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Sherlock Holmes Y Las Huellas Del Poeta
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por Carlos Moreno
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La jalea real de Holmes parece ser que todavía le aporta la energía necesaria para todavía seguir con vida, al menos con vida literaria. La última dosis de esa jalea se la ha aportado el escritor asturiano Rodolfo Martínez –ganador del Premio Minotauro 2005 por su obra Los sicarios del cielo- a través de su obra "Sherlock Holmes Y Las Huellas Del Poeta", un pastiche que continúa su particular visión sobre el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle iniciada con "Sherlock Holmes Y La Sabiduría De Los Muertos" (Bibliópolis, 2004).
Pero sigamos con la jalea revitalizadora. Martínez ha sido capaz de narrarnos una historia que sitúa a Holmes en plena Guerra Civil Española, algo que para los seguidores del canon holmesiano puede sorprender ya que, por esas fechas, Holmes es ya una persona de avanzada edad. Eso no resulta problemático para embarcarse en lo que será su última gran aventura –a menos que nadie descubra algún nuevo manuscrito- que le llevará a recorrer paisajes de una España inmersa en plena guerra fratricida en la búsqueda del "Necronomicon", grimorio capaz de cambiar el destino del mundo. Y eso es sólo el principio.
El relato nos lo ofrece William Hudson, sobrino de la mítica ama de llaves de los inquilinos de Baker Street, uno de los miembros de una red de espionaje británica de la que Holmes no está al margen. Hudson ejerce de moderno Watson para la ocasión, y Martínez se sirve del personaje para darnos una nueva visión sobre el detective que, en palabras del propio autor, resulta “menos ingenua que al de Watson, llena de respeto y reverencia, pero no exenta de sentido crítico”. Y ese es uno de los logros de Martínez, redefinir el personaje de Holmes, siempre desde su respeto, pero dándonos a conocer algunas facetas insólitas –incluso corriendo la cortina que cubre parte de su biografía más oculta, que no revelaré, pero que les aseguró que es uno de los puntos más interesantes de la novela-.
Una vez soltado el posible lastre de Watson como narrador, Martínez se muestra capaz de crear unos personajes alrededor de la figura de Holmes bien logrados e interesantes, como el propio Hudson, pero también Rick Blaine –uno de los cameos de la novela, pero siempre bien encajados dentro de ella- que acompañará a los protagonistas durante sus primeros avances en el desmantelamiento de una trama cuya dirección y sentido parece redefinirse a lo largo de los capítulos, hecho que consigue atraer la atención del lector que se ve involucrado en la obtención del citado "Necronomicon". Y aquí aparece otro de los puntos interesantes del libro, la capacidad de fusionar la intriga inicial –con el plus de atractivo que genera el hecho de ubicar a Holmes en una guerra y vincularlo a algunos de los personajes históricos- con la literatura de H.P. Lovecraft, quien también aparece como personaje de la novela, añadiéndole una buena dosis de fantasía que se verá además reforzada gracias a la aparición de un personaje, de profesión periodista, que será de vital ayuda para Holmes.
Es una lástima que no se pueda hablar con más detenimiento de las aportaciones que realiza el autor al personaje de Holmes y de la inclusión de elementos fantásticos en la trama –sin duda, restaríamos la capacidad de sorpresa del libro–, pero lo que si se puede afirmar es que Rodolfo Martínez consigue con "Sherlock Holmes Y Las Huellas Del Poeta", gracias a la tangible admiración tanto por la obra de Doyle, como por la de Lovecraft como por la cultura popular del XX en general, crear una obra llena de verosimilitud y es capaz de hacer converger referencias literarias varias, encajándolas dentro de un contexto histórico y valiéndose de esos mismos personajes históricos para crear una trama en la que está en juego el mismo destino de la Humanidad. Pero para ello, y aunque pasen los años, siempre estará Sherlock Holmes. |
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