comentarios de libros agapea.com
ir a la home
ir al listado de comentarios
ir al listado de entrevistas
ir al listado de articulos
ir a contacto
ir a ganadores sorteos
ir a articulos de enigmas pendientes
ir a articulos de psicologia
ir a articulos de literatura
  
portada La Balada Del Abuelo Palancas
Ficha del Libro:

Título: La Balada Del Abuelo Palancas    comprar
Autor: Félix Grande
Editorial: Galaxia Gutenberg
I.S.B.N.-10: 8481094269
I.S.B.N.-13: 9788481094268
Nº P´gs: 400


La Balada Del Abuelo Palancas
por Antonio Ruiz Vega

  Lo que ha hecho aquí Félix Grande es reconstruir con cariño y morosidad la saga de su propia familia paterna a partir de la figura patriarcal de su abuelo, conocido por "Palancas" en el pueblo manchego de Tomelloso.

Nacido en 1878, fallecido en 1950, Félix Grande Martínez recibió su apodo tras una hazaña homérica que sería transmitida de padres a hijos a partir de entonces. El joven Félix acudía junto a compañeros de generación a un conocido burdel de la localidad y en la espera consumió todas las monedas que llevaba. Así que al llegarle el turno solicitó a la "madame" que le fiaran el polvo, a lo que la mujer, agriamente, se negó en redondo. Frustrado, cabreado y con algunas copas de más, Félix buscó en las eras del pueblo un descomunal rodillo molón de piedra que debía pesar entre 800 y 1.000 kilos y, en plena noche, a base de muchos esfuerzos, lo hizo rodar hasta las puertas del ayuntamiento. Cuando, a la mañana siguiente, los ediles se encontraron con tamaño regalo hicieron las averiguaciones pertinentes y encontraron que el culpable era Félix. Aunque el alcalde se negó a que fuera detenido, se le preguntó cómo había podido llevar a término tal hazaña y él explicó que “haciendo palanca”, con lo que quedó adjudicado el mote, hasta la quinta generación.

"La Balada Del Abuelo Palancas" es, por lo tanto, la historia de una familia manchega desde el último cuarto del siglo XIX y a lo largo de todo el XX. Una familia de menestrales que durante generaciones no logró amasar un patrimonio relevante aunque sí sacar adelante mal que bien a los hijos procurando mejorar en cada generación el nivel de los conocimientos, hasta llegar al nivel del propio autor, conocido poeta, folklorista y narrador.

Se trata, por lo tanto, de un documento sociológico notable, pero también, en muchos sentidos, de un manual de folklore manchego y hasta de un vademécum culinario. Y sobre todo la privilegiada oportunidad de conocer, a través de los ojos de los Grande la pequeña historia de España, que sacudió –como no podía ser menos– aquel lugarón manchego.

El autor ha desbordado aquí un contenido lirismo, mucho cariño y un sentido del humor que en algunos momentos tira más a lo andaluz, no en vano estamos hablando de una tierra que es de paso entre lo castellano, lo extremeño y hasta lo andaluz.

La mirada de Grande aunque se posa con amor en las personas y en los paisajes urbanos no desdeña tampoco los aspectos sórdidos, que los hay. Aunque, en general, la vida de aquellas gentes nos aparece hoy como digna, muy digna, pese a las hambrunas y las incertidumbres. Un mundo limpio, ordenado, previsible en sus ciclos anuales, donde la vida humana tenía un sentido que probablemente ha perdido hace ya mucho.

Y, a medida que transcurre la saga, el autor se permite digresiones personales y hasta episodios feéricos, donde los muertos regresan a platicar con los vivos y donde, en un episodio genial, el ectoplasma del propio Juan Sebastián Bach se llega a Tomelloso a amenizar la muerte del padre (e hijo del abuelo Palancas) de Félix Grande.

Podemos aventurar, por poner algún pero, si el libro hubiera ganado con algún recorte, alguna poda, sobre todo en su segunda mitad, que se hace menos ágil que la del comienzo.

El autor tuvo la gran suerte, que no deja de encomiar, de haber sido confiado a la custodia de su abuelo cuando era muy niño. En su contacto con el viejo Palancas éste le transmitió un saber oral inapreciable que iba desde la etnobotánica al trato de gentes y lo que, al menos en Castilla, llamamos “gramática parda”.

