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| La Estrategia del Agua
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| por Lale González-Cotta
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De las trampas que se generan al amparo de la ley quizás sean las más extendidas las derivadas de la violencia de género. Dichas trampas suelen cebarse con el varón de la pareja, el cual debe hacer frente al excesivo celo en el desempeño de funciones por parte de unos jueces que, obedeciendo al “por si acaso”, fallan casi siempre a favor de la mujer incurriendo con más frecuencia de la que sería deseable en una discriminación positiva ofensiva para ambos sexos.
Los abusos de la ley del divorcio en conjunción con la violencia de género acarrean dramáticas consecuencias para el hombre: no sólo se les separa de sus hijos presuponiendo de antemano que no es él el cónyuge más idóneo para asumir su guardia y custodia (?,) sino que cualquier intento de hacer valer sus derechos les pone bajo la sospecha de potencial maltratador obligado a demostrar su inocencia. Denunciar este tipo de abusos es, además, arriesgado porque se persigue con ahínco cualquier disidencia respecto a los mantras de la corrección política y mediática. Algún juez ha habido que se ha atrevido a prevenirnos sobre la manipulación de estadísticas y sobre su cabeza arrecian iracundas las críticas del feminismo radical. Nadie discute la indefensión de muchas mujeres ante la ferocidad de sus parejas, pero conviene recordar que, más veces de las que creemos, el viento sopla también del otro lado.
Eso hace Lorenzo Silva en La estrategia del agua. Decidido a poner el dedo en la llaga, compone una pertubadora historia inspirada en el asesinato de Miguel Ángel Salgado en Ciempozuelos, Madrid, en 2007. La ya familiar pareja de picoletos compuesta por Vila y Chamorro se enfrenta en esta ocasión al crimen de Óscar Santacruz, hallado muerto de dos tiros en la nuca en el ascensor de su casa. Inicialmente, las pruebas sugieren un ajuste de cuentas por tráfico de drogas, pero la investigación pronto pone rumbo hacia un drama familiar con ingredientes más que conocidos: divorcio, falsas acusaciones por malos tratos, alienación parental y venganza conyugal.
Al principio, el brigada Bevilacqua, Vila para sus compañeros de fatigas, emprende la tarea sin mucho afán, sin terminar de sacudirse el regusto amargo que le dejó una reciente sentencia judicial la cual decretó la puesta en libertad de un delincuente capturado por él años atrás. Su decepción es reflejo del desánimo que a veces prende entre las fuerzas de seguridad ante las incomprensibles actuaciones de nuestro alambicado sistema judicial. Pero como no todo es negativo -no iba a incurrir Silva en los mismos extremismos que denuncia- he aquí que en esta ocasión los investigadores del caso Santacruz se topan en las altas instancias judiciales con una señora jueza como Dios manda: comprometida, resolutiva y valiente. Un “aviso para navegantes” dirigido a las tortugas togadas que obstruyen investigaciones y ralentizan juzgados.
La estrategia del agua, como todas las entregas de Silva protagonizadas por la pareja de guardias civiles, superpone con eficacia y amenidad escenas contemporáneas de nuestro paisaje social con asesinato al fondo. Esta vez el dedo acusador apunta hacia los desmanes perpetrados al amparo de la ley del divorcio, recordándonos, mal que les pese a algunas exaltadas, que la maldad nunca ha sido cuestión de sexos.
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