|
Las Ciegas Hormigas
|
por Juan Carlos Eizaguirre
|
|
No cabe duda que en la Editorial Tusquets han sabido tratar como se debe a Ramiro Pinilla. Ahí están las tres últimas tres obras de este octogenario vasco que desde mediados de los setenta estaba reñido con el mundo de las grandes editoras e iba por libre con sus ediciones “artesanales”, dice.
Las ciegas hormigas fue Premio Nadal 1961. Era ya entonces un importante galardón. En la novela el lector se va a encontrar con un Pinilla ya maduro (39 años); escritor con cuajo, con una visión de la vida que él diría realista, pero que en realidad es pesimista, experimentado en la lucha por el vivir de cada día. Su estilo parece tallado en piedra, osco, muy propicio para describir el carácter y laconismo del hombre del casero vasco. Quizá, o sin quizá, se excede en su descripción de personajes y lugares; en este sentido, recuerda en ocasiones al tremendismo de Camilo José Cela y su Familia de Pascual Duarte.
Se podría decir que Las ciegas hormigas (no Ramiro Pinilla) pertenece a un estilo tardo romántico triste español, que se encuentra sobre todo en Cataluña. Por ejemplo: Mercedes Salisach (Planeta), Carmen Laforet (Nadal)… o Carmen Martín Gaite y Aldecoa en Madrid… no me vienen a la cabeza más nombres. De hecho no crean una escuela literaria, y muchos derivan a estilos más actuales. No obstante triunfaron y recibieron premios y reconocimiento crítico; no de todos, pero sí de buena parte de la crítica. La mayoría vive; no estamos hablando de unos tiempos remotos.
Volviendo a la novela que nos ocupa… pues sí, es de un romanticismo triste, impropio del Pinilla posterior, pero de todas formas ese romanticismo no es amatorio, suave y vaporoso (que hay veces que los lectores confunden los términos). Es trágico. Se trata de una lucha titánica contra todo: la tierra, el clima, los poderosos, la propia familia. El autor presenta una sociedad desgarrada tras la Guerra Civil (guerra entre hermanos), padeciendo muchas necesidades.
En esta situación, un barco cargado de carbón es arrastrado por el temporal a los acantilados de La Galea, en Getxo (Vizcaya). Es una zona rural en ese tiempo, en su mayor parte. Sebas vive en uno de los caseríos con su esposa y cuatro hijos. La tentación de hacerse con una buena parte del carbón es fuerte, pero la Guardia Civil vigila.
De una manera dramática e indómita se precipitan los acontecimientos. Pinilla esgrime un estilo novedoso para esos tiempos: el monólogo interior, con varios narradores; también alguna secuencia con flash back. Pero el peso de la narración lo lleva Ismael, el hijo pequeño, de 14 años.
No ha pasado el tiempo por encima de esta buena novela, quizá demasiado agria y con una concepción pesimista de la vida y del hombre, pero que a la vez enaltece su capacidad de trabajo, reacción y coraje para sobreponerse a las dificultades. He echado de menos algún sentido trascendente en situaciones de tanta angustia y dolor.
|
|