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El Código Da Vinci
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por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
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Con estupenda habilidad Dan Brown imprime en esta novela un ritmo, cuando menos, sobresaliente. Esto lo logra, básicamente anteponiendo un acto, un hecho, al cual aparecen ligados los personajes que van siendo implicados, quienes reflexionando y dialogando, arriban a conclusiones que los impulsan a nuevas acciones. Este suceder narrativo se da mediante un lenguaje para nada rebuscado, por lo que los diálogos resultan sencillos, aún cuando los temas que abordan pudieran llegar a ser de carácter trascendental. Así, la lectura se hace amena porque no hay mayor distancia entre el vocabulario utilizado por el autor y el que empleamos a diario.
Por otra parte, el libro está lleno de acertijos, que una vez resueltos permiten la revelación de algo oculto, con lo cual avanza la trama. Estos acertijos, ligados a obras de arte, a juegos de palabras descifrables sólo con ayuda de las matemáticas, además de un conocimiento de la historia, determinan la altura, por así decirlo, de los personajes, los cuales sobre la base de lo que conocen establecen su ruta de acción. Aquí es notable la manera en la que el autor le da vida a cada personaje, uniendo el carácter del mismo con su profesión y nivel de conocimientos.
El argumento, un secreto que si fuera dado a luz podría generar la desestabilización de la iglesia católica, resulta por demás interesante, puesto que el mismo es ofrecido de forma coherente. El autor utiliza algunos hechos históricos, algunas teorías que los explican, y cierto vacío documental que las prueben, para generar una historia en la que los protagonistas realizan, antes que nada, una búsqueda de respuestas que, una vez obtenidas, pudieran brindarles la explicación de lo que les está pasando, pero, más allá de si están dispuestos a aceptarlas o no como verdaderas, incluyendo en esto una crisis intelectual y emocional.
Uno de los ingredientes interesantes de la novela, dada la propuesta de su argumento, es que el lector, hoy día, bien puede involucrarse un poco más en la historia del relato, investigando respecto de las ponencias expresadas. En este sentido, vía Internet no sólo es posible visualizar las pinturas de Leonardo da Vinci mencionadas en la novela, sino que también es posible acceder a los textos del primer y segundo Concilio de Nicea, por citar un par de ejemplos, con lo que cada lector podrá ir juzgando lo sostenible de las teorías con las que especula Dan Brown en su libro.
El Código Da Vinci de Dan Brown constituye en sí una novela apta para brindarnos distracción, como también para invitarnos a la abstracción. Ofrecida al público a través de una portentosa maquinaria de mercadeo, y con varios libros (además de artículos) de crítica generados desde su lanzamiento, también nos viene a recordar que aunque es el autor el que propone, sigue siendo el lector el que decide el éxito de una novela. Queda celebrar la controversia generada, pues además de incluir personajes con algunos de los cuales podremos identificarnos, nos presenta un argumento que al lector le presiona sutilmente a razonar.
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