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La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina
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por David Yagüe
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Que la trilogía Millenium y su autor, el fallecido Stieg Larsson, no necesitan a estas fechas demasiada presentación me parece bastante obvio: estos, hasta el momento dos, libros se han convertido sin ningún tipo de dudas en la revelación del mundo literario a nivel europeo. Y en España el fenómeno no ha sido menos. Pero ¿qué tienen estos thriller suecos que triunfan allá dónde van, para que millones de lectores devoren en cuestión de días estos ‘tochos’ de 600 páginas?
A decir verdad, ni por estilo ni por tramas la trilogía Millenium ofrece nada novedoso: trama criminal, personajes interesantes pero a la vez bastante cercanos, un toque social… Podríamos citar cientos de novelas negras, policíacas y thriller que tienen los elementos de esta serie que pone patas arriba, como ya lo hiciera Mannkell, la idílica imagen de los países nórdicos que muchos tenemos.
Larsson demuestra, eso sí, una habilidad fastuosa para urdir tramas complejas que las desmenuza hasta el detalle en sus amplias historias. Quizá su longitud hace que todo quede bien atado, y lo que no, quede minimizado entre tal maraña de detalles, historias cruzadas y sucesos. Su estilo funcional pero guerrero y comprometido hace que sea fácil engancharse a sus tramas peliculeras pero a la vez verosímiles y hasta cercanas a cualquier lector.
Pero muy probablemente el gran punto a favor de la saga sean sus dos protagonistas: el periodista Mickael Blomqvist y la extraña hacker Lisbeth Salander. Dos personajes minuciosamente construidos y retratados, a medio camino entre héroes trágicos y personas comunes, con sus miedos, inseguridades y prejuicios que acompañan al lector.
En este segundo volumen, LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA, Larsson deja de lado el juego criminalista encerrado en una isla de la primera parte, que parecía un lejano homenaje a las novelas de Agatha Christie, por un thriller trepidante y lleno de giros imprevisibles, donde Mikael cede mayor protagonismo a Lisbeth y el periodista queda más diluido en una coralidad de personajes secundarios casi siempre bien trazados y justificados.
Es un acierto absoluto soltar a este personaje genial y auténticamente impredecible como protagonista. Blomkvist aunque era un atractivo protagonista, resultaba terriblemente clásico al lado de su compañera de ficción. Salander, con sus traumas psicológicos, su punto ermitaño y asocial, su genialidad, da una nueva dimensión a la trama y la serie.
Igualmente, Larsson como escritor evoluciona, y parece que para bien. Como en su anterior obra, el autor retarda el inicio de la historia principal. Mientras que en el primer volumen las cien páginas se constituían en un poco farragoso y a veces poco comprensible maremágnum (pero que aún así algo tenía pues no desanimó a casi ningún lector); en éste, construye unas historias accesorias pero que ponen los cimientos a la historia principal además de aportar valiosos datos de los principales protagonistas. Igualmente, los excesos algo “hollywoodianos” que el autor introducía con cuentagotas en la anterior son mucho más habituales en esta, y algo más exagerados, pero siguen funcionando bien y construyen un mundo particular que funciona y se torna reconocible.
En definitiva, no sabría explicar cuáles son los ingredientes que han magnificado el éxito de esta serie, salvo el buenhacer de su autor como narrador y su sagacidad para construir historias, camuflar sus limitaciones y crear personajes fascinantes. Que no es poco, pero también es cierto que podemos encontrar elementos parecidos en otro buen puñado de escritores europeos.
Quizá Larsson, a diferencia de otros, supo llegar al punto intermedio entre literatura popular y de calidad. Ese punto en el que es difícil desagradar a pocos lectores (que alguno hay, como en todos los fenómenos literarios). Por mi parte, Millenium me ha enganchado y espero con ansia, como miles de lectores, quizá como tú mismo, el lanzamiento de la tercera parte.
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