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| por Antonio Ruiz Vega
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En esta ambiciosa novela Gándara aborda el mundo del poscomunismo y, dentro de él, el papel desairado que han jugado los ex–agentes de los servicios secretos. No sólo la emblemática KGB (que ha surtido de gobernantes a la Unión Soviética desde Andropov a Putin pasando por Chernenko) sino otros más modestos pero de letal efectividad como la temida Stasi.
"Ahora no hay contra quién luchar, ni por qué. Esto no es una guerra. No hay que saber. Los libros, los grandes planes, todo eso forma parte de lo que ha desaparecido. Antes la civilización usaba los ojos y ahora usa el tacto, Si hay algún plan, es el de jugar a los dados. Me hacen gracia los intelectuales de izquierda que piensan que el sistema capitalista es un sistema. Dejó de serlo cuando se quedó solo, cuando acabó con su alternativa. Ahora juega a los dados y tantea", dice Anja en la página 16.
La vinculación con España se establece cuando aparece muerto Karl Friedenthal, un exagente de la Stasi. Al parecer, dice el informe de la policía española, estaba borracho y se cayó de la azotea de su casa.
Buscando aclarar la situación uno de los agentes, Walter Bauss, viaja a Moscú. Walter es alemán de raza y germanoparlante, pero nació en Moscú, ciudad que conoce –o conocía– muy bien.
Este carácter de apátrida, de hombre de ningún lugar, este conflicto de identidades, se da también en Yevgueni, "cuyo primer apellido era González, descendía de un padre español que había llegado a Rusia en uno de los trenes de niños enviados por la República a comienzos de la guerra del 36 y de una madre georgiana tan morena y mediana como el cónyuge".
Yevgueni, el hijo de españoles, cree que la culpa de parte de lo que pasó en la Unión Soviética la tuvo el Fondo Monetario Internacional, que pretendió que las privatizaciones se hicieran de un día para otro. Esto se hizo desde arriba, la Nomenklatura se repartió el país, el ejército incluido. Uno se quedó con todo el petróleo, otro con todo el gas, etc. Un poco lo que pasó en Nicaragua con la Piñata a la caída del sandinismo. O en España con el reparto de Rumasa entre los empresarios del partido o la rebatiña final antes de dejar el poder, dejando sentadas las tramas de un posterior regreso (la Odessa socialista).
En estas transaciones con occidente (había que obedecer al FMI o "comer rublos"), el ejército y el arsenal nuclear fue moneda de cambio, aunque como se dice en la página cincuenta, hubiera arsenales nucleares como el de Kazasjastán, que no tienen tuercas.
Meditaciones poscomunistas:
"La libertad, la justicia y la igualdad son el misterio de lo uno y lo trino ¿Cómo pueden ser a la vez? ¿Qué tiene que ver la justicia con la igualdad? No digamos la libertad. Se ha acabado el tiempo de la ingeniería social. Lo del Este no es una casualidad".
Y el cachondeo de las ONGs, una de ellas (no sé si real), el Consejo Mundial de la Paz o algo así, la llevaba directamente el agente de la Stasi, Walter Bauss, y se financiaba con el dinero de "los devoradores de hamburguesas, buena gente" (es decir, los yanquis, alguna multinacional). "Lo más gracioso es que tardaron diez o doce años en darse cuenta. Qué mala es la mala conciencia. Y todos los pobres del mundo y todos los resentidos ricos del mundo metidos en el juego. Me gustó especialmente lo del sida y lo de los experimentos en Filadelfia. Un experto en conciencias debe de saber algo de la suya...". |
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