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Malestar
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por Ignacio Segurado
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Pavese, con esa minuciosidad cruel para destripar el alma humana, asegura en una acotación de su "El Oficio De Vivir" que la juventud significa no poseer el propio cuerpo. Pues bien, esta novela, a semejanza de la juventud de Pavese, tampoco posee cuerpo. Ni cuerpo ni nada: sólo un desordenado pero escrupuloso catálogo de renuncias e insatisfacciones. Por sus páginas transitan asesinatos, una adolescente desarraigada, una ciudad compacta e inalterable y mucho deseo apagado y encendido. Pero, como en la memoria leve de la juventud, estos ingredientes parecen acomodarse más a las reglas blandas y difusas de los sueños, que a la dureza irrenunciable de la moral.
Malva, la protagonista, de 17 años, es una chica intravertida y solitaria a quien los continuos cambios de residencia de su familia y un abultado expediente de alumna problemática, paralizan su relación con el resto del mundo. Tan joven, Malva parece resignada –rebeldemente resignada– a vivir de los recuerdos de su primer amor y del deseo que constantemente la esquiva, trepa y se esconde debajo de las faldas de sus nuevas compañeras de colegio.
El planteamiento formal de "Malestar" es arriesgado, y corre el peligro de caer en lo superficial o en lo pretendidamente moderno. Afortunadamente no es así. Reproducir las conversaciones que la protagonista mantiene por chat no parece imprescindible, pero aporta credibilidad a la historia. El tópico que habitualmente identifica Internet con soledad, y que suele fantasear con un mundo particular ajeno al real, queda totalmente desterrado de esta narración en donde los tentáculos de una vida en plena ebullición lo quieren todo y todo ya.
Y no hay por qué escribir más. El título de la novela anticipa el resto. Un título frío y exacto, profundamente egoísta, como la aguja con la que la protagonista atraviesa sin obstáculos la carne ajena de una belleza que jamás poseerá. |
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