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| Diccionario De Maqiao
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| por Ignacio Segurado
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Los diccionarios son libros de frontera. En los diccionarios conviven con armonía la ecuación diferencial y el candombe, la respiración de la mitocondria y las procesiones de la Santa Compaña. Escritos por un novelista, los diccionarios son lo más parecido a la humildad, el reconocimiento y la aceptación sinceros de su límite como narrador. Los novelistas son gente resuelta, gente que acaba atravesando los muros de la realidad sin guantes ni excavadora, pero sucede que a veces los matices de la realidad, por ajenos, impiden derribar el muro de un mazazo y no queda más remedio que emprender la delicada tarea de liquidarlo ladrillo a ladrillo. A esta labor se dedica el peón Han Shaogong, un ejemplo de narrador liberado –según su propia definición– de la “amnistía temporal del tirano”.
El Diccionario De Maqiao es el triunfo del sentido común sobre el afán ridículo del totalitarismo de amoldar la realidad a sus ensoñaciones. En 1966, miles de estudiantes e intelectuales chinos fueron conducidos como un rebaño culpable de las aulas al campo. El pastor de este rebaño era Mao y el sueño colectivo por el que decían ¡bee! se llamó Revolución Cultural Proletaria. El experimento duró solo diez años, pero bastó para arruinar la vida a muchos ciudadanos y para transformar China en un páramo cultural desolador. Han Shaogong tenía 16 años cuando llegó a la aldea de Maqiao como miembro de las Juventudes Estudiantiles. Un joven plenamente convencido (entonces) de que un intelectual sin azada, no es un intelectual; un revolucionario al servicio de la causa del pueblo. Un antropólogo, veréis, inocente.
Cuando el tiempo se confunde deben de ser tiempos de confusión. Y para el ingenuo Han, todo en Maqiao es confusión, sobretodo sus habitantes: su desdén por el progreso, su desdibujada conciencia del tiempo y del espacio, su miedo reverencial a la belleza, su cómica aceptación de la honra. Seis años pasó Han en Maqiao. Seis años y 109 entradas de diccionario para fijar un dialecto enérgico y reaccionario, para rescatar del anonimato a los Cuatro Inmortales Taoístas o para contar la historia triste de Tiexiang, la envidiada heroína local.
109 entradas. No importa que os saltéis alguna. No importa que no entendáis muchas. No leer, no entender, es también uno de los méritos de este libro. Como la vida, también en él hay atajos y tiempos muertos que son patrimonio exclusivo del lector. A mayor conocimiento, mayor confusión. A mayor confusión, más cerca estaréis de Han Shaogong y los habitantes de Maqiao; de ser la entrada 110. Ese es el premio.
"Que el poder del lenguaje penetre hondamente en vuestras vidas".
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