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Renazimiento
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por Marcos Reina
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Con esta novela, Joaquín de Saint-Aymour, además de culminar una trilogía, sigue la estela de libros que siguiendo un determinado esquema parecen asegurar hoy día el éxito de ventas, aun tratándose de ejemplos de muy diferentes autores: "La Piel Del Tambor", de Arturo Pérez Reverte, o incluso "La Tempestad", de Juan Manuel de Prada, por citar autores españoles. Y sin olvidar por supuesto el acontecimiento literario (al menos en cuanto a ventas) del año: El Código Da Vinci de Dan Brown.
A vuelapluma, el esquema sería el siguiente: se adopta una trama y un estilo impactante desde el comienzo de la narración. A esto se le añade cierta aura de misterio en todo lo relacionado con el libro que nos recuerda a la incógnita final de aquellas novelas de Agatha Christie en las que saber quién era el asesino era el leit-motiv principal. En este caso, el misterio se cierne incluso sobre el propio autor de la obra pues llega a aparecer como personaje en la trama, incluyendo el propio libro y los dos precedentes como ejes del argumento. Este juego metalingüístico donde realidad y ficción se mezclan es otro de los recursos de la obra que nos ocupa. Ejercicio literario que da cierto lustre a este tipo de historias, por lo demás algo denostadas por aquellos que dicen defender la literatura con mayúsculas (sin entrar en valoraciones personales me gustaría saber si existe una definición para el curioso concepto "literatura con mayúsculas").
Mézclense unas gotas de nuevas tecnologías (Internet se convierte aquí en un recurso argumental para explicar muchos aspectos de la historia), unas cucharadas de acontecimientos de la historia contemporánea más nefasta, usualmente relacionadas con movimientos nazis, y condiméntese todo con grandes dosis de ocultismo, ritos satánicos y escarceos sexuales prohibidos que tiñan de rojo la receta. Sírvase todo con una presentación de calidad (un aplauso para la buena edición de Martínez Roca). Es decir, un conjunto de ingredientes que a simple vista resulta imposible poder mezclarlos de manera armoniosa pero que finalmente amalgaman un argumento en el que la acción y la aventura son el objetivo principal. Parece que se trata de una milimetrada formula propia de un cocinero mediático como los que triunfan en la actualidad pero, con poco que rasquemos el envoltorio encontraremos muchas más cosas en este libro.
Por ejemplo, el primer capítulo, que nos presenta a Julián de Andrade, principal personaje de los muchos que pueblan esta novela, parece más cercano estilísticamente al realismo sucio que a este tipo de productos literarios. El discurso descreído, escéptico y cínico de este aristócrata hastiado de todo a los treinta y pocos años, el suicidio como eje central, la depravación moral a la que llega el personaje y el sentimiento de culpa derivado de una relación amorosa prohibida socialmente (otra vuelta de tuerca al tortuoso Humbert Humbert de Vladimir Nabokov en su inconmensurable "Lolita") no parecen precisamente argumentos habituales para un éxito de ventas al uso. El libro, sin embargo, nos hace un requiebro, rompiendo a partir de la segunda parte con esta línea cercana a Bukowski y acercándose más o menos afortunadamente a la línea de Michael Crichton o Robert Ludlum. Llegados a este punto sí podríamos resaltar que la trama se complica en exceso pues los cambios de escenarios y personajes no permiten una asimilación correcta de los acontecimientos que bullen en la historia.
Elementos como las grandes empresas controladas por congregaciones religiosas con oscuros objetivo o el mundo de las sectas y de los juegos de rol como sistema de captación de adeptos a las causas criminales hacen que la novela navegue por la actualidad y sus conflictos.
Con un estilo narrativo muy cinematográfico, donde la acción se distribuye y compartimenta de forma que el lector no pueda apartar la vista de las páginas, Joaquín de Saint-Aymour pone una piedra en el camino marcado por este tipo de libros, que valoraciones subjetivas aparte, son los que los lectores actuales acogen con más entusiasmo.
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