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Juan Pérez Carreño
 por Adolfo Ruiz

portada Pérez Carreño
Cuando terminé la lectura de la novela ³después de dios´, me resultaba imposible evitar un sentimiento de angustia ante la hipótesis del aterrador futuro que, por cuanto se describe en parte de la misma, puede estar ya acechando a los seres humanos. me pregunto si este sentimiento fue el desencadenante de la idea inicial que inspiró al autor.
Viendo el mundo en que vivimos, con sus profundas injusticias, parece evidente que desde que nuestros antepasados descendieron de los árboles todo parece haber ido a peor, y no hay indicios que hagan vislumbrar a corto, o medio plazo, que el camino vaya a cambiar de dirección. El ser humano, a pesar de la complejidad alcanzada en su evolución, siempre ha sido un ser imperfecto, una especie de “virus” que amenaza la propia estabilidad del “sistema” que le acoge. Y yo creo que este sistema ya ha activado sus propios medios de autoprotección, una especie de antivirus cuyo cometido sería garantizar que el estado de equilibrio general no pueda ser vulnerado. La mutación o accidente puntual en la mente de un mamífero, que llevó a nuestra especie a tomar conciencia de sí misma, pudo no ser más que un simple error del sistema; una imperfección fácilmente subsanable por el propio sistema, cuando la misma pueda suponer un riesgo para él. En cualquier caso, la capacidad alcanzada hasta la fecha por los humanos para influir sobre su entorno es del todo insignificante, si entendemos este entorno como el del macrocosmos conocido. Sería como evaluar las posibilidades que tiene un pequeño pez de cambiar las mareas de los océanos, cuando, además, el pez es de agua dulce. Aunque quizás resultase más interesante poder conversar a solas con su creador o “hacker”, he de reconocer que este virus de agua dulce llamado hombre es un elemento digno de estudio por si mismo. Un ser capaz de las mayores atrocidades y, a la vez, de los más bellos sentimientos. Sin duda una mezcla explosiva. Pues bien, la novela se adentra en ambos espacios simultáneamente, por un lado nos muestras los profundos sentimientos de los personajes, y por otro, en paralelo, nos lleva a vislumbrar los mayores horrores a los que nuestra evolución como especie nos puede conducir. Dentro de estos horrores, el imaginar un mundo en el que los gobernantes lleguen a ejercer el aterrador control sobre los individuos que se describe en parte de la narración, fue una de las ideas iniciales de la que partí cuando comencé a escribir, junto con la de concebir cuál sería, a mi juicio, el mayor de los sufrimientos a que puede ser condenado un ser humano.


En su narración la muerte juega sin duda un papel destacado; asuntos como el derecho a elegir el momento de la propia muerte, o la visión que sobre ésta se tiene en el futuro próximo, parecen ser temas que el autor ha explorado.
Siempre me ha obsesionado la muerte, sin ella no tendría sentido nuestra actual forma de vida. Sin embargo, las sociedades modernas tratan de ocultar la innegable realidad de que la muerte esta ahí, próxima a cada uno de nosotros. Todos tenemos nuestra fecha de caducidad, y es algo que debemos afrontar y reflexionar sobre ello, no debemos dejar nuestro interés por saber más sobre la misma para los momentos en que estemos agonizando. De hecho nuestra corta vida no es más que una brisa de aire en el huracanado universo del tiempo, un instante insignificante y fugaz. Las lecturas de Nietzsche, Eustace Chesser y Arthur Schopenhauer, han influido en mí a la hora de interpretar y analizar el concepto de la muerte. Algunas veces, cuando veo un acontecimiento que congrega multitudes, como un concierto o un partido de fútbol, no puedo evitar que mi mente simultanee esas imágenes con las de un imaginario y silencioso cementerio con sus encaladas paredes llenas de nichos perfectamente ordenados y acicalados. Unos nichos que aguardan con solemne indiferencia a que cada uno de esos seres que se desgañitan tarareando las canciones de su ídolo, o animando a su equipo, se conviertan en sus moradores.


¿Cree en dios?
Por supuesto, si no fuese así hace ya mucho tiempo que habría perdido la razón. Para mí Dios es el creador y guardián del “sistema” al que antes nos referimos, o en todo caso el “hacker” que lo alteró. Y, siguiendo con la metáfora informática, le diré que Jesucristo es probablemente su antivirus más eficaz; él nos enseña a amar a nuestros semejantes como único modo de corregir la dirección del camino de destrucción que pronostico en mi novela. El “Gran Programador”, el todopoderoso “hacker”, intenta inyectar en el sistema un poco de sentido común pero hasta la fecha, lamentablemente, su antivirus no ha llegado a cumplir aún sus objetivos, aunque confío en que algún día los alcance. La misión de este particular antivirus no es extirpar el virus ya enquistado, sino simplemente hacerle soportable para el “sistema”.


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¿Qué es para usted el dolor emocional, al que con frecuencia se hace referencia en su novela?
El dolor emocional es probablemente, junto con el sentido del tiempo, el motor de nuestro desarrollo como seres racionales. Me explicaré leyéndole un breve fragmento de la obra donde creo que se expone correctamente: “- Usted, jovencita, debe saber que los animales no experimentan Dolor Emocional. Ellos sufren lo que podríamos llamar dolor instintivo. La madre de una pequeña gacela atacada por unos leones, tratará de defenderla mientras vea alguna posibilidad de salvarla. Pero cuando percibe que el esfuerzo es ya inútil y que no obtendrá resultados positivos, abandona el lugar y se pone a salvo. El instinto de conservación de la especie le lleva a actuar de este modo, que es bastante coherente. No ocurre así en el caso de los humanos. Por lo general, los padres de un niño atacado por unos leones tratarán de salvarlo, aun sabiendo que este esfuerzo resultará inútil y que ellos morirán. En estos casos el Dolor Emocional bloquea la razón y el instinto de conservación de los propios individuos, llevándolos a actuar de un modo completamente absurdo. La gacela que ha visto morir a su cría proseguirá con normalidad y tendrá nuevos hijos. El instinto de supervivencia es más poderoso que el dolor que experimentó. Las mentes de los padres humanos que hayan sobrevivido a una experiencia semejante, probablemente permanecerán afectadas de por vida. Padecerán depresiones y los estados de ansiedad serán frecuentes. En definitiva, su equilibrio emocional quedará parcialmente bloqueado hasta la muerte. El Dolor Emocional es exclusivo de nuestra especie. Es un dolor que bloquea cualquier otra de las funciones básicas de nuestro ser, incluso como te he mencionado el propio instinto de supervivencia. En mi opinión, el verdadero diferenciador del mundo humano y el mundo animal es precisamente nuestra capacidad para experimentar estados de Dolor Emocional, y en consecuencia sufrir bloqueos parciales de nuestra mente. En experimentos de laboratorio, muchas especies de animales han mostrado ciertos niveles básicos de inteligencia. Sin embargo, a pesar de la ternura y del afecto que sienten hacia sus crías, el dolor que son capaces de experimentar por su pérdida no bloquea en ningún instante sus funciones cerebrales básicas."


¿Fue nuestra capacidad para experimentar dolor emocional, el error del ³sistema´ al que antes se refirió?
Creo que si ha leído la novela ya sabrá la respuesta.






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