|
| Lo Que Perdimos
|
| por Lale González-Cotta
|
|
La decepción por la identidad de los Reyes Magos viene a ser para casi todos algo así como el doctorado en la infancia. A partir de entonces las únicas ficciones que nos deparará la vida habrá que buscarlas en las librerías o en la fantasía de cada cual. En la fantasía precisamente reproducimos a menudo un sueño tonto, una quimera colectiva que, convenientemente psicoanalizada, tal vez suponga una regresión al gozo de la noche de Reyes. ¿Quién no ha soñado alguna vez con quedarse sólo, encerrado durante una noche entera, en unos grandes almacenes o en un centro comercial para poder probar (y hurtar) lo que a uno se le antoje sin el inconveniente de las cámaras y del personal de seguridad?
Atrapados -en sentido literal y figurado- en un gigantesco complejo comercial llamado Green Oaks, encontramos a los personajes de esta conmovedora novela, primera de su autora, que padeció el clásico vía crucis editorial antes de alcanzar a ver la luz de la imprenta al final del túnel. A partir de ahí, críticas favorables y galardones para la irlandesa Catherine O´Flynn, incluido el de finalista del Booker Prize.
La primera parte de esta intriga gira en torno a la pequeña Kate Meany, una solitaria niña de ocho años cuyo pasatiempo favorito consiste en jugar a detectives con su mono de peluche en un centro comercial de medio millón de metros cuadrados convertidos en lugar de los hechos de infinitas posibilidades. Kate derrocha allí las horas, anotando impresiones en su libreta, encontrando motivo de sospecha en todo lo que se mueve. Un buen día la aspirante a detective desaparece sin dejar más rastro que la exigua información que paulatinamente empezará a acumular polvo en el Registro de Personas Desaparecidas.
Transcurren veinte años. Lisa y Kurt, empleados de Green Oaks, son personas infelices pero pasivas, atrapadas en una rutina demoledora que son incapaces de vencer. Resignados a su mediocridad son como peces nadando cansinamente en una pecera estrecha. A pesar de los kilómetros de pasillo, de la oferta de tiendas y de establecimientos de ocio y de restauración, el efecto de Green Oaks sobre los personajes es claustrofóbico. El centro comercial, elemento aglutinador de la novela, se convierte en melancólico testigo de la deriva de las sucesivas víctimas de su hipnosis. El tiempo allí dentro parece no transcurrir y, sin embargo, es ese tictac combustible que suma y sigue mientras el empleo que iba a ser provisional va ya camino de cumplir la década.
El estado de sonambulismo en que se encuentran los personajes experimenta un súbito zarandeo la noche en que, mientras desempeña su trabajo como vigilante del centro comercial, Kurt cree ver a la desaparecida Kate Meany a través de uno de los monitores de seguridad. La búsqueda de la niña desplaza un poco el tapón de la molicie y la novela deviene en una caleidoscópica historia de fantasmas de diferentes clases.
Catherine O´Flynn pone de relieve la invisibilidad del ser urbano, más anónimo si cabe en la laberíntica arquitectura comercial moderna que emerge como un oasis de hormigón y vidrio pero que, a medio plazo, acabará reflejando los demonios de la sociedad en la que se integra: soledad, apatía y pérdida.
El humor y la creciente intriga evitan que la novela se escore hacia un existencialismo pesaroso, preservándola en un vaivén de eficaz melancolía que tarda en desprenderse del lector aún después de volver la última página.
Algunos episodios, por su potencial narrativo y su plasticidad, merecerían la autonomía de la edición independiente. Destacamos en este sentido el capítulo 26, en el que Kurt dialoga con Loretta, su recuperada hermana punky, cuyo distanciado relato del pasado tumba de un mazazo el mito paterno. Memorable.
|
|
