que terminó con los dinosaurios, nos queda un poco lejos, pero no ha sido el único. En Tunguska, Siberia, impactó otro “pedrusco celeste” a principios del siglo XX, “la suerte” es que cayó ahí y no en Bruselas, no olvidemos que la potencia destructora de lo ocurrido en Tunguska fue de 1000 veces la bomba atómica. ¿Te imaginas el efecto en el centro de Europa?


¿Nosotros somos el apocalipsis?
Sí, aunque esa es más una cuestión metafísica que real. La vida contempla la evolución y la extinción. La extinción es lo natural, para dejar paso a otras especies y formas de vida. Ahora bien, el ser humano siempre ha temido que se le acabe el mundo y nuestro comportamiento, real y no sólo espiritual, nos conduce a ser, más que el Apocalipsis, los favorecedores de él, gracias a las guerras, a la investigación armamentística, a las destrucciones de los ecosistemas y a la facilidad que tenemos en contribuir a la extinción de las especies, por citar sólo algunos ejemplos.


¿Coinciden la ciencia y la paraciencia al hablar de próximas catástrofes?
En parte sí, aunque la ciencia lo mide en conceptos de estadística y probabilidad, mientras que la paraciencia lo hace en revelaciones o manifestaciones proféticas, sin duda, mucho más subjetivas. Los profetas siempre han hablado de una gran peste apocalíptica, ahora la ciencia nos indica que tarde o temprano el virus de la gripe aviar mutará, pasará al ser humano y padeceremos una pandemia a escala mundial. Una pandemia de la que posiblemente estemos ya a las puertas. Han hecho un cálculo –y no ha sido un vidente– de que una infección humana por dicho virus en China, tardará sólo seis meses en invadir España.


¿Cuándo dicen las profecías que sucederá el próximo atentado internacional?
Las profecías –salvo casos muy concretos– no entran en atentados sino en contiendas o confrontaciones de índole más generalizada y que son capaces de afectar a varias naciones o culturas. De todas formas, la buena noticia es que se preveían –desde el punto de vista profético– contiendas internacionales graves para agosto y diciembre del 2005 y para febrero de 2006 y teóricamente no ha pasado nada... aunque siguen las guerras, las matanzas en Irak, los conflictos en Afganistán, el cada vez más incipiente problema con Irán, la irresoluta crisis de las caricaturas, etc.


Algunos videntes han profetizado el fin del sol, ¿qué dice la ciencia al respecto?
Cada vez falta menos para que el sol explote y con él la vida en nuestro planeta. La buena noticia es que todavía tardará unos cuantos millones de años en pasar, pero sucederá, no porque sea un castigo de los cielos, sino porque es un proceso normal en las estrellas.


El tsunami, ¿estaba profetizado?
Específicamente no, aunque más de una profecía nos dice “las aguas cubrirán la tierra”. Uno de los grandes profetas como Edgar Kayce anuncio: “La tierra se romperá… las zonas costeras se inundarán”. Otro visionario como George Valley dijo que el tiempo de las inundaciones a gran escala, que anunciaba un gran Apocalipsis, se iniciaría con inundaciones en la India. Más allá de las profecías sobre estas desgracias, merece la pena que nos paremos a pensar qué pasó en 2005 durante la temporada de huracanes. El Katrina fue el más popular, pero recordemos que la intensidad y el número de huracanes rompió récords, tanto que se tuvo que alargar la lista. ¿Casualidad? Quizá sí, pero algo está pasando.


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El terremoto de san francisco, ¿también estaba profetizado?
A tono pasado sí, aunque lo peor está por llegar. Desde un punto de vista empírico San Francisco está sentenciado. El riesgo de que padezca un terremoto mucho más devastador –el de 1906 acabó con la de la mitad de la población de la época– es muy elevado. Ahora bien, los videntes efectuaron sus predicciones en las décadas siguientes al terremoto. Edgar Cayce, por ejemplo, dijo en 1932 que a finales del siglo XX se producirían graves catástrofes y que San Francisco estaba amenazada. Acertó, pero sólo a medias. En 1979 hubo un terremoto de 5,7 y la ciudad respiró tranquila. Pese a ello, Cayce dejó escrito que tanto Los Ángeles como San Francisco desaparecerán luego de una gran convulsión tectónica generalizada y, que lo harán, justo antes que desaparezca Nueva York.


