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Enrique Del Pino
 por Francisco Contreras Gil

La Historia debe darnos noticia de lo que pasó y explicarnos por qué pasó, ya sean involuciones o revoluciones, pues todo forma parte de la realidad, que en estado puro debe coincidir con la verdad. Ese y no otro es el fin del nuevo libro publicado por la Editorial Aladena del escritor malagueño Enrique del Pino y titulado Diccionario de la España Convulsa. Una obra polemica, que es en sí misma una excepcional y detallada labor de investigación recopilatoria en archivos, hemerotecas y bibliotecas para recabar los nombres y términos que marcaron la convulsa etapa que va desde la II República, La Monarquía hasta la dictadura de Francisco Franco para que el lector pueda tener una mejor comprensión de nuestro pasado. Hemos hablado con Enrique del Pino para saber más detalle de éste su último proyecto editorial.
portada Del Pino
En tu dilatada carrera como escritor has tocado muchos géneros. desde la poesía, pasando por el teatro, la novela, artículos de opinión en prensa...¿por qué ahora un diccionario?
La profesión de escritor debe haber sido pensada para dar cuenta de la realidad en el mayor número de formas posibles. De ahí que, dado que lo real es múltiple, su reflejo también lo sea. Cuando me planteo un asunto estimo cuál es el género (o subgénero) que mejor se adapta a su tratamiento, pues no reclaman lo mismo una emoción aislada, una reflexión serena que una invención meramente literaria. Elegida la forma, abordo el contenido. El resultado es, como es natural, consecuente. En cuanto al Diccionario de la España Convulsa no se debe olvidar que es un ensayo, sólo que expresado por orden alfabético, modalidad que en su día consideré más adecuada para el uso del lector.


A lo largo del diccionario de la españa convulsa encontramos los nombres y apellidos de personas vinculadas a la historia y la milicia pero también a referentes dentro del arte y las ciencias. ¿cuáles han sido las pautas para incluir a unos y a otros?
Como tal diccionario debe recoger la gama más completa posible de lo que fue la España que trato de presentar. En aquella década descollaron personas de todos los oficios y dedicaciones, de todas las tendencias e ideologías, a las que debía reservarle un lugar, pero no menos atención merecían conceptos, situaciones, costumbres y usos, modas, y hasta refranes de la época. El objetivo era revivir aquella década lo más fielmente posible, y así, aunque el adjetivo convulso refleja la triste circunstancia de la guerra civil, también hubo alegrías y esperanzas.


De todos los personajes que plasmas en tu obra ¿cuál ha sido el que más te ha llamado la atención y por qué?
Ninguno en especial en cuanto a personalidad o singularidades; sin embargo, a los que entendieron con claridad qué estaba pasando en España a partir de la proclamación de la República, y obraron en consecuencia y con lealtad, fueran del bando que fueran, los admiro.


Imagino que para la selección habrás tenido que buscar y rebuscar horas y horas en archivos, hemerotecas y bibliotecas...
Ciertamente. Un trabajo como este lleva muchas horas, días, semanas y meses, sobre todo porque es necesario constatar y verificar los datos. Pero por fortuna dispongo de buen almacén de ellos, que he ido acumulando desde la juventud.


Afirmas en tu prólogo que el diccionario de la españa convulsa es una obra oportuna pero no oportunista en unos momentos en el que los trabajos y publicaciones sobre la segunda república y el alzamiento nacional, tal y como usted cita en la página 7, que dio origen a la guerra civil española son abundantes ¿existen las dos españas o hemos aprendido de nuestros errores?
En primer lugar, que es una obra oportuna pero no oportunista no lo digo yo sino mi prologuista, el catedrático de Sociología de la Universidad de La Coruña don Gerardo Hernández Rodríguez. En segundo, la causa de la guerra civil de 1936/39 no fue lo que usted llama Alzamiento Nacional y yo denomino golpe de estado sino la situación existente desde la misma proclamación de la República, y con mucho desde antes. Cuando se produjo dicho golpe, el 17 de julio de 1936, el Gobierno legal de la República, que no legítimo, se encontró de repente (aunque esperaba algo), ante un acto de rebeldía de unos militares, que ciertamente triunfó en parte del territorio nacional. El Gobierno, en buena medida por su inepcia, tozudez y perversión ideológica, trató de remediar el roto como pudo pero no supo acertar. En consecuencia, tardó dos o tres semanas preciosas en reaccionar, justamente las que necesitaron los rebeldes para fortalecer su posición. En mi opinión, la guerra civil no comienza hasta el 6 de agosto, fecha en que se trasladan las tropas de África a la península (el llamado Convoy de la Victoria), y comienzan los enfrentamientos entre tropas regulares, y esto no sucede hasta que se inicia la marcha hacia Madrid por la ruta de la Plata, ya en tierras de Extremadura. Es en ese momento cuando el estribillo de las dos Españas, que ya se cantaba y recitaba, toma cuerpo. Otra cosa es si los errores que se cometieron nos han enseñado algo. Repase usted la situación política actual y tendrá la respuesta. La mía es que no, lo que ocurre es que la España de hoy se asienta sobre bases económicas, sociales y culturales distintas, y, por eso mismo, el fantasma de una nueva guerra queda muy lejano.


