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| Sand Land
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| por Carlos Moreno
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Una vez me explicaron que cualquier relato es un viaje. Y si tengo en mi memoria una historia de un viaje en el mundo del cómic, esta es la de un joven con cola de mono que, sin saber bien cómo, emprende un viaje en busca de unas cuantas bolas estrelladas capaces de convocar a un misterioso dragón. Creo que no hace falta que siga…
Años después de abandonar la enrarecida continuidad de Dragon Ball, Akira Toriyama presentó su nueva creación, 'Sand Land', un manga que se empezó a publicar en el 2000 en Shonen Jump en forma de capítulos semanales. En 'Sand Land' volvemos a recuperar la esencia de aquel Toriyama que fue capaz de atraer hacia los cómics japoneses y de abrir la puerta a todo lo que vendría después a miles de jóvenes –algunos auténticos niños- españoles de hace ya algunos años. Abandonando las historias de superguerreros de fuerza 14 y malos malísimos, Toriyama recupera en 'Sand Land' su potencial humorístico basado en curiosos personajes que deben iniciar un viaje para conseguir un gran objetivo.
Cincuenta años después de una gran catástrofe mundial, el mundo a quedado reducido a una “tierra de arenas” donde el bien más preciado es el agua que ha quedado a manos de “El Rey”, el gran envasador de agua, egoísta como el que más. Evidentemente, los habitantes de 'Sand Land' persiguen el agua y dedican todos sus esfuerzos a conseguir una gota de agua que hará que crezca la fortuna del monarca. El problema es tal que hasta los monstruos, incluido Belcebubu, tienen sed. Llegados a este punto, un humano llamado Rao se persona ante los monstruos –unos personajes auténticamente histriónicos y menos malos de lo que creíamos- para solicitar ayuda para una misión de riesgo: descubrir una fuente de agua. A partir de aquí, Rao acompañado de Belcebubu y otro cobardica monstruo emprenden un viaje para descubrir el mayor secreto de Sand Land. Por supuesto, no faltarán militares a lo Red Ribbon con un pasado curioso, enemigos freaks que pondrán trabas de forma patética, “roces” entre los viajeros, y todo ello en un aventura que también tiene como protagonista el tanque en el que viajan las esperanzas de vida de monstruos y humanos.
El mayor acierto del manga es recuperar el estilo Toriyama que se había perdido en parte por las continuaciones de Dragon Ball, un estilo basado en los errores y defectos de los protagonistas, que son héroes humanos. Quizá está poco desarrollado el personaje de Belcebubu que no llega a explotar en ningún momento, por no hablar del papel del monstruo acompañante, Sheef, que Toriyama no desarrolla. En cambio, y a pesar de lo complicado que resulta desarrollar una historia a través del sistema cerrado de capítulos que obliga a explicar pequeñas historias autocompletas que sirven para tejer la trama global, Toriyama sabe explicar una historia –tampoco nos engañemos, nada trascendental y algo predecible- donde el resto de personajes sí resultan interesantes. Y el dibujo y galería de personajes, bastante buenos y es que Toriyama afirma que se empeñó “en dibujar todo yo solo”. Habrá que creerle. |
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