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La Aventura Del Probador De Señoras
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por Silvia Rodríguez
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Desternillante novela del genial Eduardo Mendoza en la que, una vez más, elegirá la comedia negra, género en el que a mi parecer mejor se desenvuelve, para narrar las peripecias de su personaje “fetiche” protagonista de otras obras conocidas suyas; así, como si de una ”Señorita Marple” para Agatha Christie, o de un “Sherlock Holmes” para Arthur Conan Doyle se tratara, nuestro desgraciado y estrambótico protagonista se verá involucrado, de manera casual como siempre, en un caso tan surrealista que el lector no podrá de dejar reprimir una sonrisa, e incluso, una carcajada desde el comienzo mismo de la trama.
Recuerda al argumento de una película de Almodóvar o de Berlanga donde se van a suceder situaciones absurdas y personajes estrafalarios, salpicados por diálogos verdaderamente brillantes y llenos de sentido del humor, y que no va a dejar lugar a que se instale un tono más serio: las descripciones de ambientes, personajes y acciones están tan bien “hilados” que hace que la trama transcurra con fluidez y gran dinamismo: “engancha” de tal manera que uno no puede dejar de leer en ningún momento.
Nuestro “antihéroe”, con una vida repleta de dificultades en todos los aspectos, e internado, por causas desconocidas -incluso para él- en un psiquiátrico, aprovechará su inesperada puesta en libertad para intentar reintegrarse en la sociedad y convertirse en un hombre de provecho. Para ello, abrirá una peluquería, “El Tocador De Señoras”, y llevará una vida de lo más normal hasta que se vea involucrado, de la noche a la mañana, en un caso que, de ser un simple “trabajo” bien remunerado, de robo de documentos, se tornará en un seria y complicada trama de fraudes, extorsiones, enredos amorosos, hijos ilegítimos, e incluso, asesinatos.
Es de destacar la resignación con la que este hombre asume todos los reveses e impedimentos que se le ponen por delante y que hacen que cada vez se vea metido hasta el “cuello” en el caso, convirtiéndose en un “detective improvisado”, muy a su pesar. Desfilarán por este esperpento personajes tan dispares como un misterioso chófer de color, dos señoritas con un mismo nombre, un falso tullido, un alcalde atolondrado, una vecina prostituta... nadie es lo que parece y la verdad sale rápidamente. Este juego de identidades le imprime aún más el carácter de irrealidad y de sorna que caracteriza a esta obra: humor negro, porque Mendoza se ríe de todo, de la gente y de la vida, ora con respeto, ora con algo de crueldad, pero en general, se lo va a tomar todo a guasa.
Lo que al principio pueda recordar más a una novela policíaca o de intriga, se vuelve rápidamente en una continua sucesión de equívocos y enredos que, aunque parezca mentira, acaba resolviéndose con coherencia y gran maestría. La resolución del final podrá recordar también a los ya citados maestros del suspense en el que los sospechosos, reunidos en torno al “acusador”, aportarán todos coartadas de peso, por lo que no quedará claro hasta la última línea, quién es el culpable.
Intriga, humor, tragedia, enredos amorosos... todo en su justa medida; ¿qué más se le puede pedir a un libro para pasar un buen rato?
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