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El Año Del Diluvio
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por Silvia Rodríguez
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La historia de este libro de Eduardo Mendoza es, a la vez que sencilla en su argumento, arriesgada por el contexto histórico en el que se desarrolla: en la España de la posguerra una monja y un libertino "señorito" adinerado se verán atraídos sentimentalmente, hecho que hará cambiar el transcurso de sus vidas y de los rígidos patrones morales de la sociedad en general, y de la comunidad religiosa en particular.
La imposibilidad de este amor se hará patente desde un principio, lo que para ella supondría una renuncia radical a sus votos sagrados, para él, no será más que una conquista a añadir a su larga lista de amantes. La confusa monja luchará, entonces, contra sus instintos más naturales a favor de la realización de un ambicioso proyecto cuya financiación dependerá en gran parte a la ayuda del "seductor", su "objeto de atracción"; sin embargo, la historia dará un giro radical, ya que la aparición de otros nobles personajes contribuirá, por un lado, a reinstaurar la "honra" de la religiosa y, por otro, a la ayuda para que los sueños de la misma se hagan realidad.
Pero el mensaje final de este libro es, en definitivas cuentas, el dilema de todo ser humano cuando se encuentra de frente con la atracción amorosa, ¿renunciar a todo por el ser amado o pararse a reflexionar para ver si compensa en comparación a otros sueños o planes trazados por uno mismo? Porque este sentimiento puede que no desaparezca, y entonces sería algo estupendo, pero puede que sea algo etéreo y pasajero, por tanto, ¿cómo reaccionar? La confusión y la impotencia pueden dejarnos sin recursos para actuar.
Eduardo Mendoza es un "maestro" para, de una historia sencilla, construir todo un mundo de personajes con unas emociones, contradicciones, con la vitalidad y fuerza necesarias para salir para adelante, todo esto envuelto en una narración agilísima rica en descripciones y de fácil lectura. El autor se aparta de su habitual predilección por el humor que caracteriza casi toda su obra y adopta un tono más serio. Y es que el amor, si es imposible, acarrea consigo pocas alegrías.
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