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La Catedral Del Mar
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por Juan Carlos Eizaguirre
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No sería la primera vez que, en la historia de la literatura, una ópera prima sea la mejor novela de un escritor… o la única que escribió y pasó al elenco de los famosos.
Me parece que no es del todo así con la obra de Ildefonso Falcones, LA CATEDRAL DEL MAR; y lo digo sabiendo su éxito de ventas desde su aparición en 2006. Personalmente, me resistí a leerla en su día, porque pensé que era un poco abusivo el soporte publicitario; me parecía más una novela hecha para ser vendida, que hecha por amor a la literatura y a unas ideas… las que sean. Pero el paso del tiempo y el índice de ventas me animaron a comprar, en edición de bolsillo esta obra que, sin ser un monumento literario no está mal.
No está mal porque es una novela de aventuras, apta para cualquier público, sobre todo si es poco exigente. He hecho esta última afirmación porque observo deficiencias en el estilo, poco elaborado, sin expresividad (sus personajes me resultan “personajes verbales”: muy esteriotipados y con poca fuerza). Esta afirmación puede parecer contradictoria si, líneas arriba he dicho que la novela no esta mal. Pero resulta que la salva del naufragio literario su tono coloquial, que pretende entretener con una lectura fácil. Por eso he afirmado que todos pueden leer este trabajo que es un conjunto de aventuras desarrolladas en la Barcelona de la segunda mitad del siglo XIV.
La historia o, mejor dicho, las historias giran en torno al hijo de un rico hacendado, que se ve obligado a huir del señor feudal al que debe vasallaje, y refugiarse en Barcelona, donde le ocurrirán mil una peripecias de lo más variado, enlazadas con más dinamismo que verosimilitud. La verdad: resulta que entretiene a pesar de sus defectos de un escritor todavía poco curtido.
No se debe calificar este trabajo como novela histórica, aunque tiene un pequeño marco histórico en el reinado de Pedro IV, el Ceremonioso de Aragón, pero no hay rigor de autenticidad.
Pienso que no habrá causado agrado a lectores católicos, pues acude a los tópicas de rigor para hablar de la Inquisición o para criticar como embuste algunas verdades de fe.
Por otra parte son excesivas y exageradas las críticas religiosas, sociales, las descripciones eróticas: es como si Ildefonso Falcones considerara necesario captar a un público fácil con esa carnada cuando, por sí misma, la novela tiene sus elementos clásicos que la han encumbrado (quizá demasiado) a lo más alto de la literatura española actual.
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