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Mantis
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por Lale González-Cotta
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Quienes siguieron el debut literario de Mercedes Castro con Y PUNTO, acogerán con curiosidad la nueva novela de la escritora gallega. Dejó buen sabor de boca su forma de escribir, su dominio del suspense y su feliz indefinición entre novela negra, thriller psicológico y costumbrismo hampón.
MANTIS persevera en la misma ambigüedad. Desarrolla una intriga psicológica llena de brumas y de diluidos contornos, en la que el lector tarda en cerciorarse de si asiste a una realidad espeluznante o a la deriva de una perturbación mental.
La protagonista, Teresa, es una prestigiosa chef que debería disfrutar de las mieles del éxito que le proporcionan su afamado restaurante Barbantesa, su programa de televisión y el rédito editorial de su original recetario. Y, caso de que a la diva de los fogones se le antojase colgar el mandil, tampoco habría de preocuparse: la tormentosa relación con su madre que se saldó con un desequilibrio emocional determinante, también la hizo acreedora de una de esas herencias que le permiten a uno trabajar por hobby. Pero Teresa no es feliz. Tras la puerta del palacete en el que vive, una vez depuestas las máscaras de restauradora de éxito y de ojerosa femme fatale, la acechan los demonios del pasado cautivos en su mente. Extraviada de sí misma y herida de desafecto, nada parece aplacar una paranoia en la que el amor apenas constituye un efímero aliciente. Por otra parte, tras una breve escala entre sus brazos, los amantes de Teresa desaparecen sin dejar rastro, y la chef compensa el vacío de la pérdida encerrándose en la inquietante caseta de piedra del jardín para urdir estrambóticas fórmulas culinarias como las hechiceras de cuento urdían pócimas para los incautos, deleitándose en cada plato creativo como el perfumista de Süskind en sus esencias. El particular homenaje de Castro a los cuentos infantiles se traduce en esta peculiar versión moderna, cuajada de reminiscencias de taimadas brujas caníbales, casas encantadas, jardines mágicos y árboles conspiradores. Al igual que las recetas de Teresa, la novela se sirve convenientemente aderezada de ironías y de perverso sentido del humor. Dependiendo del tornadizo humor de la protagonista, ameniza el ambiente una selecta música de boleros, de rancheras, de cantautores varios y del mejor pop ochentero. Recomendable opción para paladares exquisitos.
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