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| Una Novelita Lumpen
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| por Carlolina A. Navarrete
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Una narración alejada de una pretensión pedagógica que moraliza, primando lo caótico desde la perspectiva interior y confusa de una mirada retrospectiva que narra, es la propuesta del escritor Roberto Bolaño, quien a través de 128 páginas nos conduce en "Una Novelita Lumpen" por la experiencia (de)formativa de Bianca, muchacha que en la primera página del libro nos confiesa su orfandad, tras el infortunado accidente de sus progenitores: "Nuestros padres murieron en un accidente automovilístico durante las primeras vacaciones que hicieron solos, en una carretera cercana a Nápoles, creo, o en otra horrible carretera al sur." (13) Este carácter incierto y azaroso de la desaparición de sus mentores se propaga a lo largo de toda la novela como un signo "escritural" capaz de manifestar el sin sentido y la degradación de unos personajes marginales, los cuales se mueven en un presente evasivo, debatidos entre programas-concurso de la 'caja idiota', revistas pornográficas e imágenes estereotipadas de físico culturistas, todo esto bajo la tentativa de arrimarse a una orilla que los saque del naufragio y les permita asentarse cómodamente gracias a la esperanza de concluir con éxito el robo a un ciego y enajenado ex físico culturista, alias 'Mister Universo'.
Lo interesante es que la carnada de este presunto robo será nuestra narradora-protagonista, Bianca, la cual es instigada a prostituirse para así usurpar el dinero de la supuesta caja fuerte de Maciste, a pesar de que ella misma niega la posibilidad de convertirse en una prostituta: "Busqué trabajo. Todas las mañanas compraba el periódico [...] Las ofertas eran mayormente para trabajos de puta, encubiertos o no, pero no soy una puta, fui una delincuente, pero no una puta." (15) Pareciera que a nuestra antiheroína le parece más digno el hecho de delinquir que el de vender su cuerpo, lo cual respondería a una inversión del orden en un espacio ideológico definido por valores provenientes de la periferia, donde el escenario compartido por Bianca y su hermano es arrebatado por unos personajes también desarraigados invadiendo el espacio dejado por sus progenitores:
"Una tarde mi hermano llegó con dos hombres. No eran sus amigos, aunque mi hermano así quería creerlo. Uno de ellos era boloñés, el otro era libio o marroquí. [...] se quedaron a dormir. - ¿Dónde van a dormir?. No hay sitio -le dije a mi hermano. Éste me miró con aire de superioridad, como si tuviera la situación controlada. -En el dormitorio de nuestros padres -dijo". (27)
Lo insólito es que estos inciertos personajes no sólo irrumpen un espacio ajeno sino que también se posesionan del cuerpo de la protagonista, lo cual contribuye al sin sentido y al absurdo de su devenir:
"Mientras estaba en la cama, como digo, con la luz apagada y los ojos abiertos, sin esperanzas de poder conciliar el sueño, uno de ellos entró a la habitación y me hizo el amor. Creo que fue el boloñés. [...] esa noche volví a hacer el amor con uno de los amigos de mi hermano y la noche siguiente y la que siguió a esa noche también, y todas las noches de aquella semana y la semana que vino después". (38 -39)
De esta manera, Bianca se ve envuelta en una rueda azarosa e incierta donde su voluntad es relegada a unos mentores adoptivos, precursores de un proceso formativo carente de una doctrina edificante. Precisamente son ellos quienes la inducen a prostituirse y a convertirse en- como ella lo afirma- una delincuente: "No me gustaba mi vida. Las noches seguían siendo claras y diáfanas, pero yo estaba dejando de ser una huérfana y comenzaba a internarme en un territorio aún más precario donde no tardaría en ser una delincuente". (57) Como podemos apreciar la vida de la protagonista se va configurando hacia un desenlace de ruina y precariedad asumiendo su rol de puente entre la prostitución y el desfalco. Lo curioso, y que por cierto no estaba entre los planes de los estrategas del robo, es que en la casa de Maciste nunca se pudo hallar la famosa caja fuerte y que, además, se crearía un lazo entre Bianca y el ciego ex físico culturista. Podríamos decir que en este período de reclusión Bianca experimentó un proceso, si bien colindante con la degradación, también lúcido ya que, a partir de su experiencia con el ciego, ella empieza a comprender su caótico mundo y a cobrar la valentía necesaria para enfrentarse con su propia historia. Se infiere, entonces, que Bianca logra despertarse de un sueño fatuo que la ha tenido aturdida y descontrolada por tanto tiempo:
"En esa época soñaba mucho y olvidaba con rapidez casi todos los sueños. Mi vida en realidad era como un sueño [...] Y entonces me desperté y esa noche hablé con los amigos de mi hermano y les dije que Maciste tenía dinero pero que yo no quería saber nada del asunto [...] Luego les dije que tenían que marcharse [...] que hicieran sus maletas y se fueran". (118-120)
De esta manera, nuestra protagonista corta los lazos de esos preceptores adoptivos y recobra por fin su libertad, configurándose la posibilidad de enmienda de los sucesos pasados y revirtiendo, en cierta forma, la equivocación y el orden truncado de los acontecimientos. Si Ortega y Gasset nos dice que "La vida es abandono del ser en disponibilidad", entonces, Bianca, empleando un término de Ortega, no se vegetaliza ya que es posible observar en ella, al final de la novela, su propia revelación como una lucha con su entorno para, de una vez por todas, suturar las manifestaciones de su yo dividido.
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