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La reina en el palacio de las corrientes de aire
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por David Yagüe
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Fin de fiesta para el fenómeno literario más potente de los últimos años. Con este tercer volumen de 860 páginas, el sueco Stieg Larsson puso un punto y final involuntario, ya que falleció, a su serie Millennium. Suerte para los lectores que, al menos de momento y a menos que salga un misterioso cuarto manuscrito inacabado, este tercer libro tiene un final cerrado y digno.
Hay que reconocer que LA REINA EN EL PALACIO DE LAS CORRIENTES DE AIRE es el más flojo y el menos inspirado de las tres novelas del sueco. Probablemente sea por su entera dependencia de las otras dos historias y que poco aporta a la trama de la saga, salvo su resolución, que es fundamental. La realidad es que este libro no es una intriga criminal tan bien resuelta como Los hombres que no amaban a las mujeres, ni un thriller tan electrizante como La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Aún así, se lee con voracidad y con gusto.
Si en el párrafo anterior afirmaba que la historia se veía lastrada por su excesiva dependencia de los anteriores, la inercia traída de las otras dos historias es lo que hace que siga enganchando. Porque, como buenos adictos, es difícil desengancharse de un personaje tan magistral como Lisbeth Salander, de un héroe algo pasivo como Mickäel Blomkvist y de otros tantos excelentes secundarios que les acompañan. Queremos saber qué ocurre finalmente con ellos, y eso nos lleva a ametrallar con los ojos este largo libro, que se lee en pocos suspiros.
Larsson mantiene los puntos fuertes y débiles que había demostrado con sus anteriores historias: sus personajes cuidados al extremo, sus intrigas sociales y combativas (aunque esta quizá sea más complaciente), su capacidad para hacer verosímil y cercano tramas y situaciones más propias del cine de Hollywood que en sus palabras parecen hasta normales en Suecia, su exasperante detallismo, su escritura monocorde, alguna casualidad excesiva… Pero una vez más, la conjunción de todos ellos funciona.
En esta tercera historia, Larsson adentrará a sus personajes en un cruce de géneros, entre las historias de espías y el thriller judicial, en el que los hará pelear contra el propio Estado y desnudar los abusos del Estado al ciudadano. Y una vez más, será una batalla desigual, ilegal y donde las líneas de lo correcto y lo incorrecto se irán desdibujando.
Fin de fiesta para la trilogía Millennium, y aunque algo menor que sus predecesores, es un fin de fiesta acorde que deja un sabor agridulce: el buen sabor de los buenos ratos pasados y el agrio de saber que perdemos definitivamente de vista a Lisbeth Salander. Sin duda, esta trilogía va a influir, ya lo está haciendo, en la literatura policíaca y en el thriller literario de los próximos años. Esperemos que influya para bien.
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