¿Qué hay del cambio climático?
Particularmente creo que ya lo estamos viviendo. Otra cosa es que todo el mundo se empeñe en decirnos que las exageraciones meteorológicas de los últimos años son una casualidad o un “ajuste natural de la Tierra”. Tenemos un efecto de calentamiento real. El hielo de Groenlandia se está fundiendo demasiado deprisa y el cálculo, científico que no profético, es que la velocidad se incremente si no hacemos algo. De ser así, el nivel del mar puede subir hasta 7 metros. Bangladesh, Holanda o Florida, pueden quedar sumergidas y eso por citar solo algunas poblaciones. Por otra parte la Agencia Europea del Medio Ambiente, dijo el pasado año que para este siglo las cosas no van a ir mejor. Los investigadores anuncian la desaparición de los inviernos gélidos y presagian tórridos veranos con temperaturas bastante extremas y por ende peligrosas. La vidente Jean Dixon afirmó a mediados del siglo XX, en una de sus múltiples profecías, que: «el sol abrasará a los hombres, que morirán por doquier cuando se acerque el fin». Si tenemos en cuenta que en 2003 fallecieron, a causa del calor extremo, miles de personas en toda Europa, podemos decir que la cosa no es para tomársela a coña.


¿Ha resurgido el anticristo?
Yo me pregunto, por un lado a quién le interesa que sigamos pensando en él o mejor dicho temiéndole y, por otro, si ha dejado de estar presente alguna vez. Evidentemente no, al menos la concepción más arquetípica que tenemos de él como criatura del mal capaz de acabar con el mundo. Nostradamus, Rasputín, Kayce, todo el mundo lo ha anunciado, la pregunta está en saber si debemos esperar a uno o a varios a la vez. Como indico en el libro creo que debemos tomar la figura del anticristo como concepto y no sólo como personaje, ya que muchos son los que tienen los números para serlo y cuidado, porque pueden estar tanto en oriente como en occidente.


¿Se acerca una tercera guerra mundial?
Bueno, hay quien dice que ya estamos en ella y Nostradamus anuncio hasta cuatro. Desde lo de las torres gemelas –que por cierto no estaba profetizado por Nostradamus–, hay una guerra más o menos abierta entre oriente y occidente. Una lucha entre civilizaciones y culturas, más que entre países y fronteras.


¿Qué se puede hacer respecto a las profecías? ¿hay algún modo de cambiarlas?
Verlas con cierta distancia sabiendo que ciertos vaticinios de la ciencia pueden ser mucho más acongojantes, además de objetivos, que las visiones. Por tanto también deberíamos tenerlos en cuenta. Creo que las profecías son puntos de referencia, valores que debemos tener en consideración, sin alarmismo, ni como verdades absolutas y que a cada uno, de forma particular, le deberían servir para darse cuenta de que todos estamos metidos en una gran partida de ajedrez. El problema es saber quién o qué, ha sacado las fichas de la caja y con qué fin se lleva adelante este macabro juego que a veces es la vida. Y, lo más importante, deberíamos asumir que pese a que pueda parecer lo contrario, en el fondo, todos somos peones en un tablero cambiante y con normas que no siempre están escritas.


¿Qué les dirías a todos los que continúan opinando que todo es una simple casualidad?
Que están en lo cierto. Que todo hecho es una casualidad hasta que puede ser explicado, encaja en otro, o tiene sentido. Las profecías, por el momento, no tienen explicación, sólo sistemas –a veces extremada y peligrosamente subjetivos– de ser interpretadas. Precisamente, en este libro, lo que hago es explicar cómo “casualmente” están pasando cosas reales que “coinciden” con advertencias proféticas. ¿Casualidad? Seguro que sí. Pero como ya defendía en mi obra, “Los Guiños Del Destino”, las casualidades forman parte de un código que cada uno debe, si quiere, interpretar.






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1 - por Bibiana Ripol [ Noviembre de 2005 ]