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La Soñadora
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por Antonio Ruiz Vega
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Martín Garzo, pucelano, entronca directamente con la tradición leonesa de los Mateo Díez, Llamazares y demás. El que ambiente su novela en Medina de Rioseco y el Canal de Castilla no lo desmiente ya que el primero es un lugarón de la Tierra de Campos (los Camps Gotorum) y el segundo, pese a su nombre, ni roza ninguna comarca castellana, como es sabido. Unos llevan el agua...
Es una literatura algo fúnebre, magicista, teñida de una nostalgia a la que ningún alma sensible puede ser ajena, y todo eso y más lo encontramos en esta "La soñadora", porticada por una excelente foto (Retrato de joven alemana, 1905, Gerlach) que contribuye a realzar la excelente edición que se reclama de la perfección clásica (Areté).
Durante los años de la Primera Gran Guerra la región harinera de Tierra de Campos alcanzó una gran prosperidad debido a la especulación internacional y esa debió ser la época e un cierto florecimiento del Canal Obra pública que, como tantas en España, se terminó tan tarde que apenas pudo cumplir los objetivos para los que se pensó y pronto pasó a ser lo que es una muestra más de Arqueología Industrial. Pero durante aquellos años, a los que se refiere Martín Garzo en una serie de flashbacks (aunque la acción sea contemporánea, aproximadamente), sí que el canal debía ser un venero por donde pululaban las gabarras y se afanaban las fábricas e ingenios harineros. Mal comparado es el ambiente de la Managua de antes de la crisis del caucho, con su Palacio de la Opera y con el majara de Klauss Kinski empeñado en llevar un vapor a través de la selva (Fitzcarraldo). Modestamente, en Medina de Rioseco, se estrenaban zarzuelas como "Para desmentir la fama, o el forastero obsequiado". Pues, por lo visto, la fama de los de Medina de Rioseco debía de ser la de una gran tacañería. Aquella bonanza trajo, de rondón, cierto relajo de las costumbres y algunos excesos de nuevo rico.
Un ingeniero catalán, Jordi Monzó, protagoniza un romance con una beldad local, Adela, pero la historia terminará mal.
Otro personaje es Tomás, Tomás Araujo, cojo tras una caída de caballo y habituado desde entonces a la morfina, es el marido de Adela.
Otra referencia inquietante es la de la aparición de un misterioso hombre-pez por las cercanías del canal. Un hombre tapado con una capa, como el Sandeman del coñac, que decían que atacaba a las mujeres y que olía a limo fluvial, pero Aurora se encontrará con él y no le hará nada.
Mientras tanto las referencias cinematográficas entre los protagonistas contemporáneos, Juan y Aurora, son constantes. Empezando por El hundimiento del Titánic (imaginamos que la del 53, con Barbara Stanwick) siguiendo con El increíble hombre menguante, El hombre que tenía rayos x en los ojos, Frankestein, El testamento del doctor Cordelier, etc.
También abundan las citas eruditas sobre el mundo de la arquitectura, como la anécdota de Adolf Loss, arquitecto y diseñador que, en el lecho de muerte, trataba de que la enfermera aceptara el diseño de un nuevo tipo de uniforme (esto parece de Woody Allen), o Wittgenstein quien ciertamente no era arquitecto, pero diseñó una casita para su hermana. O Giuseppe Terragni, el arquitecto fascista que realizó todos los sueños de Mussolini. Durante la guerra se alistó para el frente ruso, pero volvió destrozado, murió al caerse por las escaleras mientras visitaba a su novia.... |
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