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Memoria De Un Meteorólogo En Apuros
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por Francisco J. Vázquez
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Para aquellos que han convivido con Julio Marvizón a través de las pantallas de televisión mientras daba el tiempo en Canal Sur, la verdad es que considerarlo como una persona graciosa y con sentido del humor no era de las cualidades más esperada con la que uno lo definiría. Si a eso añadimos que la meteorología tiene un trasfondo de seriedad, un halo de aburrimiento no certificado, moviéndose todo el día entre isobaras, presiones, mapas, rachas de viento y un numeroso argot que a más de uno le suena a chino... Y si a eso le sumamos que muchas de las veces las inclemencias desfavorables del tiempo se achacan no a designio divino o arbitrario del destino, sino a la mala leche del meteorólogo que las cuenta, la cosa estaba difícil para considerar a Julio Marvizón como un tipo con sentido del humor.
Sin embargo, puedo asegurarles que cuando uno se adentra en las páginas de este libro, "Memorias De Un Meteorólogo En Apuros" (título, por cierto, que le viene al pelo y que fue sugerido por su amigo Juan José Benítez para dar pie al presente volumen), uno descubre el error de ver a Marvizón, el "hombre del tiempo", como un personaje serio para ubicarlo, directamente, entre ese grupo de personas "salás" que son capaces de hacerte reír en las condiciones más hoscas.
Y es que "Memorias De Un Meteorólogo En Apuros" ha resultado un libro fascinante, lleno de carcajadas que el lector no puede reprimir ante la cantidad de barbaridades a las que Marvizón ha tenido que enfrentarse en su ya dilatada carrera. Francamente, y siendo sincero, ni por asomo podía imaginar que me iba a encontrar con un volumen de semejantes características, con el que he disfrutado como un crío chico en una tienda de golosinas, y sobre todo viniendo de todo un personaje de la talla de Julio Marvizón, que nos tenía acostumbrados a un tipo de trabajo muy concreto y sin referencias a ese sentido del humor que, aquí, deja al descubierto.
El libro es un compendio de anécdotas divertidas con las que seguro el lector disfrutará y se divertirá. Podrá comprobar, por ejemplo, como el grado militar es igualmente marcial hasta en los urinarios públicos, cómo una simple bengala arruina de manera imprevista el "polvo" de muchas parejas en un paraje solitario, o cómo la gente achaca al meteorólogo ser el responsable de aquello de lo que predice.
Si tienen la oportunidad de hacerse con este libro sé que lo van a leer de principio a fin con avidez. Se lo van a pasar genial, y una vez leído sólo tiene un pero... se hace corto. Tanto que espero y deseo que Julio Marvizón haga una segunda parte.
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