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| Palacios De Invierno
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| por Antonio Ruiz Vega
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La última novela "Ultimas Voluntades" data de 1998. No era una mala novela, si mal no recordamos, y por cierto mucho más larga que esta, lo cual no quiere decir nada, claro.
Todo comienza cuando un taxista encuentra un bulto deforme sobre el asfalto, se ha cometido un suicidio y paulatinamente acuden al entorno del cadáver una serie de personas que tuvieron algo que ver con quien fue en vida.
A partir de ahí los "flash backs" de amigos y amantes, para descubrir, mucho más avanzada la novela, que el suicida, Enrique, fue en realidad un confidente de la policía.
O todavía peor, un agente provocador, una especie de Capitán Araña, que les embarcó a todos en turbias empresas políticas.
Han pasado muchos años, unos treinta, y ya nada –ni nadie– es el mismo.
El narrador es uno de los amigos, de los cinco amigos, y la voz que le lleva al tanatorio primero y a la lóbrega capilla del establecimiento después, y allí se reencuentra con los otros testigos de aquel tiempo, y con antiguas amantes, como Lucía.
Hay muchas escenas de sexo canaille
Hay su poquito de exotismo tropical
Hay bastante crónica generacional
Erudición a espuertas, sobre todo cinéfila, que es la fina…
En fin, que hay de todo, o al menos lo suficiente.
Es un poco inquietante cuando, tras ceder a la tentación de idealizar el pasado y pensar que se hizo la revolución, o algo, y se cuentan batallitas y todo eso, y se hace pasar casi por un héroe en base a algún capón o tirón de pelo en comisaría, o se alardea de represaliado por el régimen porque te denegaron una prórroga, etc., pues entonces va y averiguas que todo lo que pasó fue mentira.
Peor todavía, que fue contraproducente…
"Fueron gente cojonuda: fueron un grupo provocador en manos de la policía. Fueron gente cojonuda".
Tampoco falta el meterse un poco con los “patxis” y los aitzkolaris, es decir, con los vascos que ejercen de tales (ya he dicho en algún lugar que debe haber un banderín de enganche en el Ministerio del Interior). Así que alguno acaba llevando pipa en la sobaquera, como Juaristi… Grandes demócratas, que diría Sánchez Ostiz…
Y ponerse estupendos, eso que no falte:
"– Llevamos la costra de esos años, Lucía. En el alma. Nada nos limpiará eso. No añadas más dolor al mundo. No hay libro que merezca la pena existir."
Y luego, pues hay una historia de yonkys que acaba mal como casi todas.
Y un ordenador personal que todo el mundo busca y que contiene, tras una clave, el secreto de Enrique como chota de la policía.
Pero al final, después de un disparo, se descubre que no, que eso es lo de menos, y que en la guata del maletín del portátil lo que hay es droga, mucha droga. Así que el bendito iba de camello por la vida…
La trama, como se ve, algo confusa. |
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