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| Palabras Robadas Al Mar..
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| por Patricia Pérez
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Tal vez no hay nada de lo que sepamos tan poco y de lo que deseemos tanto como la indefinible libertad. Por ello Lali no concibe que las palabras sean o pertenezcan a nadie y las roba al mar, al viento, a las nubes, a la tierra... a estas cosas que no tienen pertenencias por definición ni pertenecen a nadie. Y aquí ya nos dice la autora quién es ella, nos contará repetidamente con palabras e ideas distintas aquello que defiende su boca. Se hace llamar "ciega que tantea la vida, pretendiendo ser lo que no es", una ciega dispuesta a ofrecernos una lucidez que sólo puede darnos la autocrítica y la humildad para reconocer en nosotros todos los defectos del hombre sin miedo a tener miedo de poseerlos. Nos muestra en sus poemas los infinitos caminos para vislumbrar -no por ello entender- las contradicciones más nuestras y llamarlas por su nombre: porque lo somos todo, la lucidez y el autoengaño y sólo porque ignoramos la esencia de las cosas podemos creer que son de nuestra propiedad como "contigo, y conmigo el mundo es nuestro para vivirlo, degustarlo y rebobinarlo, en la más completa de las ignorancias." Lo somos todo, la nada y la vana perfección que anhelamos: "con alcohol que me adormece las venas y el corazón con palabras, letras y juegos, con ambiciones, sueños y personas que me distraen de la nada que soy..." y la ironía que completa esta idea: "el ser humano... cabeza alta, sosteniendo nuestro máximo orgullo: nuestra condición de seres superiores". Y Lali Valls se ríe a carcajadas de esto, tal vez queriéndonos decir que tanta perfección nos agota y desvía de la verdadera búsqueda, pero –¡oye!– que cada cual elija, pues sea lo que sea que acabemos siendo, "es una desgracia como cualquier otra, banal y enriquecedora", algo así como que nada es para tanto ni todo es para nada.
Y el mensaje parece ser el mismo: lo somos todo. La dicotomía de nuestra actitud ante la vida, la levedad que envuelve nuestra voluntad en su traje de conformismo en "y prosigo respirando, sin voluntad propia, hasta donde el río me lleve". Y la noble rebeldía que nos hace avanzar, que expresa también con "Corrientes", "venía el río repleto de troncos, piedras, podredumbre. Al principio arrasó con todo. Excepto conmigo". Y Lali se atreve a invitarnos con sus propios deseos e imágenes a romper con las convenciones: "Deseo nadar en libertad, eructar sin reprimendas, vociferar sin castigo las injusticias, la ceguera de la humanidad, deseo chuparme el dedo sin que me introduzcan el chupete –para que calle, porque mi llanto molesta–".
De esta manera me quedo con las palabras clarividentes y sencillas de la autora que no vienen solas, sino que están llenas de respeto hacia la diversidad de seres que habita en un solo ser, mostrándolos a todos, sin necesidad de echar a ninguno por negativo, orgulloso, vanidoso... porque no hay que temer lo que somos, ni agotar nuestras fuerzas en el esfuerzo para aparentar ser lo que no somos. Pero este respeto no se calla ante nuestras mentiras y nos reprende: "El destino es nuestra gran excusa para no aprovechar, con nuestras manos, la oportunidad de modificar la manera de contemplarlo". Nos reprende para despertarnos ante la visión de nuestra desnudez, para activarnos ante una vida que es apetecible: "por eso sé que soy libre de extraviar mi cuerpo y mi destino mañana..." Y esto me recuerda el magnífico poema a su abuela Raquel al que hago referencia para terminar de tentaros a agarrar este libro de mares y nubes: "¿cómo se aprende a vivir sin miedo como tú?... ¿cómo se aprende a vivir al revés como tú?". Porque tal vez Lali desea advertirnos que no sólo basta con querer ser libres, sino que es un oficio que hay que aprender todos los días si es que uno está dispuesto a aventurarse. Yo me he aventurado. Os espero a ustedes.
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