|
El Ardor De La Sangre
|
por Juan Carlos Eizaguirre
|
|
Me parece a mí que, aprovechando el tirón de SUITE FRANCESA, los editores han aprovechado la aparición de un manuscrito entre los papeles de su primer editor, para publicar EL ARDOR DE LA SANGRE, a bombo y platillo. Una novela corta que me parece inacabada, por lo menos en el sentido de lo que podríamos llamar repasos finales o una última relectura.
La impresión de que estamos ante una obra de menos rango literario, puede ser una apreciación demasiado subjetiva de este comentarista; pero sin embargo no puedo dejar de compararla con el resto de la producción de la escritora, y el resultado es, a ojos vista, notablemente inferior.
No dejan por ello de aparecer los temas preferidos (casi obsesivamente) de Némirovsky, fruto de una infancia y juventud no demasiada afortunada a nivel familiar y sentimental. Tales son: vidas truncadas, amores ocultos por el paso de los años, la fidelidad y el compromiso, los aspectos trágicos de la vida...
Estamos ante una novela rural donde, aparentemente no sucede nada, pero tras el manto de esa aparente tranquilidad, subyacen viejas pero activas pasiones juveniles. Es lo que la autora denomina como el ardor de la sangre, que en cualquier momento puede rebullir y cambiar el curso del aparente sosiego de unas vidas ya cercanas al ocaso.
Por otro lado, no cabe duda de que la autora puso su habitual pasión y vehemencia para dar a la luz esta novela, envuelta en una aparente normalidad o, mejor dicho, tranquilidad. El ritmo del relato no decae en ningún momento, hasta llevarnos a un final explosivo y sorprendente, donde se aúnan la frialdad de la madurez, con el fuego pasional de la juventud ya lejana... pero sólo en el tiempo. |
|