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| | | Álvaro de Diego | | | por Gonzalo Sichar | | |
| | | Álvaro de Diego González es profesor de Periodismo en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). Anteriormente fue profesor en la Universidad CEU-San Pablo, donde ha ejercido como secretario del departamento de Periodismo y coordinador de la citada titulación. Acaba de publicar "El franquismo se suicidó" (Sepha, 2010). | | | | Hace escasas semanas la actriz maribel verdú decía que no había que dejar de hablar de la guerra civil. usted tampoco lo hace, pues ha escrito también "historias orales de la guerra civil" (2000), "josé luis arrese o la falange de franco" (2001) y "las mujeres de la transición" (2008). ¿hay que hurgar en las heridas del pasado? No creo que “hurgar” en el pasado sea una ocupación beneficiosa para ninguna sociedad madura. Escarbar en la historia con prejuicios sólo puede conducir al enfrentamiento y a la fractura, más si lo hacen personas con intereses ajenos a la misma como son los políticos o los artistas, que buscan manipular o conmover. El legítimo deseo de hallar los restos de familiares represaliados no puede quedar en manos de quienes pretenden instrumentalizarlo, pues, como aseveraba Taine, “nada es tan peligroso como una idea amplia en cerebros estrechos". La historia deben reconstruirla, que no reescribirla, los historiadores.
Se habla mucho del revisionismo histórico al referirse a los historiadores que cuestionan la interpretación vencedora de la segunda guerra mundial. ¿pero no hacemos todos en realidad revisionismo histórico?, los nacionalistas reinterpretan la historia mitificando ciertos acontecimientos, los socialistas y comunistas reinterpretan la guerra civil eximiendo prácticamente de toda culpa a uno de los bandos… ¿usted tiene algo preferente que revisar? El verdadero revisionismo ha de ser antes una consecuencia de la investigación científica que una hipótesis de partida de la misma. Esta investigación ha de guiarse por la búsqueda de la verdad, por incómoda que ésta pueda llegar a resultar. Y resulta obvio que esas formas de revisionismo apuntadas (nacionalismos, socialismos, comunismos, etc.) se ven determinadas por el condicionamiento ideológico, que ajusta, aunque sea a martillazos, la realidad a los prejuicios. El historiador profesional, que obviamente no carece de valores, debe guiarse por la honestidad en el recurso a las fuentes y el respeto a la crítica a las interpretaciones plausibles que alcanza. En todo caso, la primera revisión general compete al mundo de los medios de comunicación, que configuran las mentalidades con independencia de otra consideración.
¿En españa se está haciendo verdaderamente un proceso de construcción de memoria histórica? Se está haciendo. La memoria histórica es un concepto vaporoso y delicado. No hay una sola memoria y, si existiera, no podría ser estrictamente “histórica”, sino personal y estimativa. Reivindicar la Segunda República, un periodo con más sombras que luces y del que derivó la gran tragedia colectiva de la Guerra Civil, supone construir una falsa memoria. Descalificar con falsedad a un partido democrático como heredero de la dictadura o inventar historias particulares que justifiquen tentativas separatistas también son elementos del mismo proceso. Una gran parte de la izquierda política ha asumido un concepto negativo en bloque de la Historia de España, que, como apuntó Julián Marías, no tiene nada de distinta, con sus aciertos y errores colectivos, de la de Francia o Inglaterra.
Su último libro tiene un título muy sugerente. ¿el franquismo se suicidó matando primero al nacionalsindicalismo? La respuesta es compleja. El franquismo no fue una dictadura totalitaria de partido único, sino autoritaria, esto es, de equilibrio entre distintas “familias” políticas (monárquicos, “católicos”, tradicionalistas, falangistas, etc.) bajo el arbitraje inconstestable de Franco. Por ello, el régimen asimiló la nomenclatura e incluso gran parte de la propuesta institucional del falangismo, si bien vaciando a éste de su contenido revolucionario. Las conquistas sociales procedieron de una asunción mínima del programa nacionalsindicalista. Una asunción que permitía no quebrar el citado equilibrio de “familias”. Fueron, no obstante, los falangistas los que señalaron que el régimen moriría con Franco si se insistía en legar los poderes de jefe de Estado a un monarca sin más cortapisa futura que un juramento. Fueron desoídos, pero acertaron.
