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Por No Mencionar Al Perro
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por Pedro Jorge Romero
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Si no tuviese ninguna otra cualidad, que las tiene y sobre las que volveré más tarde, su capacidad para la trama garantizaría el éxito de los libros de Connie Willis. No es sólo que sea capaz de inventar buenos argumento, sino que los desarrolla con una precisión arrolladora y hermosa. Nada es casual, todos los pequeños detalles tienen su razón de ser, y todo lo que sucede en la página cien tiene su importancia al llegar a la 400. Incluso cuando el lector descubre cuál va a ser la solución, siempre le queda la duda de cómo se las arreglará para llegar a ella. Y el placer proviene de comprobar no sólo que lo consigue, sino que lo hace sin violar las reglas y con facilidad matemática.
Y en ninguno de sus libros es tan evidente como en este que hoy nos ocupa. Posiblemente la novela de estructura más compleja en la que se haya embarcado esta autora, y que se resuelva con total aplomo y suavidad. Y los problema narrativos de 'Por No Mencionar Al Perro' en principio no podrían ser mayores. No sólo es una novela de viajes en el tiempo, con las complicaciones que tal cosa introduce en el orden narrativo, sino además una comedia, con las limitaciones que eso impone en el ajuste de los elementos para producir el humor, y en el equilibrio para hacer estallar la carcajada. El hecho de que Connie Willis lo consiga, mientras reconstruye toda la época victoriana y desenreda la telaraña temporal de paradojas en la que mete a sus personajes, demuestra que es una autora dotada de algo más que de un envidiable sentido para la trama. Demuestra una vez más inteligencia, cuidado y amor por su obra (por ejemplo, el increíble, en apenas unas frases, cambio que se produce entre la personalidad que el lector atribuye a Lady Schrapnell y la que tiene realmente).
Ned Henry corre de arriba abajo por el tiempo buscando el tocón del pájaro del obispo, un misterioso objeto casi legendario que es imprescindible para reconstruir con total fidelidad la Catedral de Conventry (destruida por los nazis). Es uno de los muchos encargo de Lady Schrapnell, una excéntrica millonaria norteamericana, empeñada en reconstruir el lugar donde una antepasada suya conoció a su verdadero amor. Pero Ned está sufriendo de desorientación temporal, así que sus superiores le envían a descansar allí donde la dama no pueda encontrarle: el verano de 1888, en plena época victoriana. Y de paso, devolver algo, algo que no debería haber venido del pasado y que podría provocar una paradoja de trágicas consecuencias. Pero Ned no entiende muy bien su misión. Sólo quiere dormir. Pronto, ésa será su menor preocupación.
Y mientras Ned y su compañera Verity intentan salvar el continuo espacio tiempo de un colapso inminente que ha paralizado casi todas sus actividades, tienen que vérselas con una familia de excéntricos victorianos, un mayordomo culto, una reina del espiritismo, tres hombres en una barca.... y eso por no mencionar al perro. Jugando continuamente con las convenciones de la novela victoriana y de detectives, Connie Willis va desplegando su historia de amor y de paradojas, en una novela que cuando se empieza a leer es imposible dejar. La más divertida de sus novelas es también la más seria. Y una vez más se demuestra que las mejores historias son las historia de amor... con viajes en el tiempo. |
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