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| El Anillo De Atila
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| por Estrella Haro
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Atila. Hubo un tiempo en el que sólo su nombre provocaba el terror de las masas. Conocido por todos es el dicho que dice que por el lugar donde pasaba su caballo no volvía a crecer la hierba. Encarnación del mal e incluso enviado del infierno son algunos de los calificativos que se emplearon hacia su persona.
Pero ahora, siglos después de los acontecimientos que le reportaron tales "elogios"... ¿era el león tan fiero como lo pintaron? En un intento de responder a esa pregunta se enclava este libro. En él, y a través de la correspondencia del senador Severo Antonio Braulio Teodosio, personaje coetáneo, se nos mostrará un mosaico de acontecimientos y personajes que, aunque no totalmente, liberan en parte a Atila de muchas culpa recaída sobre él injustamente.
La degradación del Imperio Romano, debido a un relajamiento evidente de sus costumbres y moral, unidos a la ineptitud de sus gobernantes, propiciarán un final catastrófico a lo que un día fue el Imperio que rigió los destinos de la práctica totalidad del mundo conocido por entonces.
El senador Svero irá contando con gran detalle su relación con el poder y los poderoso. Las traiciones y errores de Gala Placidia y su hijo que, unidos a una debilidad evidente del antaño poderoso ejército romano, la desmembración en dos del Imperio, conspiraciones varias entre la nobleza o militares... posibilitarán que los ataques de Atila y sus tropas pongan en peligro lo que antaño fueron territorio inexpugnables.
De carácter belicoso, venido de tierras que exigían una dureza física y de carácter para poder sobrevivir, Atila utilizará las debilidades del Imperio a su favor. Rígido por costumbres y ética muy diferentes a las conocidas por los ciudadanos romanos, se convertirá en la figura capaz de hacer cambiar la faz de la Tierra.
Ni los más íntimos usos de los ciudadanos romanos se nos ocultan, en un tono que me ha recordado a mi admirado Terence Moix, a través de las epístolas del senador Severo, que sufrirá en carne propia y en la de su familia las conjuras y traiciones por acaparar un poder que se desmorona.
Y aunque Atila fuese un hombre colosal, un hombre sólo con un pequeño grupo de guerreros difícilmente hubiese podido destruir un Imperio si las bases del mismo no hubiesen sido, de antemano, horadadas hasta los cimientos.
En este libro se puede entrever cómo y porqué estas bases fueron lo suficientemente debilitadas para que sólo un nombre consiguiese terminar por derrumbarlo.
"Vini, vidi, vinci" cuenta la tradición que dijo Julio Cesar. Quizá Atila pudiese haber hecho suya esta frase.
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