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Juliano El Apostata
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por Francisco Javier Carrasco
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Esta curiosa novela recrea la vida del emperador romano Juliano (s. IV d.C.), sobrino del también emperador Constantino el Grande, de la dinastía Flavia. Juliano fue apodado el Apóstata porque proclamó la libertad de culto y combatió la intolerancia religiosa. Este momento histórico se caracterizó por el declive del mundo helénico y pagano a favor del imperio romano ya cristianizado. Juliano, aunque criado en un ambiente cristiano, terminó iniciándose en el culto asiático al dios Mitra e hizo todo lo posible por mantener las costumbres helénicas del imperio romano de oriente, así como el culto clásico a los dioses grecorromanos. No era simpatizante de la "nueva " religión en auge, la del "judío muerto" -en sus propias palabras - y que a esas alturas ya poco o nada tenía que ver con las enseñanzas del rabino galileo. Su repentina muerte en extrañas circunstancias vino a truncar sus ambiciosos proyectos de ampliación del imperio hacia la India. La narración se divide en tres partes coincidentes con las etapas de su vida: juventud, cuando es nombrado César y finalmente cuando se convierte en emperador Augusto. Durante la infancia se describe cómo presencia el arresto de su padre para ser posteriormente ejecutado bajo las órdenes de su primo y entonces emperador Constancio ,que veía traición por todas partes. Llama la atención la descripción detallada de su educación en la filosofía de Platón y Aristóteles en la Atenas de la época y el ambiente académico que aún perduraba en época tan tardía. Tras ser nombrado César de oriente es enviado por su primo Constancio a Galia para pacificar con éxito la frontera con los germanos, continua amenaza de invasión al imperio, hasta ser coronado emperador augusto e iniciar su campaña de expansión hacia oriente, siguiendo los pasos de Alejandro Magno. La vida de Juliano es contada de un modo un tanto original, pues el autor además del propio Juliano recurre a otros dos narradores de la historia, Libanio y Prisco, ambos filósofos y antiguos maestros de Juliano, cuyos dos puntos de vista van sopesando de manera imparcial cuanto hay de verdad y exageración en los hechos descritos por el emperador en sus memorias. De la lectura se infiere que éstos serán los encargados de publicarlas una vez ocurrida su muerte. Resulta revelador el diálogo mantenido entre Juan Crisóstomo (cristiano) y Prisco (filósofo) cuando se hallan contemplando la figura del Cristo Pantocrátor de una iglesia y que en cierto modo resume el conflicto latente en toda la novela... - Pero ¿no os gusta lo que veis? -pregunta Juan Crisóstomo -¿Cómo podría gustarme, si lo que veo es la muerte? - Pero la muerte no es el fin - Es el fin de la vida. - De esta vida... -¡De la vida!.. - No, no la muerte. Hemos elegido la vida eterna, la resurrección de la ... - Ésa es una historia para contar a los niños. La verdad es que durante miles de años nosotros miramos lo que estaba vivo. Ahora vosotros (los cristianos) miráis lo que está muerto y decís a los demás que este mundo no es para nosotros, que lo que importa es el próximo. Sólo que no hay otro mundo. |
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