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| La Cena Secreta
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| por Francisco J. Vázquez
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A comienzos de 1497 el padre dominico Fray Agustín Leyre, inquisidor del Santo Oficio, se traslada a Milán con una misión urgente y de suma importancia: nada menos que supervisar los últimos retoques de una obra que se está terminando en el refectorio de Santa María della Grazie. Leonardo Da Vinci, el gran genio del Renacimiento italiano, está terminando allí de plasmar, en los muros del monasterio, la que será a la postre una de sus más increíbles y notables obras: La Última Cena.
Pero el padre Leyre no ha ido a Milán a ver arte, o a admirar (como sin duda tendrá oportunidad de hacer a lo largo de su estancia) la hermosa y cautivadora obra que se ultima en el Cenacolo; el dominico es, ante todo, un enviado de la Iglesia que tiene que investigar qué hay de cierto tras unas misivas anónimas que han llegado a la corte papal de Alejandro VI. En ellas alguien desconocido, al que se le ha apodado desde la curia como "el Agorero", detalla numerosas referencias a herejías que se suceden sin cuartel dentro de los muros de aquel sagrado lugar. Y lo más misterioso de todo, lo desconcertante, es que parece estar bien seguro de aquello que denuncia, a la par que informado. Algunas pistas en sus cartas sin firma han puesto sobre aviso a la Inquisición. Merece la pena investigar.
Pero el Agorero, aparte de demostrar ser una persona instruida tanto por sus conocimientos de lenguas clásicas como por su caligrafía, vocabulario y tacto a la hora de redactar, es también alguien que maneja como pocos el arte de encriptar mensajes en sus envíos. Y por eso Fray Agustín Leyre, experto en la interpretación de mensajes cifrados, es la persona indicada para el encargo. Con la última de las cartas encima, donde el Agorero cifra su nombre en un verso complicado y enrevesado, inicia el viaje en pos de encontrar a aquella persona que parece velar por el correcto sendero que ha de seguir la Fe Verdadera. Sin embargo no será fácil encontrarlo, y tampoco, qué duda cabo, lo será llevar a cabo su misión.
"La Cena Secreta", título de la última obra de Javier Sierra y finalista del III Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, es un libro lleno de misterios donde el autor nos envuelve en una trama cargada de enigmas, mensajes encriptados, sabiduría prohibida, secretos vaticanos, embrollos eclesiásticos, crímenes, acción y, sobre todo, intriga.
Como ya nos tiene acostumbrados, Sierra consigue entrelazar como pocos los destinos de los personajes, creando una red que envuelve no sólo a aquellos que desarrollan los acontecimientos, sino a los lectores que sin remisión se identifican con los personajes a través de los más insospechados sentimientos: afinidad exacerbada, odio, indiferencia, proximidad....
"La Cena Secreta" es una guía que intenta desvelar los misterios ocultos de La Última Cena. Es algo más que una obra de arte; es un conglomerado de señales que indican que Leonardo Da Vinci fue un iniciado (probablemente cátaro) que conocía los secretos narrados en libros y obras que la Iglesia Católica apostilló y calificó como apócrifos. La Última Cena está llena de señales que indican que tras su apariencia hay mucho más que pinturas mezcladas.
¿Qué significa el nudo que hay en el mantel que cubre la mesa? ¿Dónde están los halos de santidad que suelen adornar las cabezas de los apóstoles o Jesús en otras obras que representan las misma escena? ¿Dónde está el cordero pascual propio de la fiesta judía que celebraban? ¿Por que se retrata el propio Leonardo en la obra, y además de espaldas a Cristo? ¿Quién es el verdadero traidor? Y sobre todo, ¿dónde está el Santo Grial?
Javier Sierra conseguirá ensimismar al lector, y lo hará partícipe de grandes secretos a medida que avance en la lectura. Nadie podrá decir al finalizar "La Cena Secreta" que La Última Cena es sólo una pintura, o que Leonardo Da Vinci fue sólo un genio del Renacimiento; fue algo más, alguien importante dentro de un entramado milenario que intentaba salvar y enseñar los misterios de unas enseñanzas que se pierden en el tiempo y la memoria de los hombres. Unas enseñanzas que ahora, gracias a este libro, están un poco más cerca de todos. Y es que, como suelen decir, "no hay más ciego que el que no quiere ver".
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