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De Todo Lo Visible Y Lo Invisible
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por Antonio Ruiz Vega
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Comenzando por el final, en este libro encontramos un capítulo de esos tan frecuentes Agradecimientos, donde se viene a citar a mucha gente y, en resumidas cuentas, se levanta bastante de la tramoya que tiene toda obra. Evidentemente, no soy partidario.
Por lo demás lo que hace aquí Lucía es contarnos morosamente una historia de amor. Por una parte está Ruth Swanson, guionista, cineasta y hasta actriz anglohispana, mujer de formas rotundas, de fuerte personalidad, advenida al mundo de los famosos cuando se inicia la novela y de otra está Juan (que firma, algo pretenciosamente, "Juan de Seoane"), licenciado en derecho, pero poeta y literato en ciernes (ganador del Adonais y becado en la Residencia de Estudiantes).
Esta pareja resulta, en origen, muy desigual, en parte porque Juan (vasco-gallego) tiene novia allá en Bilbao, en parte por la diferencia de edad (Ruth frisa los 33 y Juan parece estar en el ecuador de la veintena) e incluso por los caracteres tan diversos. Ruth extrovertida y directa, Juan un tímido recalcitrante.
La vida de Ruth Swanson, que imaginamos tiene muchos datos biográficos de la propia Lucía Extebarría, se mueve dentro de un mundo bastante superficial, donde no le faltan amantes, amigos, relaciones, etc., pero con un vacío interior que viene sorpresivamente a llenar el silencioso y moderado Juan. La historia irá dilatándose y habrá altibajos, como el momento en el que Biotza, la novia vasca de Juan, aparece en escena y recupera a Juan. Ruth recurre a las pastillas en lo que no es su primer intento de suicidio, aunque todavía quedará un postrer reencuentro con Juan
Contado así parece esquemático y hasta aburrido, previsible, pero la verdad es que no lo es. Porque lo más interesante no es la historia, sino que está contada con una prosa precisa y atenta que capta la atención desde el principio. Con eso y con todo, es posible que el libro pudiera haberse resuelto en bastantes menos páginas que las que tiene, que son un poco excesivas.
La Etxebarría, hay que dejar los prejuicios aparte, escribe bien, y lo que cuenta resulta interesante, porque lejos de la espuma vanguardista o progresista (o como quiera llamarse) demuestra que debajo de esas figuras de actualidad hay pulsiones humanísimas que, en casi todos los casos, son tan viejas como la Humanidad.
El tono directo y abruptamente crudo, no se para en barras, sirva de muestra:
(Pág 78)
"Pero yo no tengo ni idea de hacer cine –protestó Ruth–. Ni siquiera he cogido una cámara en la vida". "¿Y qué importa eso?", dijo él, que sí había cogido una cámara, que, de hecho, había rodado su primer corto a los once años, cuando su tío –el primer hombre al que le había chupado la polla– le regaló una cámara de súper 8 por su cumpleaños, y así, desde entonces, Pedro supo que él iba a ser maricón y director de cine, aunque no necesariamente en ese orden.
Este Pedro no es Almodóvar, por cierto, aunque pueda parecerlo, porque Almodóvar sale por ahí de refilón (aunque no queda muy bien librado), lo mismo que sale, como personaje real, Espido Freire, por ejemplo.
Esta Ruth es, entre otras cosas, una degustadora de hombres y de manjares, a los que compara e intercambia, como en la página 178, donde se muestra consumada conocedora de la comida japonesa, por ejemplo.
Los ambientes del Madrid de los noventa están tratados con despego e ironía, aunque con conocimiento de causa y queda bastante en relieve el desprecio que la autora-protagonista tiene acerca del gremio de la crítica que, por lo visto, no la ha tratado muy bien.
La historia de amor resulta más bien paradójica, como lo es el hecho de que una verdadera comehombres (que, tras uno de sus intentos de suicidio, se llevó al catre a sus dos salvadores, por ejemplo) beba los vientos por el mosquita muerta de Juan, con su "de" nobiliario postizo, su madre ilustre fregona, él mismo maketo desclasado con una de Neguri y, a la postre, dueño de una personalidad algo mezquina.
Entrañable el personaje de Ruth por la alternancia entre fuerza/arrogancia y sensibilidad/debilidad que va mostrando. En resumen, creo que es una buena novela, siendo la primera que leo de esta autora, y demuestra que hay caudal y fuelle narrativo para dar y tomar. Cualquier otro/otra narrador/narradora, con un tema tan escueto, hubiera naufragado. De todos modos, con cien páginas menos seguro que el libro hubiera ganado. |
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