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El Enigma Tunguska
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por Francisco J. Vázquez
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El 30 de Junio de 1908, en una remota y semiaislada zona de Siberia, se produjo uno de los acontecimientos más espeluznantes, sinistros y misteriosos de los que el ser humano ha sido testigo. Una enorme explosión, de proporciones atómicas muy superiores a las de cualquier bomba nuclear actual, devastó todo a su paso en una superficie aproximada de un radio de unos 5000 kilómetros en el valle de Tunguska. Sobre aquel fenómeno, que sigue siendo un misterio casi 100 años después, ha planeado siempre la sombra de la duda. ¿Fue un artefacto humano el que provocó aquella catástrofe? ¿Fue un accidente fortuito producido por un fenómeno natural? ¿Quizá se debió a un accidente de algún artilugio de tecnología no terrestre?
Cerca de 200 expediciones y una treintena de teorías han intentado explicar los fenómenos de aniquilación de loa que fueron pasto aquellas tierras. Y pese a los intentos, nada hay claro al respecto. Lo único cierto, lo único plausible, es que aquella apartada región (un lugar afortunadamente poco poblado entonces, lo que le salvó de haber sido una auténtica catástrofe) la muerte, la desolación y el desconcierto se dieron cita en aquel día de verano de los primeros años del siglo XX.
Con ese tema de fondo, y avalado por un intenso trabajo de investigación a sus espaldas, Antonio Las Heras ha publicado "El Enigma Tunguska", un libro donde intenta aportar algo de luz a uno de los acontecimientos más enigmáticos vividos por la historia de la humanidad reciente. En él, un profuso ensayo donde trata de exponer las conclusiones de las teorías que él baraja sobre aquel cataclismo, afirma sin tapujos y muy convencido que aquel suceso nada tuvo que ver con lo fortuito ni con lo humano, sino que fue una detonación provocada (accidental o no) por entidades no humanas y en una zona estratégicamente elegida, donde el impacto sobre la posible población existente fuese mínimo.
Lo más curioso de esta obra es que nos hace un detallado análisis de otras teorías, nos presenta una numerosa documentación gráfica, sonsaca relaciones entre el desastre de las tierras siberianas y el paralelismo con las destrucciones de determinadas ciudades recogidos en textos sagrados (Sodoma y Gomorra en la Biblia, sin ir más lejos), aporta legajos de la historia como manuscritos que parecen avalar sus tesis, y elucubra sobre la posibilidad de una relación directa entre supuestos seres extraterrestres (quizá confundidos con los Ángeles sagrados) y los hombres mucho más estrecha de lo que se pudiese imaginar.
Se compartan o no las tesis que defiende en la obra Antonio Las Heras, lo evidente es que intenta aportar un rayo de luz en la resolución del enigma del valle Tunguska. Quizá sus esfuerzos no consigan solventar las dudas de todos aquellos que se metan de lleno en los pormenores expuestos en el libro, pero creo que su lectura sin duda aportará una visión diferente acerca de unos sucesos sobre los que la especulación, y sobre todo, las teorías resolutorias, son lo único que nos queda, porque nadie (ni los científicos) saben exactamente qué pasó. Mientras esta línea continúe cualquier hipótesis, por extraña o complicada que parezca, es tan perfectamente válida como las otras. Y quién sabe, quizá el tiempo nos sorprenda con la respuesta gracias al esfuerzo de autores que, como Las Heras, pusieron su empeño en solucionar un caso que se ha enquistado en la memoria del ser humano.
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