En la facultad nos enseñan a los periodistas a buscar la objetividad en los trabajos. ¿crees que es posible informar y ser objetivo o el autor/escritor siempre se ve influido por sus creencias político-religiosas-culturales?
La objetividad a que deben ceñirse los historiadores es un cuento chino. En rigor, en todos los campos del saber, y mucho menos en las ciencias (aunque parezca mentira), la objetividad no es posible. Piense usted que un periodista, un historiador, ya están comportándose subjetivamente por el solo hecho de elegir la pregunta o el asunto a dilucidar. Esta operación ‘selectiva’ tiene un nombre: manipulación. Una prueba de lo que digo puede encontrarla todos los días en los titulares de los periódicos, que están enteramente ideologizados. Lo que pasa es que existen unas señales sutiles, que dependen mucho del genio de la persona que se manifiesta, según las cuales el acercamiento o alejamiento a o de la verdad es más patente, y esto mitiga bastante la parcialidad del mensaje. En cualquier caso, este Diccionario de la España Convulsa, como he dicho, es un ensayo, y todo ensayo no es sino la forma expresa en que un autor da a conocer sus opiniones sobre las cosas. La objetividad que se reclama debe estar acorde con el criterio de verdad que se ajuste a los cánones morales que han hecho posible nuestra civilización occidental. Toda desviación en esto será subjetivismo perverso.


"La objetividad a que deben ceñirse los historiadores es un cuento chino. En rigor, en todos los campos del saber, y mucho menos en las ciencias (aunque parezca mentira), la objetividad no es posible. Piense usted que un periodista, un historiador, ya están comportándose subjetivamente por el solo hecho de elegir la pregunta o el asunto a dilucidar"



¿A qué tipo de público está destinado el diccionario de la españa convulsa publicado por la editorial aladena?
A toda persona inquieta que se preocupe por nuestra historia reciente. En realidad, a todo el mundo.


Das comienzo al diccionario con una introduccion/opinión historica, en la que tras la lectura, y según mi opinión pesonal los ilustres de la cultura con ideologia de izquierdas no quedan muy bien parados, para que el lector ubique el tiempo, la época, sobre la que desarrollas el dicccionario de la españa convulsa. páginas en las que podemos leer que “a la desconcertante izquierda actual, que entre otras iniciativas más o menos surrealistas ha echado a sus espaldas la innecesaria carga de recuperar lo que llaman “memoria histórica”... ¿crees innecesarios los proyectos de la memoria histórica? ¿es tu diccionario sino una recuperación de la memoria histórica?
En primer lugar, toda memoria es histórica, porque somos esencialmente historia, como apuntó Ortega. Mi diccionario, en tanto que producto editorial, está pensado para rescatar del olvido o de la incuria episodios de la más varia condición. Ahora bien, desde una premisa elemental, que acabo de apuntar en la respuesta anterior: con arreglo a nuestra cultura, que hoy se condensa en el término Occidente, aunque esto habría que matizarlo. Europa, sobre todo, y luego América en toda su extensión, conforman el Occidente en el que nos movemos, y esto, se quiera o no, tiene raíces claras: el judeocristianismo, Grecia y Roma y los movimientos centroeuropeos a partir del siglo III a. C. En el caso español hay que añadir la influencia arábiga, aunque el tratamiento que hemos de dar a este pueblo invasor merece comentario aparte. Con estos mimbres hemos construido lo que tenemos y es así que esa historia nos muestra la recta del camino. Pero a lo largo del recorrido hemos desviado muchas veces a callejones sin salida, los cuales hemos tenido que desandar para reincoporarnos a la carretera principal, que, no lo olvidemos, se dirige indefectiblemente al punto que Theilard llamó Omega. Pues bien, en esos errores hemos caído todos, desde los pueblos antiguos esclavistas hasta los oscuros pasillos inquisitoriales de toda Europa (no sólo de España), y de la caída y la expiación ha resurgido nuestra cultura una vez y otra. Pues bien, bajo esta premisa, desde la segunda mitad del siglo XIX las izquierdas y las derechas de esta parte del mundo equivocaron la senda, aunque más los primeros, y aunque no se puede negar que tuvieron aciertos, los hechos han demostrado qué camino es el recomendable. Otra cosa habría que decir si a esa izquierda, en España, le ponemos siglas, lo cual, tal como lo percibimos desde posiciones serenas, entra de lleno en lo que en todas partes se entiende por perversión.


Explicas que la historia, es la que es, no la que algunos iluminados o falsos mesias quieren que sea. ¿qué les puedes decir a los lectores de www.comentariosdelibros.com que piensen que tu eres uno de esos falsos mesias de la historia?
Justamente, la historia es la que es y no la que algunos quieren que sea. A los lectores de esta entrevista he de decir que están en su derecho de pensar que mi criterio es erróneo, tanto cuanto yo pienso que lo son los que difieren sin argumentación convincente. Pero lo que es seguro es que siempre he huido de mesianismos y redentorismos. Lo que pienso lo digo y santas pascuas. Y si alguien consigue convencerme de que algo que he dicho está equivocado, inmediatamente lo reconozco e incorporo la rectificación a mi acervo, sin falsa modestia y sin petulancia. Y sin rubor.


¿Nos podrías adelantar futuros planes editoriales?
En este momento trabajo en varios proyectos a la vez: novela, ensayo y asuntos varios, pero me parece prematuro adelantar nada. Tenga en cuenta que este año han salido dos libros míos y uno más lo hará antes de fin de año. De vez en cuando tengo que descansar.






(C) Fotografías: Archivo Francisco Contreras Gil / Francisco J. Vázquez
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