Cuando estalló la guerra, el hijo de largo caballero estaba cumpliendo el servicio militar en la unidad de transmisiones del regimiento de el pardo. este regimiento que apoyaba el alzamiento, se marchó después de la caída del cuartel de la montaña a las cercanas posiciones de segovia, en poder de los «nacionales», y se llevó preso al hijo del dirigente socialista. se dice que hubo un intento por parte de los falangistas de cambiarlo por primo de rivera. ¿por qué no fructiferó el trueque? los «falangistas auténticos» lo achacan a la poca voluntad de franco porque sobreviviera un líder que, cuanto menos, le habría dado más de un dolor de cabeza. ¿qué hay de cierto en ello? Todo apunta a que José Antonio le hubiera sido muy incómodo a Franco en zona nacional. De hecho, tras el fusilamiento en Alicante del jefe falangista, Prieto facilitó el canje de Raimundo Fernández-Cuesta en la esperanza de que crearía problemas a los militares alzados. Franco y José Antonio no se habían entendido en absoluto antes de la guerra y, de hecho, si había un político capaz de suscitar una movilización masiva y entusiasta entre la juventud de los nacionales ése era Primo de Rivera. En las operaciones de liberación o de canje del prisionero de Alicante Franco se movió más bien en el terreno de la ambigüedad. No se puede decir que impidiera esos intentos, pero parece que tampoco se implicó a fondo en ellos. Probablemente temía que una personalidad tan fascinante le restara protagonismo en su bando.
"El franquismo no fue una dictadura totalitaria de partido único, sino autoritaria, esto es, de equilibrio entre distintas “familias” políticas (monárquicos, “católicos”, tradicionalistas, falangistas, etc.) bajo el arbitraje inconstestable de Franco" | |
Juan carlos i es rey por voluntad de franco. incluso pasándose por alto la sucesión que debiera corresponder a don juan. ¿se puede decir entonces que tenemos un rey franquista o que el sistema político español es heredero del régimen franquista? Juan Carlos I fue rey por voluntad de Franco hasta la aprobación de la Constitución de 1978. No creo que se pueda hablar tanto de que tenemos un rey franquista, cuanto de que nunca se planteó un referéndum sobre la forma de Estado. Con muchos matices, se puede decir que el sistema democrático es heredero del franquismo, porque se pasó del régimen autoritario al parlamentario “de la ley a la ley y a través de la ley”. Ahora bien, la herencia real del franquismo, y en esto seamos parciales en el mejor de los sentidos, fue una clase media inédita hasta entonces en nuestro país y el generoso servicio a España del reformismo franquista que aprobó mayoritariamente la Ley para la Reforma Política.
¿La iglesia se subió oportuna y premeditadamente al carro de la democracia o fue debido a su propia reestructuración interna tras el concilio vaticano ii que abrazó la democracia? La Iglesia o, en un sentido más amplio, el catolicismo fue el principal elemento legitimador y deslegitimador del franquismo. Para comprenderse el apoyo inicial casi unánime a Franco de la jerarquía y una mayoría de fieles debe considerarse la salvaje represión religiosa frentepopulista. El Concilio Vaticano II dio el pistoletazo de salida al desenganche. Sólo hace falta tener en cuenta que la mayoría de los movimientos obreros contestatarios al régimen procedieron desde los años sesenta de las comunidades católicas de base.
Usted forma parte de la junta directiva de la asociación española para la defensa de la transición. ¿el gobierno de rodríguez zapatero ha logrado romper el espíritu de la transición? Creo que, efectivamente, así ha sido. El espíritu generoso y antisectario que animó aquel momento histórico ha desaparecido. Ese resultado es obra, en gran parte, de un presidente que ha asumido algunas de las reivindicaciones de la izquierda más radical y que gobierna con más interés en la ingeniería social y en el amoldamiento de los españoles a sus estrechas concepciones ideológicas que a la resolución de los gravísimos problemas reales que aquejan al país.
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