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Carlos Marzal
 por Lydia Rodríguez

Caballero bonald afirmaba en una entrevista que para él, en poesía, es mucho más importante la belleza que la sinceridad. ¿es usted de la misma opinión?
Por supuesto. La sinceridad no es un valor literario. En un poema deben primar la belleza, la eficacia, el artificio desapercibido. Ni siquiera estoy seguro de que la sinceridad sea una virtud cívica. La mayor parte de la gente la utiliza para ser grosero y desconsiderado. El mundo funciona, cuando lo hace, gracias a las buenas maneras, a la educación, a la cortesía, que muchas veces están reñidas con la sinceridad.
Ahora que se ha estrenado, y con bastante éxito, en el campo de la narrativa, con la publicación de su novela los reinos de la casualidad, ¿qué diferencias encuentra entre el proceso de creación de una novela y de una obra poética?
Creo que la poesía se escribe cuando quiere ella misma, cuando adviene, mientras que la novela es un trabajo constante, un asunto de remeros. La novela hay que forzarla, mientras que la poesía no se deja forzar. Paradójicamente, yo sólo me siento escritor en el terreno de la novela. Cuando escribo poesía me limito a ejercer de escriba obediente.
¿Se declara usted poeta de la experiencia o prefiere mantenerse al margen de cualquier tipo de clasificaciones generacionales?
Como las clasificaciones llegan más tarde o más temprano, hay que agradecer que no nos toque en suerte una horripilante. La etiqueta de la poesía de la experiencia no es de las peores. Por otro lado, me parece redundante, puesto que no hay poesía que no sea de la experiencia. Es del género tonto pensar que el hombre pueda hacer algo ajeno a su experiencia. Los muertos no piensan, ni sienten, ni escriben, ni sueñan. Sólo los vivos incurrimos en la necesidad del arte.
¿Qué hay de poético en sus novelas y qué hay de narrativo en sus poemas?
Eso depende del momento, del poema concreto, del fragmento exacto de la novela. El lirismo no pertenece sólo a la poesía, como tampoco el pensamiento se limita a la prosa. En cualquier caso, mi aspiración –no sé si lograda– es siempre de raíz poética, entendiendo por ello la precisión, la profundidad de lo pensado y el vuelo de carácter verbal.
En el número que le dedica la revista litoral, afirma usted que había empleado los últimos años ³a la escritura de una novela sobre los mecanismos de su majestad el azar, la única divinidad que no necesita de culto para gobernar lo visible y lo invisible´. ¿es el campo de actuación del azar más amplio que el de la voluntad?
Por supuesto, la voluntad entendida en sentido individual, la voluntad como deseo, es sólo una mínima manifestación del azar que rige nuestras vidas. Todo me parece obra de la casualidad.
Ante la pregunta de un adolescente que quiere saber para qué sirve la literatura, ¿qué le respondería usted?
La literatura sirve para ser más felices, porque nos entretiene, nos divierte, nos sirve para entender el mundo en su hondura. Es una manera de estar en la vida, de explicárnosla, de explicarles a los demás nuestra manera de estar en la vida. Todo lo que proporciona placer es útil, instrumental.
¿Y usted para qué escribe?
Para que suceda todo lo dicho anteriormente. Y porque es un vicio, y una costumbre, y una forma de ganarme la vida, y un deseo de infancia, y un sueño cumplido. Y por mil y una razones más. Nos sobran los motivos para hacer las cosas que hacemos, en especial las que nos gustan.
¿La poesía ha caído en desgracia ¶como reza una de las obras de j. c. mestre¶ o goza de buena salud?
La poesía española del siglo XX y comienzos del XXI es extraordinaria a ambos lados del Océano. Hay una buena nómina de autores que mantienen encendida la tradición de una lengua y de una lírica que representan un tesoro cultural del hombre.
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