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Protocolo Sigma
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por Juan Carlos Eizaguirre
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Robert Ludlum debía tener 74 años cuando falleció el año 2001, fecha, precisamente de esta su última novela. El hecho de que la primera edición coincida con la fecha de su muerte, me hace recelar un poco. Me explico: pienso hasta qué punto el trabajo es todo del autor, si le han tenido que ayudar porque tenía una enfermedad terminal que le impedía trabajar o, por el contrario, murió de repente, “con las botas puestas” y todo, hasta el último detalle, es suyo.
Opino que el libro es obra de él, no porque conozca al dedillo las novelas de Ludlum, sino porque veo una unidad total, tanto en su forma de expresarse, de manejar los distintos cuerpos de acciones simultáneas y, por supuesto su brillantez fabuladora y estilística, que me han hecho recordar viejos tiempos, cuando leí algunas de sus novelas.
Por eso, al encontrarme en las librerías una obra (ahora póstuma) editada en 2009 en español, la compré sin dudar. Y acerté en la compra, pues he disfrutado bastante, engolfándome en su lectura. Pienso que Ludlum ha buscado la sencillez expositiva ante una trama compleja y de mucha acción; con distintos escenarios y una multitud de personajes, que hacen que se la pueda calificar de novela coral. Pero insisto. No hay confusión, no hay atropello; posee la calidad del buen escritor: mientras cautiva a los lectores con una acción trepidante, como suele decirse, está explicando a la vez el tema, el argumento (en este caso muy complejo), y consigue que el lector no se confunda con tanto dato y con tanto cambio de escenario. Basta con dejarse llevar y Robert Ludlum lo guiará expertamente hacia un final coherente y claro, sin sobresaltos.
Desde luego no estamos ante una novela policíaca; eso está claro: no hay ningún condimento esencial para poder llamarla así. Y no es un Thriller porque tampoco, desde un punto de vista formal (el estilo, digamos), marcha por esos caminos tan utilizados ahora por los escritores del montón. Ludlum es muy personal en su manera de hacer arte.
Yo añadiría, en este sentido, que su estilo es impecable y sencillo, muy asequible a cualquier fortuna intelectual. Pero estamos ante un libro para descansar, para pasar el rato; no aporta, en este sentido, ningún valor social o ético.
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