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El Maestro De Almas
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por Juan Carlos Eizaguirre
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No conozco la obra de Némirovsky. Tan solo he leído La suite francesa y David Golder, su ópera prima, con la que tanto éxito alcanzó en la Francia de 1930. En su corta vida obtuvo la fama, dicen sus biógrafos, pero yo me encontrado en El maestro de almas con una novela mediocre. Y van a saber el por qué de mi opinión.
A pesar de tratar un tema muy interesante: formalmente no ha soportado el paso de los años. Posiblemente alcanzó cierto éxito en sus tiempos, pero tanto en el fondo como en la forma huele a viejo. Con un estilo naturalista que me recuerda a nuestro Blasco Ibáñez; y un fondo opresivo donde se describen ingenua pero acerbamente situaciones de miseria, dolor, odio y egoísmo… y también lo contrario: la vida desenfadada y sensual de los adinerados que cierran los ojos a la miseria que les rodea.
Verdaderamente, los años por donde transcurre la acción (periodo entre Guerras), son momentos muy duros para Francia, que se ve acosada por la inmigración de todos los países de Europa del Este y de Asia Occidental. Las calles están pobladas de personas sin techo y sin trabajo, que viven de la mendicidad, de la limosna y de pequeños hurtos u ocasionales trabajos o encargos.
Los propios franceses de clases menos adineradas miran con ojos de desden a esta milenaria muchedumbre. En otros países sucede lo mismo. Y es que se está fraguando la II Guerra Mundial. En este sentido el libro de Némirovsky tiene un valor testimonial importante. Refleja como era Europa en la década de los treinta y cómo se trataban las naciones entre sí. Verdaderamente resulta curioso la actitud de la autora una ves estallada la guerra: su actitud pasiva (era una extranjera y además judía), el no huir de los alemanes y, por supuesto no evaporarse cuando Alemania se alía con Rusia (ella es rusa). Se puede decir que murió tontamente, sin cumplir los 40 años en Auschwitz, al mismo tiempo que su marido.
Darío Asfar es el personaje principal. Se trata de uno de tantos inmigrantes; un joven médico de Crimea al que sus asuntos no le marchan nada bien. No llega más que a atender a pacientes tan pobres como él, que no le pueden pagar. Tanto Darío como Clara, su esposa y el hijo de ambos pasan verdadera hambre y viven en una cutre pensión en la que deben el alquiler. Pero nuestro hombre es ambicioso e, impelido por la miseria, se convertirá en una persona sin escrúpulos con tal de llegar a labrarse una posición. Este es el armazón de la novela, que tendrá sus derivaciones sentimentales y costumbristas por un lado, y por otro las claves políticas, profesionales y financieras.
Némirovsky publicó esta novela a modo de folletín en el semanario parisino Gringoire. Comenzó en 1933 y debió terminarla en 1939. Una novela ardiente en verdad.
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