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portada Los Últimos Días De Pompeya
Ficha del Libro:

Título: Los Últimos Días De Pompeya    comprar
Autor: E. G. Bulwer-Lytton
Editorial: Planeta
I.S.B.N.-10: 840805595X
I.S.B.N.-13: 9788408055952
Nº P´gs: 530


Los Últimos Días De Pompeya
por Enrique García

La novela histórica de la época victoriana se caracterizó por tratar de imitar las novelas de Walter Scott, aunque sin obtener el resultado deseado.  Entre los diversos escritores que cultivaron la novela histórica se encuentra Edward George Bulwer–Lytton, o Lord Lytton como fue conocido en la época. Tal vez su obra más lograda sea esta que traigo aquí, y que inspiró a autores de la época como Collins, Newman y Wiseman. Las novelas ambientadas en la antigüedad clásica se pusieron pronto de manifiesto. Ya no se novelaba la historia más cercana a los propios escritores, como había hecho Scott con sus novelas sobre Escocia. Ahora los escritores se remontaban hasta la época clásica de Grecia y Roma en un intento por trasladar al lector de vuelta a un pasado poblado de lugares lejanos y exóticos.

El argumento de la novela de Bulwer–Lytton trata, como indica su título, sobre los últimos días que vivieron los habitantes de Pompeya antes de su completa destrucción. Pero el autor inserta dentro del entramado histórico dos triángulos amorosos para ensalzar la trama. No obstante, desde el principio parece quedar claro que la novela vaya a ser una mera explicación y descripción de los usos y costumbres de la época. Así, Bulwer–Lytton se entretiene en describirnos la propia ciudad de Pompeya, su ambiente en las calles, las casas romanas, la comida, los templos y las termas por citar algunos ejemplos. Hay momentos en los que el lector puede llegar a perder el hilo narrativo al verse inmerso en largas y, en ocasiones, excesivas descripciones.

El papel de héroe lo representa el ateniense Glauco, quien se siente atraído por la bella napolitana Iona. Al mismo tiempo el egipcio Arbaces pretende hacer suya a la joven. Este es el primer triángulo amoroso que nos plantea el escritor. A lo largo de la novela el lector es testigo de las idas y venidas de la bella Iona, y del devenir del joven Glauco. El sacerdote egipcio representa el papel del villano dentro de la trama. Un personaje sin escrúpulos que, con ayuda de su influencia sobre las diversas personalidades de la vida pompeyana, logra condenar al circo a Glauco. Sus intrigas lo llevan a cometer cualquier acto para lograr su objetivo: Iona. El otro triángulo amoroso que se establece es entre Glauco, Iona y la esclava ciega Nydia. Sin duda alguna la joven de Tesalia es la heroína por excelencia de la novela. Vendida como esclava desde su niñez se ha adaptado perfectamente a su mundo de oscuridad y de servilismo. Es sin duda alguna la heroína de la novela, pese a que rivaliza por este calificativo con la bella Iona. El trato vejatorio que recibe por parte de sus amos es un fiel reflejo de la sociedad romana de la época en la que los esclavos no contaban con ningún derecho. Son una simple mercancía de compra-venta como queda demostrado en el pasaje en el que Glauco la compra a su dueño por que siente lástima de ella por el trato al que la someten. Y es posteriormente utilizada como confidente del ateniense cuando éste le confiesa su amor por Iona. Su falta de sensibilidad llega a lo más alto cuando envía a la joven ciega a casa de su amada para profesarle su amor. La emplea para que convenza a Iona de su amor. Es significante el comportamiento de la joven ciega con su amo, pues aunque sabe que nunca logrará su amor se mantiene fiel. Sin embargo, dicha fidelidad se verá truncada cuando sepa por boca de Julia, la hija del rico comerciante Diomedes, que ella también está enamorada de Glauco. El fin de la joven Nydia es trágico e inesperado. No muere presa de las llamas del Vesubio como otros personajes. En todo momento busca entre la multitud a su amo y amor Glauco para sacarlo de allí. Más cuando lo ha conseguido, y se encuentra a bordo de la nave que lo ha sacado de Pompeya Nydia se arroja a las gélidas aguas donde perece al descubrir que no tiene ninguna posibilidad de lograr su amor. Prefiere sacrificar su propia vida a sufrir en silencio su amor no correspondido. Tal vez la valentía demostrada por Nydia a lo largo de la novela quede empañada en modo alguno con esta acción. Se ha enfrentado a numerosas dificultades para salvar a Glauco de las intrigas del sacerdote egipcio Arbaces; pero no puede soportar verlo feliz al lado de Iona.

