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Sólo un Muerto Más
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por Juan Carlos Eizaguirre
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La novela es de excelente factura. Vaya dicho esto por delante porque, para mí, Ramiro Pinilla es un escritor que se sale de lo corriente. Y lo corriente es, tras haber ganado el Nadal y el Premio de la Crítica en 1961 con Las ciegas hormigas, y haber sido finalista del Planeta en 1971, seguir en el mundo editorial y abrirse paso, pues hay mimbres, en el proceloso mundo literario.
Pues no. Nuestro autor, se retira a editoriales “más artesanales” (¿qué es eso?) durante treinta años, para irrumpir a los 84 o 85 años en la gran competición con una fabulosa, bien trabajada y algo larga trilogía, titulada Verdes Valles, Colinas Rojas. Éxito de ventas y ganadora de varios premios. Y no satisfecho con esto, “repleto de juventud en tarde de áurea madurez”, ha reeditado Las Ciegas hormigas y ha escrito una novela policíaca de bastante mérito, de la que ahora nos vamos a ocupar.
Se desarrolla en Getxo, lugar del País Vasco por el que Ramiro Pinilla tiene bastante querencia para ubicar sus novelas. En Getxo se desarrolla la trama de Las ciegas hormigas y la trilogía Verdes Valles, Colinas Rojas.
Sólo un hombre más es un virtuosismo literario. Sancho Bordaberri es un librero de Algorta (Getxo), al que le apasionan las novelas negras americanas en boga (estamos en el año 1947). También le gusta escribir, pero toda su obra literaria es rechazada por las editoriales a las que envía sus manuscritos. Un poco soñador y aventurero, decide hacerse detective privado, al igual que sus héroes americanos. Esta idea forma cuerpo al recordar el homicidio en la playa de Arrigúnaga de un joven, meses antes de comenzar la Guerra del 36 y que, precisamente por la Guerra, el asunto fue dejado de lado.
Nuestro detective, que ahora se hace llamar Samuel Esparta, comienza a indagar, a hacer preguntas... y la trama sigue. Pero yo creo que lo más importante de la novela está en el excelente uso de la técnica de la meta novela, es decir: Sancho sigue existiendo, con sus inseguridades y falta de ventas, a la vez que, sin solución de continuidad se convierte en Samuel Esparta, atrevido y sagaz. Digamos que no es un estado esquizoide, ya que por las mañanas se viste de chaqueta y corbata para representar mejor su papel de detective, que le llevará a escribir una buena novela realista, que es lo que a él le hace falta. Pero la meta novela esta servida, y muy brillantemente además, sin confusiones. Dicho esto, y asumido por el lector, he de decir que hay una novela más, que aflora en el bullicio de las dos anteriores y en el bullicio de las diversas tramas. Sí, Pinilla consigue introducir una novela dentro de su meta novela. Pero lo más importante es el encaje de bolillos para llegar a buen puerto y descubrir al asesino. Porque hay un asesino, ¿no?
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