"Ahora, inclinado sobre aquel tiempo y sobre mí, con el asombro y el alivio de comprobar que hasta la hora de la muerte nada muere y en la muerte tampoco, me pregunto cuál sería la causa más profunda que convidó a mi padre a decidir que yo aprendiese del suyo cuanto pudiese sobre los cimientos en donde se asienta una vida".

Ese bagaje, reunido por siglos (o milenios) de civilización rural se está perdiendo rápidamente a medida que mueren nuestros últimos ancianos que lo conocieron. Pronto sólo estará en los libros y en las fotografías, tan rápida ha sido la decadencia y muerte de esta cultura.

Una cultura que se imbrica directamente dentro de lo indoeuropeo pese al barniz oriental del cristianismo. Vemos que los valores que aquí se ponderan son el honor, la pasión por la obra bien hecha, el culto a las proezas físicas, el respeto a los ancianos. La Buena Muerte, de lo que dieron ejemplo el padre y el abuelo de Félix y, ante el Más Allá, sin desdeñar a beneficio de inventario el judeocristianismo, la creencia de que se pervive en el venero de la Sangre y el Suelo. En el recuerdo de las “fazañas” que pasa de padre a hijo y que será contado, durante mucho tiempo (el concepto de “eternidad” no es asimilable por mentes indoeuropeas) en el círculo de la tribu. Todo ello podemos encontrarlo en las sagas islandesas o en los aforismos vikingos. Punto por punto.

Pero no nos pongamos trascendentes porque el libro es ante todo divertido, muy divertido. Son frecuentes las anécdotas, desde esa primera que provoca el mote del abuelo, pasando por el encuentro entre Palancas y un maestro cabroncete que se permitió tirarle el puntero a la cara a su hijo. Y los ejemplos de agradecimiento y bonhomía, cuando el mismo abuelo, enterado de que otro maestro –mejor persona, de quien se repite el nombre como nota de honor (Ramón María de Lara)– ocultó la “desafección al régimen” de los Palancas, le envía en agradecimiento "la canal de un choto recién sacrificado y una garrafa de una arroba de vino...".

Este libro me ha recordado bastante a "La Casa Del Corazón", de Manuel Villar Raso primero porque en ambos aparece un maestro hideputa pero luego porque estas dos parcelas de la España Profunda (Tomelloso y Olvega) tienen muchas diferencias superficiales, pero una identidad fundamental común.

Habla Félix de uno de los “personajes” del Tomelloso de antaño, "Perico el Postinero" que, de motu proprio o por encargo plasmaba en versos los sentimientos e inquietudes de sus convecinos y "que había empezado a escribir en secreto una novela destinada a ser descomunal, en la que se proponía enumerar los avatares de todas las personas de su pueblo" y ha sido finalmente él mismo quien lo ha hecho en este "La Balada Del Abuelo Palancas".

Y es en la parte final cuando, como ya hemos dicho, se va convocando a los muertos y estos comparecen, "cuando me asomo al brocal desde donde se ven las aguas misteriosas de las generaciones, escritas en estos documentos remotos; hago descender el zaque hasta el fondo del pozo de la eternidad, tiro de la maroma escuchando el gemido casi humano de la garrucha, asoma el zaque lleno en el brocal, vierto su contenido en el abrevadero de mi mesa, y contemplo la humedad germinal del tiempo vario de la historia de los Palancas en hojas de papel calladas y elocuentes, humildes y fantásticas...".

Porque lo mejor que cabe decir de este libro es que su autor ha conseguido elevar lo que sería una crónica familiar más o menos convencional en la historia de todo un pueblo y en una reflexión sobre el sentido de la vida y de la muerte humanas.

Y eso, en esta época de cosmopolitismo de barbecho, es más que notable.

Es un libro que puede recomendarse sin resquicios. Una rara avis en el lamentable panorama de la narrativa actual, donde, como en el Tomelloso de la posguerra, abundan los gatos cocinados como liebres...
Imprimir comentario  /  Enviar por email
Otros Comentarios Del Mismo Autor/a
1 - Té Con Pastas

Este libro aún no tiene votos.
¡¡Identificate y sé el primero en votarlo!!

Aún no hay comentarios.