Otros temas sobre los que debe fijarse el lector son por un lado el cristianismo representado en la figura de Olinto. El ferviente cristiano que obra movido por la satisfacción de la vanidad, más que por las altas motivaciones espirituales de su fe. Intenta por todos los medios atraerse a Apaecides a su fe a la que finalmente se convierte el hermano de Iona. El personaje de Apaecides se acerca y se convierte al cristianismo influenciado por Olinto, como ya hemos señalado, pero también debido a su falta de personalidad propia. Es un joven inexperto al que logran engañar y confundir. Es maleable, se deja llevar primero por el sacerdote egipcio Arbaces, y después por Olinto. Su final es trágico en parte debido a ese comportamiento suyo. Otro de los personajes que abraza la fe católica es el de Medón padre del gladiador Lidon. Cuando ve el cuerpo de su hijo muerto en la arena del circo se queda abrazado a él hasta que muere. Es significativo el último comentario que hace pues agradece a la muerte que haya acudido a por él.  A lo largo de la novela los cristianos son despreciados y acusados de haber incendiado Roma. Sin embargo, y pese a todo este ambiente en su contra Glauco e Iona deciden convertirse también a dicha fe. Da la impresión de que Lytton no pudiera dejar pasar esta oportunidad de convertir a los dos héroes de la novela a la fe que cada día iba ganando más adeptos en Roma.

El tema de la brujería representado aquí por el egipcio Arbaces y por el extraño personaje de  la Saga del Vesubio. Por medio de filtros y pócimas amorosas logran confundir a los principales actores de la trama. La corrupción es otro tema presente en la trama de la novela. Cuando Glauco es acusado del asesinato de Apaecides su abogado no duda en sobornar a todos los mendigos y aristócratas de Pompeya para que juren su amistad a Glauco. O como la propia Julia intenta comprar la lealtad de la joven ciega Nydia ofreciéndole un brazalete a cambio de que convenza a Glauco para que se enamore de ella.

Hay dos últimas cuestiones a tener en cuenta a lo largo de la novela. Una sería las continuas alusiones que Bulwer–Lytton hace al Museo de Nápoles. Este hecho se debe principalmente a que es en este Museo en el que se conservan la inmensa mayoría de las piezas procedentes de Pompeya, y que el escritor conocía debido a sus viajes por Italia. Sin duda alguna esa colección de piezas le proporcionó al Bulwer-Lytton una inmejorable fuente de conocimiento para escribir su novela, así como las propias ruinas de Pompeya. Otro aspecto destacable sería las continuas comparaciones entre la Roma antigua y la Inglaterra Victoriana; por ejemplo cuando compara a los funambulistas de entonces con los que aparecen en las ferias de Mayfair, Astley o Vauxhall.

Por último cabe resaltar el significativo final de la novela. El último capítulo en el que por medio de una epístola escrita por Glauco para Salustio diez años después de la destrucción de Pompeya. En ella el lector conoce de manera retrospectiva ciertos apuntes históricos de la época. Bulwer-Lytton sitúa al lector en Atenas donde Glauco e Iona viven felices. Pero lo que más llama la atención del lector es que al final de la carta sea el propio autor Bulwer–Lytton quien cuente la historia de Pompeya, y nos ilustre acerca de los hallazgos arqueológicos en torno a la ciudad. Nos habla de las casas en las que vivieron sus personajes, o de como se encontraron los esqueletos de algunos de ellos en las propias calles. Las últimas líneas vienen a explicar y concretar como Bulwer–Lytton concibió la novela tras un viaje a la dulce Campania.  

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